Entrevista > Nuria Soliveres / Profesora de valenciano (Tàrbena, 12-julio-1970)
La mayoría de los adultos no somos conscientes de las enormes dificultades, muy superiores a las actuales, que tendrán los jóvenes de hoy en día, para adaptarse al panorama laboral, que se complicará todavía más con la consolidación de la Inteligencia Artificial.
Sí lo es desde hace años Nuria Soliveres, catedrática de Lengua Valenciana y Literatura en el IES María Blasco, tutora de tercero de la ESO desde 1996 y que, además, en su trayectoria profesional ha formado parte de equipos directivos. Comenta que el comportamiento de sus alumnos en clase ha cambiado ostensiblemente en esta última década, y uno de los motivos es la falta de concentración en las aulas.
“Apenas un 20% podrá triunfar en el futuro”, lamenta, mientras el resto tendrá severos problemas de todo tipo. Quizás por eso les recomienda que se especialicen en una formación profesional, “porque cada vez es más difícil encontrar a un fontanero o a un electricista, por ejemplo; en cambio abogados hay a patadas”, reflexiona.
¿Cómo se está desarrollando el curso?
Con normalidad porque los inicios son muy similares. El problema reside en que, desde la pandemia, los alumnos llegan con una serie de problemas emocionales, psicológicos o mentales mucho más acuciados de los que teníamos anteriormente. Cada vez es más grave y evidente: antes ya existía, aunque eran pocos los adolescentes que lo manifestaban.
«No hay un autocontrol de las pantallas, es el mismo error que cometemos jóvenes y adultos»
¿Cuál es el principal problema?
El déficit de atención es una consecuencia directa del abuso de las pantallas, principalmente de los dispositivos móviles.
Otro problema es que las familias en muchas ocasiones no disponen del tiempo necesario para educar a sus hijos en el uso de estas herramientas, muy útiles y necesarias hoy en día, pero, en cambio, sumamente nocivas. Evidentemente, resulta muy cómodo dejarles con el móvil porque están entretenidos, no molestan y, aparentemente, los tenemos vigilados.
Una consecuencia es el descenso de notas.
Efectivamente. Por fortuna, y de una forma acertada, los móviles se han prohibido en las aulas, pero seamos sinceros, el mismo error lo cometemos los adultos, porque no hay un autocontrol de las pantallas por parte nuestra. ¡En el carrito de la compra ya hay bebés con sus dispositivos!
Esto conlleva que, en un futuro no muy lejano, ese niño se convertirá en un adolescente totalmente dependiente de su pantalla, perjudicando su concentración y atención en las clases.
«Actualmente, con tanto trabajo burocrático, se obstaculiza y ralentiza nuestra labor docente diaria»
¿Esto qué provoca?
El cerebro se estimula de tal forma que estos jóvenes, cuando llegan al instituto, están acostumbrados a pasar pantallas, a que todo sea fugaz, instantáneo. Estamos en el mundo de la inmediatez, tan diferente a hace unos años, cuando en una clase los alumnos podían estar más o menos pendientes de las explicaciones durante un período más prolongado de tiempo.
¿Ahora cómo son?
Los razonamientos se han reducido en cuanto a su duración, casi al que marca o indica TikTok. Al explicar una cosa te das cuenta de que el alumnado desconecta con mucha facilidad. Ves sus caras, sus gestos o su nerviosismo: es fácilmente perceptible. Debemos programarnos las sesiones -de unos cuarenta y cinco o cincuenta minutos- de manera que hagamos muchas actividades variadas para que sean clases activas, participativas y que se puedan implicar sin desconectar de la clase.
Asimismo, la parte de los contenidos, ahora llamados saberes, debe ser explicada de manera muy breve. Es mucho más agotador para los profesores porque debemos captar su atención constantemente, ser flexibles y saber adaptarnos a lo que teníamos programado en un principio.
«Los referentes tradicionales han cambiado: son muchos más y diferentes porque los padres se separan»
¿Qué futuro se les presenta?
Complicado, solo tenemos un 20% de alumnado bueno, que sabrá triunfar vaya donde vaya. Por otro lado, nos encontramos en la actualidad con adolescentes que se les cruzan los cables y son capaces de montártela en clase, de cuestionar la autoridad del profesorado. Muchas veces les pregunto “¿el día de mañana cómo te ves?” No lo tienen claro, es normal por su falta de madurez.
Pero, al mismo tiempo, estamos creando una sociedad muy individualista, excepto en sucesos como la DANA, donde los jóvenes se han portado de manera extraordinaria implicándose desde el primer momento.
¿Las referencias familiares se han perdido?
Muchas veces sí. Ahora los referentes tradicionales han cambiado: son muchos más y diferentes porque los padres se separan y cada uno pronto tiene una nueva pareja, por lo que aparecen nuevas personas en sus vidas con las que empezar de cero, con otra serie de valores o educación.
Al alumnado actual se le debe entender, empatizar con ellos, ponerse en su lugar y, a partir de ahí, poder trabajar el tema de las emociones para que, posteriormente, puedan rendir en clase.