Entrevista > Manuel Sánchez / Profesor, novelista y dramaturgo (Dolores, 12-noviembre-1945)
El pasado día 21 de noviembre el maestro, novelista y dramaturgo nuciero Manuel Sánchez volvió a ver representada ‘Cecilia’, una de sus propuestas más exitosas, en el escenario del Auditori de La Nucía. En esta ocasión, además, se trataba de una representación benéfica a favor de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer (AFA), lo que, como explica el propio autor, le ha dado un carácter todavía más especial.
Aprovechando esa circunstancia y la próxima publicación de su nueva novela, Sánchez repasa para AQUÍ en La Nucía no sólo su trayectoria como escritor, sino también su carrera como maestro y los cambios que ha visto en sus alumnos y, sobre todo, los padres a lo largo de las décadas.
Recientemente se representó en el Auditori de La Nucía ‘Cecilia’, que no es tu ópera prima, pero supongo que por mucha experiencia que uno tenga, siempre hay una mezcla de nervios e ilusión antes de ver hecho realidad lo que uno ha imaginado durante tantas horas de soledad frente a la hoja en blanco del ordenador.
Tienes muchísima razón. La verdad es que es una verdadera ilusión el que una obra que ha permanecido escondida dentro de un ordenador, de repente cobre vida en un escenario. Eso es una satisfacción grandísima. Y si, como ha ocurrido en esta ocasión, fue a beneficio de una asociación tan importante, tan interesante y tan benefactora como es AFA, pues muchísimo mejor todavía.
Una obra que, en la pequeña sinopsis que me has facilitado, aseguras que versa sobre algo que, por motivos muy distintos, ha estado muy presente en las últimas semanas: la incomunicación.
Esa es la cuestión. Esa es la clave de la obra. Hablamos de una señora que aparentemente vive feliz y despreocupada, pero realmente guarda en su interior una gran amargura porque perdió a su hija, perdió a su marido, al que, desde luego, llegó un momento en que lo odiaba. Y a pesar de que se querían mucho, como se demuestra durante la obra, no llegaron a ser felices.
Esa es otra de las cuestiones que me parecen muy interesantes en ‘Cecilia’: esa especie de actor que todos tenemos que llevar dentro, porque, por mucho que lo llevemos en la mochila, tenemos que hacer el esfuerzo en el día a día de no mostrarlo a todo el mundo.
Para mí ha sido muy difícil escribir esta obra, porque he tenido que meterme en el cerebro, en el alma de una mujer, porque realmente el peso de la obra lo lleva la protagonista. Tiene un monólogo que dura veinte-veinticinco minutos y está ella sola en el escenario.
Es ahí donde va dando las pautas de lo que va a ser la obra. Y eso, desde luego, es un trabajo enorme. Esta obra ha tenido una evolución a lo largo del tiempo bastante importante. Empezó siendo un tocho en el que solamente actuaba una persona, excesivamente largo. Después se ha ido podando como un buen árbol para que dé buenos frutos y, al final, se ha quedado en lo que es ahora: una obra que ha triunfado en muchos escenarios.
«Es una verdadera ilusión el que una obra que ha permanecido escondida dentro de un ordenador, de repente cobre vida en un escenario»
Vocacionalmente, ¿maestro o dramaturgo?
Maestro.
Y lo otro, ¿qué ha sido? ¿Un hobby muy prolífico?
Sí, lo otro ha sido un ‘accidente’. Te puedo incluso contar el motivo por el que empecé a escribir.
Por favor.
La culpa de que yo me haya puesto a escribir no te puedes ni imaginar de quién es: de Rafael Doménech.
«Vocacionalmente me siento más maestro que dramaturgo»
¿El músico y autor de ‘Festa en Benidorm’?
No, su hijo. No se le ocurrió otra cosa que encargarme un guion para hacer un concierto que, al mismo tiempo, fuese un cuento. Al final, por razones económicas, no se pudo llevar al escenario, pero aquel guion quedó escrito y me pregunté: ‘¿qué hago con él?’
No había posibilidad de hacerlo musicalmente, así que se me ocurrió hacer una obra de teatro. Una obra que se titula ‘El príncipe del calcetín mojado’, y fue un tremendo éxito. Y claro, si llegas y besas el santo, pues te dices que hay que hacer algo más.
¿No tuviste miedo, al ser una ópera prima tan exitosa, de que no fueses capaz de repetir ese mismo triunfo con tu siguiente obra?
Desde luego que sí. Lo que pasa es que, a continuación de ‘El príncipe del calcetín mojado’, que es una obra infantil, escribo un par de obras más para niños que todavía están en el ordenador. Después me pasé al dramático y al adulto.
En el ámbito infantil has escrito ese ‘El príncipe del calcetín mojado’, el ‘Ogro rascapatrás’, ‘La extraña desaparición de Diodora’ y ‘La bruja del ojo de cristal’. Además, has escrito unas cuantas novelas también infantiles y juveniles. Como profesor, supongo que ese universo de niños y jóvenes era en el que más cómodo podías sentirte a la hora de escribir.
Claro, efectivamente. Es que la experiencia de tantos años con niños te hace escribir cosas que van muy dirigidas a ellos, para que tengan un poco de interés a la hora de trabajar. Se critica cuando no se trabaja, pero hay que hacer las cosas en el momento adecuado. Traté de abordar una serie de cuestiones que pueden ser muy interesantes para los niños.
