Entrevista > José Jiménez Fernández / Artista (Beas de Segura, Jaén, 11-febrero-1943)
Formó parte inolvidable de la infancia de muchos, gracias a sus películas y canciones, que todavía canturreamos, como ‘Doce cascabeles’ o ‘Campanera’. Pero como indica José Jiménez Fernández, ‘Joselito’, eso fue hace mucho; vive desde hace décadas muy tranquilo en Utiel, acompañado de Marifé Gabaldón, su segunda esposa, “dando largos paseos y atendiendo, siempre que puedo, a los medios de comunicación”.
Nos anuncia que no quiere hablar de su periodo más oscuro, el que le puso entre rejas. “Lo he explicado ya muchas veces: pagué por mis errores y no quiero recordarlo más”, se limita a matizar. Lo respetamos, por supuesto, porque debe ser reconocido como una persona que llevó con orgullo los nombres de Beas de Segura, Utiel y España por todo el planeta.
A los cuatros años de edad ya mostraba una voz prodigiosa, que le condujo a ser pronto conocido como ‘El pequeño ruiseñor’. Llegó a Utiel y tuvo la fortuna de toparse poco después con Luis Mariano, su padrino y el que le catapultó a la fama, pasando por París, media Europa, Japón y Estados Unidos. “Mis películas son parte de la historia de España y de muchos otros lugares del mundo”, expresa.
Hijo adoptivo
En nuestro municipio, con una calle a su nombre, en breve le concederán el honor de ser hijo adoptivo de Utiel. “Hijo predilecto no puedo porque lo soy de Beas de Segura, mi pueblo, pero me hace muy feliz”, confiesa, enormemente satisfecho. También le brindaron hace escaso tiempo un premio en Hornos (Jaén), “la localidad donde nació mi madre”.
Utiel para Joselito lo es todo y así lo ha gritado allí donde le ha transportado su arte. Ha pasado, de hecho, la mayor parte de su vida entre nosotros, donde se siente uno más, lejos de los focos mediáticos, y aquí piensa finalizar sus días, junto a Marifé, recordando viejos tiempos. Al igual que sus vecinos utielanos se vieron afectados por la DANA, aunque por fortuna únicamente a nivel material.
«Me pasaba nueve meses de ‘tournée’ por todo el mundo, y en los otros tres rodaba una película»
¿La vida ha sido injusta contigo?
En absoluto, para nada. ¡He sido un privilegiado! Por ejemplo, visité muchas veces Estados Unidos y un sinfín de países del continente americano. En todos ellos se pasaban mis películas y cantaba, todo un honor para mí.
¿Nos podrías describir cómo es tu día a día en Utiel?
A mi edad, muy normal. Estoy con mi mujer, hago alguna entrevista para la televisión, acudo a los compromisos y damos largos paseos, de hora u hora y media. Guardo muy buenos recuerdos de este municipio, de la finca que tenemos, donde hemos pasado excelentes momentos de entretenimiento.
¿Qué ha significado Marifé en tu vida?
Todo. No sé cómo hubiera sido mi vida sin ella, ni lo que haría. Jamás me lo he planteado porque sería terrible. Por fortuna está viva y estamos muy bien. Ha sido como un ángel, marcándome siempre la dirección correcta.
¿Cómo llegas por primera vez a Utiel?
En mi pueblo era imposible vivir de los fandangos que cantaba -apenas me daban comida a cambio-, y me trasladé con mi hermano mayor en el sillín trasero de una bicicleta hasta Utiel (251 km.). Al primero que conocimos, en una posada, fue a Paco ‘El Manco’, un tratante de caballería.
Mi hermano andaba buscando trabajo en el pantano del Generalísimo (actual embalse de Benagéber) y yo me quedé al resguardo del tío Paco y su mujer.
«Marifé Gabaldón lo ha sido todo en mi vida; no quiero imaginarme cómo hubiera sido sin ella»
¿Es entonces cuando te descubrieron?
Estando con ‘El Manco’ me salió un representante en Utiel, quien tuve la suerte de que me acompañara hasta València, a ver a Luis Mariano. Me llevaron a su camerino, me oyó cantar y me emplazó para dentro de tres meses en París.
Mis actuaciones se retransmitían en directo y en color cuando aquí, en España, ni siquiera existía la televisión. Actué junto a Maurice Chevalier, que me cogió en brazos y me hizo cantar. Sería 1955 y fue mi despegue definitivo.
Los rodajes, ¿cómo los recuerdas?
