Entrevista > Vanessa Fabiano / Víctima de la trata de mujeres (Río Verde, Goiás, Brasil, 20-diciembre-1972)
La trata de mujeres y niñas es una de las violaciones de derechos humanos más atroces, que afecta a millones en todo el mundo. Se trata de una forma de esclavitud moderna en la que las víctimas son explotadas sexual o laboralmente bajo engaños.
España va a la cabeza en Europa en consumo de prostitución, y es una realidad alarmante. Según datos recientes, miles de mujeres y niñas son permanentemente captadas y forzadas a la prostitución y traídas, entre otros países, al nuestro.
Consumidores
Aunque se suele centrar la atención en las víctimas y los traficantes, es fundamental visibilizar el papel de quienes consumen los ‘servicios’ que provee este delito. Para combatir eficazmente la trata de mujeres, es necesario no solo perseguir a los traficantes, sino también reducir la demanda mediante educación, fuertes sanciones y un cambio profundo en las actitudes que perpetúan la explotación de personas vulnerables.
La lucha contra la trata exige más concienciación, endurecimiento de leyes y apoyo a las víctimas, que piden la abolición de la prostitución como único mecanismo para acabar con ese grave delito.
Con la abolición de la prostitución se lograría reducir la explotación sexual, protegiendo a las mujeres de situaciones de violencia y abuso. Además, se debilitarían las redes de trata de personas, que utilizan la prostitución como fachada. La sociedad avanzaría hacia un modelo que promueva la dignidad y los derechos humanos.
Víctimas de trata
Vanessa es una más de la larga lista, y a pesar de que hace ya años que logró escapar de ese infierno, las secuelas siguen haciendo mella en ella. Su objetivo ahora es luchar por la abolición de la prostitución como única arma para acabar con la trata, y ayudar a jóvenes y niñas que la siguen sufriendo en todo el mundo.
Ahora trabaja como formadora en el Ayuntamiento de Aspe con víctimas, policía y otras partes implicadas en perseguir la trata. Es uno de los pocos ayuntamientos que se preocupan en crear unidades de este tipo contra este delito.
Me daban escalofríos cuando me contaba que llegan en camiones menores muy jóvenes a nuestro país, algunas incluso rozando la niñez, como quien porta carne para el consumo.
¿De qué forma te convertiste en víctima de trata?
Como la mayoría. Con el método de la captación, que es menos arriesgado para el proxeneta, con engaños, promesas, y falsas soluciones para la situación de total vulnerabilidad en que me encontraba. Desesperada, sin opciones ni perspectiva, y en la más absoluta pobreza. Juegan con las mujeres del tercer mundo porque allí no hay salida para la pobreza, y el hambre te convierte en la víctima perfecta. Entran en tu vida y te presentan la supuesta oportunidad de tus sueños.
Son como serpientes: te dan el golpe y solo te enteras cuando el veneno ya corre por tu sangre. Así llegué yo a España, como mercancía, como un producto más.
Tu experiencia vivida como víctima de trata, ¿cómo la describirías?
Como la más cruel que he podido vivir, porque acabé encerrada en un club con rejas en las ventanas, y con una deuda interminable que crecía cada día. Vi el final de mi vida, dejé de existir para convertirme en una mercancía, y entré en un infierno que acababa de comenzar.
Al principio, puedes sentirte incrédula, como si estuvieras atrapada en una pesadilla. Luego, el miedo y la desesperación se apoderan de ti al darte cuenta de que has perdido el control sobre tu vida. Sientes una profunda vergüenza e impotencia, acompañada de un miedo paralizante.
Vivía en la misma habitación donde se perpetuaban las violaciones, sin horarios para comer, dormir, etc. Siempre tenía que estar disponible; según el sitio estás sola o compartes con más mujeres, y las salidas son vigiladas y controladas.
«Así llegué yo a España, como mercancía, como un producto más»
¿Cómo era tu día a día mientras fuiste explotada?
Podía estar en un club o en un piso. Mi obligación era limpiar la habitación y esperar a los puteros para que me violaran a su antojo, para mí era como la habitación del pánico.
Estás encerrada sola con una persona que nunca has visto; en general llegan borrachos, drogados, sin higiene, violentos y siempre más fuertes que tú. Lo único que pides al universo es que pase muy rápido y que salgas de allí a salvo.
¿Puedes ponernos algún ejemplo de situaciones de riesgo que viviste?
La falta de seguridad de los clubes es permanente. En una ocasión llegó una chica del este huyendo y pidiendo ayuda, entonces el proxeneta la puso a trabajar allí. A los tres días se presentó su anterior ‘dueño’ con su equipo de matones para reclamarla.
De repente empezó un tiroteo y no sabíamos dónde escondernos; uno de los matones resultó muerto y el resto salió huyendo. Este es el ambiente en el que vivíamos, y el que acabo de comentar es solo un ejemplo.
«Hay que acabar con la mafia proxeneta y con la demanda»
¿Cuáles son tus peores recuerdos?
Los llantos de desespero, los gritos de socorro en las habitaciones, los miedos compartidos, los dolores y enfermedades, el pánico cuando llegaba el violento, el asco que todas relataban sentir durante el rato en la habitación…
Recuerdo también el maltrato, las palizas de los más agresivos cuando les decías que se había acabado el tiempo. Te introducían el pene por donde querían, se sacaban el condón y te metían objetos o droga en la vagina. Estos son los recuerdos que me siguen golpeando cada día y cada noche.
