En 1812 Napoleón Bonaparte tenía Europa bien cogida por el gaznate. ‘Le Petit Cabrón’, como se refería a él buena parte del populacho patrio, controlaba por aquel entonces toda Europa occidental y central, y se había embarcado en aquella loca aventura de invadir Rusia que, como se sabría no mucho tiempo después, le saldría bastante rana.
Nadie lo sabía, pero a aquel Imperio francés (o napoleónico, como cada cual prefiera) le quedaban sólo dos años de apogeo. Dos años más en los que el pequeño (leyenda urbana por otra parte, ya que con su 1,69 de estatura estaba quince centímetros por encima de la media francesa de la época) emperador hacía turismo por toda Europa a los mandos de su ejército.
De València a Benidorm
Tanto turismo hacía ‘Le Petit Caporal’ que sus tropas acabaron invadiendo, no sé sabe si por error o por pura inercia, las costas de Benidorm. Él, claro, estaba a otras cosas enfrascado como estaba ya en el frente ruso. Pero un día de marzo de 1812 las tropas napoleónicas arribaron, como lo había hecho apenas siete décadas antes la Verge del Sofratge, por mar a aquel pueblo de marineros.
Y es que el general Suchet llevaba, al menos, dos años tratando de hacer caer València, y, dicen, ya había intentado alguna que otra vez desembarcar en Benidorm en 1810 y 1811. El militar francés, por fin, consiguió hacer caer el ‘cap i casal’ en enero de 1812 y, tras ella, fueron cayendo Dénia, Jávea o Moraira.
El general Suchet llevaba dos años tratando de hacer caer València y había intentado desembarcar en Benidorm en 1810 y 1811
Por tierra o por mar
Las crónicas de la época cifran en 1.500 soldados la fuerza imperial que comenzó su camino desde Dénia hacia Alicante en el mes de enero y, aunque mucha documentación de aquellos días se ha perdido con el paso del tiempo y, por lo tanto, no existe constancia clara de ello; muchos historiadores dan por hecho que esas tropas terrestres habrían conquistado Benidorm en su camino.
De lo que sí existen indicios claros es de que un buen contingente de militares franceses desembarcó en Benidorm a principios del mes de marzo de 1812, ya que, y de esto sí existe documentación escrita, a mediados de mes un centenar de soldados desplazaron a Dénia un cargamento de trigo que previamente habían desembarcado en Benidorm.
Una ocupación pacífica
La llegada de los franceses a Benidorm, que es ya segura el día 19 de marzo de 1812 (cuando se aprobó la Constitución de Cádiz), habría sido, en todo caso, muy pacífica, ya que en los registros parroquiales de la hoy capital turística de la Costa Blanca no existe indicio alguno de que se produjeran fallecidos a causa de la llegada de las tropas napoleónicas.
Una vez tomada la villa, la ocupación estuvo a cargo de la División Habert y en la ciudad (entonces pueblo) se estableció el general Gudin; instaló su residencia en el Castell y ocupó la iglesia de San Jaime y Santa Ana, que fue profanada por los invasores.
En el Castell instaló su residencia el general Gudin, y ocupó la iglesia de San Jaime y Santa Ana
Los primeros ingleses
Todo esto provocó la llegada de los primeros ingleses a Benidorm, porque, ya se sabe, en aquella Europa en guerra constante, allá donde un francés ponía un pie, no tardaba en llegar un británico para tratar de hacerle la vida lo más incómoda posible.
Así, el día 10 de agosto (como si ya supieran el buen destino veraniego que iba a ser Benidorm doscientos años más tarde), dos barcos ingleses bautizados como HMS Minstrel (un navío pequeño y ligero con veinte cañones destinado al Levante español), y HMS Philomel (una corbeta de 384 toneladas y dieciocho cañones). Al mando de los capitanes John Strutt Peyton y Charles Shaw, las dos naves se acercaron a la costa y observaron un grupo de tres pequeños barcos corsarios franceses en el puerto de Benidorm.
Falta de paciencia
Los franceses, que vieron la jugada, pusieron dos de sus tres barcos a resguardo en tierra, y formaron una batería de seis cañones para protegerlos. Los ingleses, que en eso de querer tocar las narices a los franceses llevaban años de experiencia, se resignaron ante la realidad de no poder atacar a sus enemigos, pero optaron por mandar cada noche un pequeño bote para, al menos, mantenerlos bloqueados en tierra.
Pero la paciencia no era una de las virtudes del hombre al mando de la operación, el teniente Michael Dwyer, y harto de la espera decidió atacar al alba del día 12 de agosto, a pesar de tener que hacerlo en clara inferioridad de fuerzas.
A pesar de tener que hacerlo en clara inferioridad de fuerzas, el teniente Michael Dwyer atacó al alba del día 12 de agosto
Muerte a bayonetazos
Dwyer y sus hombres estuvieron muy cerca de conseguir su objetivo, pero los franceses reaccionaron rápido y mandaron refuerzos a sus baterías en la playa, consiguiendo matar a varios de los británicos y herir al teniente que lideró el ataque y que, pese a todo, se negaba a rendirse.
Tal fue la ferocidad de Dwyer, que consiguió provocar que a unos y a otros se les acabara la munición en sus armas de fuego, y que, sólo cuando los franceses cargaron con la bayoneta y lo mataron de diecisiete punzadas, se pudiera dar el intento de desembarco por concluido.
Un año de enfrentamientos
Ese fue el inicio de un continuo toma y daca entre franceses y británicos en las costas de la actual Marina Baixa, que, aunque los registros también se han perdido en gran medida y no se puede determinar con exactitud, se cree que no terminaría hasta el verano de 1813, cuando la presencia francesa se evapora del resto de localidades y, por lo tanto, es factible pensar que también desaparecería de Benidorm.
Ahora, más de doscientos años más tarde, la presencia británica en Benidorm está mucho más asentada que la francesa, aunque, por fortuna, las dos nacionalidades y todas las demás que arriban a la ciudad cada temporada lo hacen con fines mucho más pacíficos y recreativos.