Es cierto que las catástrofes naturales, especialmente las tormentas severas, en ocasiones tienen un carácter imprevisible. Y es que el cielo es cambiante, y en cortas distancias puede haber un abismo entre la normalidad y la desolación, como tristemente ha sucedido en nuestros municipios.
A pesar de ello los estudios sí son capaces de identificar a ras de tierra dónde existen mayores peligros para, posteriormente, ofrecer soluciones que se adelanten a los futuros peligros. La zona cero de esta catástrofe ya estaba identificada y, lo que es peor, tenía proyectadas infraestructuras para evitar, o al menos reducir, el daño que una DANA como la sufrida ha ocasionado.
Se trata del proyecto de la presa de Cheste, la cual venía acompañada de otras obras que servirían para encauzar las aguas y desviar el riesgo que los municipios y las personas podían correr ante estas situaciones. Una obra que fue anunciada a más de media docena de municipios en 2004, para ser paralizada y dejada en el olvido bajo criterios ideológicos.
Estaba diseñada para regular los caudales procedentes de la cuenca alta de los barrancos del Poyo y del Pozalet
Un plan para prevenir catástrofes
Los municipios de Alaquàs, Aldaia, Catarroja, Cheste, Xirivella, Godelleta, Massanassa, Paiporta, Picanya, Riba-roja de Túria, Torrent, Quart de Poblet, Loriguilla, Mislata y València, fueron identificados como las zonas con mayor riesgo de inundación, algo que tristemente se ha comprobado como cierto.
La presa de Cheste estaba diseñada para regular los caudales procedentes de la cuenca alta de los barrancos del Poyo y del Pozalet, mitigando así el impacto de las lluvias torrenciales.
Además, se preveían actuaciones en el Barranco de la Saleta, una de las principales demandas del Ayuntamiento de Aldaia. La propuesta incluía la creación de corredores verdes y parques que funcionarían como zonas de laminación natural, integrando soluciones hidráulicas con espacios urbanos y minimizando el impacto ambiental.
Esta zona cero de la catástrofe ya estaba identificada
La cancelación y sus consecuencias
Sin embargo, la cancelación del Plan Hidrológico Nacional en 2005, y el cambio de prioridades en las políticas hídricas, dejaron en el aire muchos de estos proyectos. La inversión prevista de 160 millones de euros no se materializó en su totalidad, y las obras de la presa de Cheste y las actuaciones en los barrancos quedaron paralizadas.
Con la reciente DANA se ha demostrado que la ausencia de estas infraestructuras ha tenido consecuencias palpables. Las localidades mencionadas han vuelto a sufrir inundaciones, con calles anegadas, viviendas afectadas, pérdidas económicas significativas y, especialmente, con pérdida de vidas humanas y familias destrozadas. La falta de sistemas de regulación y encauzamiento de aguas pluviales ha evidenciado la necesidad urgente de retomar estos proyectos, aunque, sin duda, ya llegan tarde.
En 2005 la cancelación del Plan Hidrológico Nacional y el cambio de prioridades en las políticas hídricas cancelaron el proyecto
Una actuación que ya era urgente
El cambio climático ha incrementado la frecuencia y severidad de fenómenos meteorológicos extremos. Las danas son cada vez más comunes en la cuenca mediterránea, y las previsiones apuntan a que esta tendencia continuará. Ante esta realidad, la planificación y ejecución de infraestructuras hidráulicas eficientes no es una opción, sino una necesidad imperante.
La combinación de soluciones estructurales, como presas y encauzamientos, con medidas naturales, como corredores verdes y zonas de laminación, ofrece un enfoque integral para afrontar el problema. Además, estas actuaciones pueden integrarse en el entorno urbano y rural, aportando beneficios adicionales en términos de espacios verdes y calidad de vida.
Un mundo sin esta catástrofe era posible
A estas alturas es difícil predecir si la construcción de la presa de Cheste, y las infraestructuras que se preveían en los diferentes barrancos, habrían evitado la situación desoladora consecuencia de las riadas del 29 de octubre.
Sería frío e injusto intentar cuantificar cuántas vidas se habrían salvado con un sistema de retención o desvío de las aguas para disminuir el caudal de más de dos metros de altura que atravesó los municipios. Pero más frío e injusto es que, a pesar de las advertencias y el historial de inundaciones de la zona, una decisión política provocara que decenas de miles de familias carecieran de protección.
No caben las ideologías
La cancelación de este proyecto, sobre el cual ha existido poca información a pesar de la necesidad evidente del mismo, es una prueba más de cómo la ideología o la política nunca debe anteponerse a la seguridad humana.
Dicha catástrofe es un triste recordatorio de las consecuencias de la inacción. Proyectos como la presa de Cheste y las actuaciones en los barrancos del Pozalet y la Saleta podrían haber mitigado significativamente los efectos de la DANA. Es momento de que las administraciones retomen estos planes, actualizándolos si es necesario, pero sin más demoras.
El Plan Sur
Producida en el año 1957, la anterior Gran riada de València acrecentó la urgencia de crear infraestructuras que protegieran a la zona y a sus vecinos del peligro de las lluvias torrenciales. Bajo este contexto salió adelante el Plan Sur, que desvió el cauce del río Turia fuera de la ciudad de València hasta el cauce artificial actual.
Esta gran obra ha evitado que la catástrofe llegara hasta la ciudad de València, con la salvación de vidas humanas. Una ‘barrera’ contra la riada que, desde el anterior gobierno municipal valenciano, plantearon derogar, lo que habría devuelto el cauce por los actuales Jardines del Turia con el peligro correspondiente para miles de habitantes de la ciudad de València.