¿Recibiste alguna ayuda o intento de apoyo mientras estabas en esa situación?
No, ninguna. La sociedad y los gobiernos hablan mucho, pero pasan de nosotras. Somos un colectivo invisible, manejadas como esclavas del sexo y el maltrato. Estamos allí sin ningún auxilio de las autoridades, que permiten que esta violencia hacia la mujer siga existiendo mientras se mira hacia otro lado.
«Siempre tenía que estar disponible, a cualquier hora»
¿Y la sociedad en general?
La sociedad solo reacciona cuando se siente molestada, solo denuncian cuando son perturbados, nadie denuncia que hay mujeres siendo explotadas en el piso de al lado.
Hasta una vez tuve que escuchar de una entidad que nosotras hacíamos un servicio social, ya que muchos violadores nos buscan en lugar de a otras mujeres. Hasta ese punto llega la discriminación hacia nosotras, que tengamos que oír que sí se nos puede violar y no pasa nada.
¿De qué manera lograste salir de esa situación y qué desafíos enfrentaste en el proceso de escape?
Salí huyendo porque de la trata no es posible salir por la puerta delantera. Tuve que irme a Portugal en un taxi con unas compañeras. Pero luego vinieron otros problemas, porque estábamos solas e indocumentadas.
«El hambre te convierte en la víctima perfecta»
¿Y después?
Tuve que hacerme autónoma y buscarme la vida, porque si dependiera de ayuda ya estaría muerta. Pedí amparo y me metieron en un centro que tuvieron que cerrar por su estado caótico.
No hay políticas reales de restauración; esas mujeres no tienen adónde ir: es la calle o el puticlub. Quienes sí me han ayudado han sido los colectivos de mujeres, y con ellas estoy en la lucha.
Ahora, ¿cómo es tu vida?
En la actualidad imparto formación a los colectivos implicados en la trata en el Ayuntamiento de Aspe. Es un Ayuntamiento modélico en este complicado tema, y deberían tomar ejemplo muchos otros e implicarse más para acabar con esta lacra.
Es necesario un cambio de mentalidad, y que el Estado se haga cargo de sus responsabilidades hacia la violencia sufrida por las mujeres prostituidas a la fuerza, y poner todos los mecanismos necesarios para perseguir y castigar a los culpables.
«Regularizar la prostitución es transformar al proxeneta de criminal a empresario»
¿Crees que en España es posible el abolicionismo y el castigo ejemplar a los consumidores de la trata, como ocurre en otros países europeos?
Claro que sí, todo cambio cultural es posible. Nos va a costar mucho trabajo, porque España es un paraíso del sistema prostitucional, y no olvidemos que es el país más consumidor de prostitución de Europa.
Desde la Asociación Las Independientes y otros muchos colectivos abogamos por la aprobación de la Ley Orgánica Abolicionista del Sistema Prostitucional (LOASP). Es la única ley que acoge las necesidades de las víctimas, para así combatir la mafia proxeneta y acabar con la demanda, porque sin prostitución no hay trata.
¿Quién alimenta el sistema prostitucional y la trata de mujeres y niñas?
La trata es aquella que rellena los prostíbulos de mujeres muy jóvenes y niñas sacadas de su país. Es alimentada por la situación de precariedad y la falta de medios para poder salir de esos países con el sueño de encontrar una vida mejor.
Imagina mujeres de países como Nigeria o tribus del Amazonas que no conocen nada, y que son captadas con engaños por tratantes que llegan hasta allí, al igual que a otros países pobres.
Es un mercado muy lucrativo, más que el tráfico de drogas y armas, pues estas se venden una única vez y ya, mientras que una persona se puede vender hasta cincuenta veces al día sin riesgo alguno.
«Es un mercado muy lucrativo, más que el tráfico de drogas y armas»
¿Qué les dirías a las mujeres que prefieren una regulación de la prostitución antes que la abolición?
Regularizar la prostitución como trabajo es transformar al proxeneta de criminal a empresario. Tenemos ejemplos como Alemania, Suiza, Holanda, países que han regularizado, y donde ha crecido el número de la trata de mujeres y niñas, las violaciones y asesinatos.
Es negar el derecho a millones de mujeres y niñas de no vivir esta violencia; es blanquear la trata y no creo que ninguna mujer en su sano juicio pueda clamar por su derecho a ser violada a diario.
Y les diría que la abolición no persigue a la mujer, al contrario, la protege. ¿Imaginas si hasta hoy no se hubiera abolido la esclavitud de las personas negras? Pues es lo mismo.
Si pudieras dar un mensaje a otras personas que están en la misma situación que tuviste que vivir, ¿cuál sería?
Que sepan que hay muchas mujeres que están luchando, con todas sus armas y con su alma, para que su condición cambie, para que un día todas podamos tener las mismas oportunidades, que mientras haya una sufriendo no vamos a parar de luchar.
También me gustaría poder decirles que pronto van a ser libres, a poder vivir su vida y buscar su felicidad, pero desgraciadamente por el momento es una utopía.