Que lo suyo, dicen, es endulzar las cosas con miel, por ser antioxidante celular natural, que además ayuda a combatir bacterias y hongos, alivia el dolor de garganta, mejora la calidad del sueño, cicatriza y va muy bien para el estómago. Mucho mejor que el azúcar blanco o moreno, que son todo química (como todo en este mundo, hasta algo tan ‘natural’ como el arsénico).
Tan buena o tan dañina (de nuevo, como todo), pero desde luego, al ser más dulce que el azúcar granulado, mucho más sabrosa. Eso sí, con moderación; y si eres diabético, más sobriedad, puesto que azúcar y miel afectan por igual al nivel de glucosa en sangre. En todo caso es, desde hace siglos, una manufactura muy importante, y la Comunitat Valenciana un importante productor.
Origen autóctono
Se sabe que, al menos, la recolección de miel por parte de los seres humanos es muy pero que muy antiquísima. Allá por el mesolítico (de ‘mesos’, medio, y ‘lithikós’, de piedra: del 12000 al 8000 a.C.) se encuentran representaciones pictóricas, rupestres, de gente recolectando miel, como la mujer que puede verse en la cueva de la Araña, en Bicorp (Canal de Navarrés).
Ante una prueba arqueológica semejante, eso sí, no hay lugar para preguntarse cómo llegó el asunto en sí a tierras de la actual Comunitat Valenciana. Sí, sumerios, egipcios, los pueblos descritos en la propia ‘Biblia’… conocían sus propiedades alimenticias, su sabrosura también, y sus propiedades conservantes: al morir Alejandro Magno (356 al 323 a.C.), para trasladar su cuerpo intacto hasta su Macedonia natal, llegaron a introducir este en un recipiente lleno de miel.
Una de las primeras pinturas sobre la recolección se encuentra aquí
En buen puesto
De cualquier forma, lo de la miel por estos pagos, los nuestros, no deja de ser un asunto bien serio, más cuando, por ejemplo, en 2023, pese a hundirse la producción un treinta por cien con respecto a la anterior temporada, debido a la cambiante climatología, se alcanzaba la bonita cifra de unas 1.200 toneladas, obtenidas de las más de 16.000 colmenas que habitan estos pagos.
Ocupamos el cuarto puesto, tras Castilla y León, Andalucía y Extremadura, en una producción total española (de nuevo con cifras de 2023) de 27.423 toneladas. Y no nos olvidemos que España habita, en el ámbito mundial, un nada despreciable décimo tercer puesto en un listado encabezado, como en otros casos, por China, cuyas últimas cifras hablaban de 485.960 toneladas. Ahora, ¿de qué tipo de miel estamos hablando?
El cuerpo de Alejandro Magno fue conservado en miel
Los superorganismos
Primero, ¿de dónde viene la miel? Por aquí, una excreción dulce producida por las abejas domésticas o europeas, llamadas también, precisamente, melíferas (‘Apis mellifera’), gracias al néctar de las flores. En la colmena: una organización colaborativa entre distintos organismos (las abejas), hasta crear, según muchos biólogos, lo que se denomina un superorganismo (no por superpoderes, sino como organismo de organismos, como somos en el fondo cada uno de los humanos).
Allí regurgita este dulce producto, en las celdillas de la colmena, que sellan, ya que se trata de su reserva de alimento, hasta que pasa ese otro superorganismo, los humanos, a dar cuenta de este. Bueno, y también atrae a otros mamíferos, como los osos, por ejemplo. La excelencia del alimento acabó por generar una suerte de ‘ganadería’, la apicultura (de ‘apis’, abeja, y ‘cultura’, cultivo, crianza).
En el ámbito nacional la Comunitat Valenciana es el cuarto productor
Granjas de abejas
Se habla de que, con los restos hallados delante, nació en el Neolítico (de ‘neós’, nuevo, y ‘lithikós’; entre el 8000 y el 4500 a.C.) la era del despegue, para la especie humana, de la agricultura y la ganadería. Posiblemente ya entonces comenzara a generarse la especialización de las mieles, a partir de acotarle a las colmenas el acceso a determinados vegetales.
Y ahora es cuando cabe retomar la anterior pregunta: ¿de qué tipo de miel estamos hablando? Por las costas mediterráneas, proliferan las de azahar, gracias a la profusión de cítricos; de brezo; de encina o bellota; de espliego; de eucalipto, que también abunda en zonas andaluzas, extremeñas o cantábricas; la primaveral de romero; de salvia, típicamente alicantina; de tomillo, también tradicional en Andalucía; o, por supuesto, las variantes locales de las de mil flores.
Otras propiedades
Lo cierto es que a las propiedades reales, ya citadas, de la miel, sus consumidores más acérrimos les han ido añadiendo, con total convicción, una serie de cualidades que, en realidad, no presentan ningún tipo de evidencia científica que las confirmen, como las de ayudar a la pérdida de peso, mejorar el aumento de la memoria, paliar el dolor de hemorroides, prevenir el cáncer o curar el asma. Ahí es nada.
En todo caso, conservan y, a ratos, aumentan la pasión por la miel, con sus problemas, porque antaño se edulcoraba con miel al no haber otra cosa, y luego se ‘quemaba’ de sol a sol, sin opción a sedentarismos. Pero, teniendo en cuenta sus verdaderas propiedades, continúa siendo un producto importante. Los casi mil millones de abejas que se calculan en la Comunitat Valenciana no pueden equivocarse: come miel.