Muy bonitos todos, porque ya era un ídolo: ganaba tres millones de pesetas por cada película. Le prometí a mi madre que volvería millonario y que sacaría a toda la familia de Beas, como conseguí, ya en la segunda, ‘Saeta del ruiseñor’ (1957).
Fue en Priego de Córdoba y años más tarde me hicieron una estatua de bronce, a tamaño natural, pequeñita como soy yo (ríe). Les estoy muy agradecido, también a los increíbles homenajes que me han hecho después. Asimismo, quisiera destacar ‘El ruiseñor de las cumbres’ (1958), la tercera de mis películas, en parte grabada en Utiel. Los más ancianos del lugar todavía guardan esos días de rodaje en su retina.
¿Qué tal era la relación con Marisol?
Mi primer film fue cinco años antes que el de Marisol. Con Pepa (Flores) hemos sido muy, muy amigos, porque es y sigue siendo un encanto.
¿Cuántas giras hiciste por América?
Ufff, ¡toda mi vida la he pasado en América! Mis años eran todos idénticos: tenía nueve meses de ‘tournée’ artística por Francia, Italia, Israel, Nueva York y muchas ciudades más, cantando a diario. Era lo que más dinero me generaba, obviamente. Después regresaba y en los restantes tres meses rodaba una película, ya fuera en España o México.
«Luis Mariano me oyó cantar en su camerino y me emplazó a París, donde mi fama se disparó»
¿Eso era vida para un niño?
Pues no, pero también me llevaban entre algodones. Por supuesto que no he tenido la infancia de un niño normal: a los cuatro años, recuerdo, ya cantaba en mi pueblo, para ganarme unas perrillas. Me acercaba a las cantinas y allí mostraba mi voz; ganaba un duro diario, que era el sueldo de mi padre cavando de sol a sol.
¿Le molestaba a tu padre esa situación?
¡Noooo! Lo mío era un don, un privilegio que tenía y que empleaba para comer algo. Por eso me quise ir y, repito, volver millonario, como le había prometido a mi madre.
¿De qué manera deseas que se te recuerde?
Como una persona que hizo su trabajo desde la infancia, que tuvo mucha suerte, y que me recuerden como lo que fui: un privilegiado con aquella voz. Además, era buen actor, y ese es mi legado, que estará durante muchísimos años. Después de que me muera seguirán poniendo mis películas en televisión.
¿Tendrás cariño a ciertos programas?
Por supuesto, ‘Cine de barrio’, con José Manuel Parada. Me ayudaron mucho, especialmente en una segunda época, en la etapa de decadencia. Igualmente, Mª Teresa Campos, que siempre me trató muy bien, como todos. Sigo teniendo muy buena relación con todas las cadenas.
«Prometí a mi madre que volvería millonario para sacar a la familia de Beas; lo conseguí en la segunda película»
Háblanos de tus dos hijos y cuatro nietos.
Ya son mayores y por desgracia no los tengo cerca de Utiel. Unos están por Teruel, otro en Italia, trabajando como investigador… Mi hijo Isaac es capitán de la Guardia Civil y mi nieto, su hijo, teniente del mismo cuerpo. Puede ser que algún día sea bisabuelo (sonríe).
¿Te aburre si te llaman Joselito?
Es casi inevitable. Para nada me cansa ni me molesta, forma parte de mí. Lo asumo como una cosa natural, de buen grado. Así me recordarán toda la vida, aunque en Utiel soy uno más, no soy Joselito.
¿Qué significa para ti que te hayan puesto una calle y que en breve seas hijo adoptivo?
Una ilusión tremenda, que agradezco infinitamente a Utiel, como no se puede uno imaginar. Para mí es un logro muy especial que me llevaré a la tumba, ahora que soy muy mayor. Es lo más bonito que me podían hacer en este pueblo que tanto quiero.
Primero me pusieron una calle, próxima a la alameda, y ahora me nombran hijo adoptivo. Soy hijo predilecto de mi pueblo, Beas de Segura. Me gustaría dar las gracias a la Asociación Artística Enrique Rambal, quien ha promovido este logro.
¿Cómo fue dar el pregón de la feria?
Otro regalo, hace dos años. No fue un pregón al uso, sino que manifesté lo que sentía y pensaba de Utiel. Empecé diciendo “yo no nací en Utiel, pero hace setenta años que vivo aquí y soy un utielano más”. En parte es agradecimiento que me tiene el municipio, porque en todos los rincones del mundo se conoce Utiel por mí, cuyo nombre he llevado con orgullo.
Siempre he promocionado el municipio y sus maravillas, como los vinos, y lo seguiré haciendo. Voy a pasar el resto de mis días en este lugar.