¿Industria de la seda? En Requena hubo, te dirán. Pero esta respuesta apresurada olvida que también Utiel llegó a ser importante productor sedero. Que los gusanos esos que, para alegría de nuestros padres, muchos escolares criamos en cajas de zapatos (porque era ‘un trabajo para el cole’, asegurábamos, y a veces teníamos razón) también produjeron tan cotizadas hebras.
Sin embargo, sucedió hace bastante tiempo, cuando confeccionar ‘telas preciosas’ comenzó a diversificarse más allá del barrio de Velluters (terciopeleros o sederos: trabajaban con ‘vellut’, tejido de fibra o pelo natural) en la capitalina València, que llegó a ser tan importante en esta manufactura como para albergar el Col·legi de l’Art Major de la Seda (Colegio del Arte Mayor de la Seda), sede desde 1494 del gremio.
La lejana Asia
En cuanto a nuestra comarca, la zona daba no pocas dificultades para el cultivo de la morera (‘Morus alba’, literalmente ‘morera blanca’), morácea (como ficus, higueras o el árbol del pan), del orden Rosales (como sus ‘hermanas’), cuyas hojas se convierten prácticamente en el único alimento de los gusanos de seda (‘Bombyx mori’), de donde se obtendrá el tejido. El procedimiento resulta sobradamente conocido, pero recordémoslo.
Las larvas (los gusanos en sí) tejen un capullo de seda que servirá para proteger su conversión individuo ya adulto, la polilla o mariposa de la seda, domesticada hace siglos a partir de la polilla salvaje china (‘Bombyx mandarina’). Originarios de Asia estos insectos lepidópteros (el orden Lepidoptera, de las palabras griegas clásicas ‘lepís’, escama, y ‘pteron’, ala), al igual que la morera, la Ruta de la Seda se encargaría de diseminarlos por Occidente.
La zona daba bastantes dificultades para el cultivo de la morera
Productivas larvas
La función del capullo de una larva de este tipo, como decíamos, no es otra que la de servir de crisálida (de ‘chrysallís’, dorado), de resguardo. Para que no la destruyan, los hervimos y recuperamos los hilos. Y se saca no poco: un capullo de seda cruda puede llegar a medir de trescientos a unos novecientos metros de largo.
Pero no nos hagamos ilusiones: para conseguir unos cuatrocientos gramos de seda necesitamos del orden de dos mil o tres mil capullos. Eso no quita para que la manufactura de estos paños deviniese tan importante como para extenderse desde el ‘cap i casal’ hasta prácticamente todo el ámbito de la hoy Comunitat Valenciana, aunque entonces algunas poblaciones no pertenecieran en puridad al Reino de Valencia (1239-1707).
Un capullo de seda puede medir hasta novecientos metros de largo
Trasvase de talleres
La verdad es que los labriegos de la época conseguirían vencer pronto los problemas botánicos, y ya en 1612 se consignaba una importante plantación de moreras en Requena. Para la vecina Utiel, esto conllevaría ventajas económicas: cuando decrecía la industria requenense, este municipio acogía a varios trabajadores, talleres enteros, de hecho, dedicados a la seda. Esto se materializó especialmente desde el siglo XVIII.
Así, el gran catastro de la Ensenada (llamado así porque fue propuesto al rey Fernando VI, 1713-1759, por Zenón de Somodevilla y Bengoechea, primer marqués de la Ensenada, 1702-1781), confeccionado por estos lares entre 1751 y 1752, si bien consigna que por la época hay en Requena 480 de los 557 telares de la zona, en Utiel se registran ya al menos treinta maestros artesanos tejedores. Aún aumentarían, a decir de las crónicas.
Aquí se acogieron talleres enteros desde el siglo XVIII
Papeles y gusanos
Para entonces Utiel ya había conseguido, en 1645, el título real de ciudad, gracias a una pernoctación allí de Felipe IV (1605-1665). Para el XVIII, se aposenta la industria sedera en este municipio, que esa misma centuria estrena la portada neoclásica del actual edificio consistorial, en 1788. Son años de buen comercio para Utiel, con una producción manufacturera que alcanza también para destilerías de aguardiente y molinos de papel.
No obstante, la industria papelera utielana comenzó a agostarse en la pasada centuria, al tiempo que lo hacía la producción sedera en toda la comarca. Para la época, en realidad, Requena había apostado ya, definitivamente, por el vino, y no tardaría en hacerlo Utiel. Aunque la producción vitivinícola de la denominación de origen, desde 1932, de Utiel-Requena hubiera pasado sus malos ratos, que llevaron al uso de las ya desaparecidas alcoholeras, para destilar el vino no vendido.
Vestigios fabriles
El asunto estribaba en convertir aquellos caldos en alcohol de quemar. Pero el fantasma alcoholero desaparecía por el horizonte. La recuperación del mercado exterior, tras el empuje del vino francés, impecablemente publicitado, y la devastadora guerra civil (1936-1939), abrían las puertas de los campos de la comarca. Pero, ¿y la seda?, ¿qué queda de ello? Algo testimonial en Requena y su casa-museo en lo que fue desde 1740 sede gremial.
¿Y Utiel? Quizá el hecho de tratarse de talleres aislados haya tapado un tanto la historia. En esta pequeña y tranquila ciudad, hoy de 11.632 habitantes censados en 2023, de nutritivo casco histórico, edificios de máximo seis alturas y bodegas-cueva de obligada visita, la huella de la seda ha quedado sepultada por la fama del vino. Que, al cabo, debe su arranque a dineros que, entre otras fuentes, se hilaron hebra a hebra.