«Rafael Doménech tiene la culpa de que yo me haya puesto a escribir»
Aludo ahora a tu faceta como profesor. ¿Son muy distintos los niños de hoy en día, de aquellos primeros con los que tú empezaste a dar clase?
Hombre, he visto una evolución, pero más en los padres que en los niños, en el sentido de que estos se entregaban y confiaban 100% en el maestro; pero llegó un momento en que pude ver que esa confianza se iba perdiendo. Incluso, llegaron a insultar a una profesora delante de mí. Y eso, unos años atrás, era impensable.
¿Has hecho alguna vez autocrítica en ese sentido? ¿Alguna vez has pensado: ‘nos hemos ganado este descrédito y este desprecio por parte de los padres’? ¿O somos los padres los que hemos cambiado enormemente y hemos perdido ciertos valores?
No señalaría a nadie en particular. Si acaso, señalaría el hecho, para bien o para mal, de que en ese principio del que hablas, solamente trabajaba una persona en la familia y la otra se encargaba de cuidar a los hijos. A raíz de que era necesario trabajar los dos para sacar una casa adelante, es cuando los niños se han encontrado más solos. Y cuando llegan a casa los padres, ¿qué hacen? Cualquier cosa porque haya paz en el hogar.
Y si el niño le dice: ‘oye, es que el maestro no sé qué’, pues en seguida el padre o la madre se ponen de parte del hijo sin contrastar qué es lo que ha ocurrido con el profesor, y te llega al colegio con los humos un poco subidos.
Volvamos a la parte del autor literario. ¿Te resulta más fácil escribir literatura juvenil o adulta?
Hablaría de ‘menos costoso’, porque nunca es fácil. Me encuentro cómodo escribiendo tanto para niños, donde incluso me divierto más, como para los adultos. Estos últimos tampoco me resultan complicados. Me baso muchas veces en un hecho histórico y, a raíz de ahí, monto todo un argumento. Para bien o para mal, creo que tengo cierta facilidad para dar en la tecla.
«La experiencia de tantos años con niños te hace escribir cosas que van muy dirigidas a ellos»
¿Tienes alguna obra a la que, por el motivo que sea, le tengas un cariño especial?
Hay varias, pero si tengo que destacar alguna es la que en un principio se tituló ‘Quién mató a don Braulio Montes’. Luego, le cambié el título porque realmente era un spoiler y se acabó titulando ‘Paz amarga’.
Bueno, ‘Muerte de un viajante’ ha funcionado con el spoiler y todo.
(Ríe) Pero es que en esta ocasión la muerte no ocurre en el primer capítulo, sino más tarde. O sea, que se sabe que ese señor, que es tan malo, la va a palmar sí o sí.
Esta novela, desde luego, es en la que más a fondo me he empleado. Temporalmente está situada en la época de la posguerra de la Guerra Civil española, con todo lo que representa en términos de dificultades para sacar las cosas adelante.
¿Te sientes más cómodo escribiendo drama o comedia?
Me siento más cómodo en la comedia. De hecho, las últimas obras que he estrenado no son 100% comedia, porque hay parte dramática en algunas de ellas. Pero sí, me siento muy a gusto con la comedia.
«Antes los padres se entregaban y confiaban 100% en el maestro, pero llegó un momento en que esa confianza se iba perdiendo»
Repasemos la sinopsis de ‘Cecilia’: “Cecilia, la protagonista, es una mujer madura, que aparentemente vive feliz con sus recuerdos de juventud, pero guarda en su interior una tremenda amargura por la muerte de su hija y un gran rencor a su difunto marido. Si hubiera que definir con una palabra esta obra, sería la incomunicación, pues, a pesar de amarse profundamente, no fueron felices por falta de comprensión. Es un drama romántico, con toques de humor y alguna pincelada erótica”. Manuel, dices que tiene toques de humor, pero, así leído, parece estar muy lejos de ser una comedia.
No, no es comedia, es drama. Lo que pasa es que la obra comienza como si fuera una comedia. En un principio, parece desenfadado y el público se ríe, pero llega un momento en que, cuando entra el segundo protagonista, realmente comienza a descubrirse el pastel, el motivo del rencor y del odio, y la razón por la que no se han comunicado ni han sido felices.
Vamos a mirar al futuro. ¿Tienes ya algo en puertas?
Sí, tengo una novela escrita en el ordenador, a la que estoy dando los últimos toques; ya voy por la sexta o séptima revisión.
Eso es lo peor: las correcciones.
Es lo más costoso, porque siempre se retoca algo, siempre falta una coma.
«Me siento más cómodo en la comedia, aunque en las últimas obras que he estrenado hay parte dramática en algunas de ellas»
Cuando la entregas, ¿estás siempre satisfecho o eres de los que dicen: ‘es que si la revisase una vez más, seguro que le encuentro alguna otra cosa’?
Siempre encuentras algo.
¿Y cómo decides que ya no vas a revisarla más?
Al final llega un momento en el que tú ya no encuentras nada. Pero después, cuando ya está la obra en papel, te das cuenta, releyéndola una vez más, de esos pequeños errores. Siempre hay algo.
¿Qué me puedes contar de esa nueva novela?
Tiene título ya: ‘El cantero de Cuelgamuros’, y saldrá para Año Nuevo. Quiero tomar cierto tiempo para darle los últimos toques.