Pedro Sánchez va camino de cumplir siete años consecutivos en el poder, desde el 1 de junio de 2018 cuando salió adelante la moción de censura presentada contra Mariano Rajoy, y lo ha hecho con la ‘habilidad’ de pactar para conseguir la mayoría parlamentaria suficiente.
Cambios de opinión
Pongo entre paréntesis lo de la habilidad porque tras las elecciones de abril de 2019 decidió que votáramos de nuevo, ya que no quería gobernar con Pablo Iglesias: “los españoles no dormiríamos tranquilos con Iglesias en el Gobierno”. Pero tras las celebradas en noviembre de ese mismo año no solo se abrazó a él, sino que lo nombra vicepresidente e integrante de la comisión del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).
Luego los tribunales echaron para atrás este último cargo, como está pasando con la amnistía a Puigdemont, y como ha ocurrido con otros nombramientos más que cuestionables, pero las cesiones políticas estaban ahí.
Casi progresista
Tras las últimas elecciones, con el PP como fuerza más votada, volvió a resurgir la ‘habilidad’, esta vez para crear un gobierno llamado progresista aunque para ello haya que pactar con el PNV o la ultraderecha secesionista de Junts.
De nuevo previamente era inviable negociar con el prófugo Puigdemont, del que Sánchez decía “traeremos de vuelta para que rinda cuentas ante la justicia” y afirmaba que “la amnistía no cabe, porque supone el olvido”.
Todas las instituciones
Pero poco a poco, con esos ‘cambios de opinión’ (como él los ha denominado) sobre lo que promete antes y lo que hace después, lo que sí ha podido hacer es abarcar todas las instituciones poniendo al frente a personas de su máxima confianza, algunos de ellos ministros que habían cumplido ya su papel.
De esta forma ha conseguido el control directo del Tribunal de Cuentas, Tribunal Constitucional, Banco de España, Fiscalía, RTVE, CIS… e incluso colocando a otra ministra como vicepresidenta de la Comisión Europea, aunque para ello se de luz blanca a otros nombramientos de la extrema derecha.
También el partido
Dentro del partido el poder no se queda ya en Madrid, ahora las comunidades autónomas van teniendo como responsable socialista a quienes todavía son ministros, abarcando así también esta parte importante del PSOE y posicionándoles para competir en las elecciones de 2027.
Podríamos igualmente hablar de los representantes españoles en el extranjero, nuestros embajadores, cuyos nombramientos han sido criticados por la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE). O incluso de las empresas privadas, como el control de Telefónica cuyo presidente ha sido nombrado desde el Gobierno.
Sindicatos contra la oposición
Y no acaba ahí esa enorme capacidad de posicionar peones en todos los centros de control. ‘Gracias’ a que la vicepresidenta Yolanda Díaz aprueba normativas y subidas solo pactando con los sindicatos (es decir todos a una en lugar de arbitrar entre las partes sin posicionarse, es como un árbitro de fútbol que arbitrara jugando dentro de uno de los equipos) los sindicatos están en deuda, y han salido a la calle a manifestarse contra quien no gobierna, la oposición, algo inédito.
Control de la oposición
Esa habilidad hay que reconocérsela. Ha conseguido controlar hasta a la oposición. Con esa estrategia de salir todos los ministros en tromba con un slogan monotemático distinto cada día, siempre atacando al PP (aunque pierdan propuestas por sus socios de gobierno) y siempre con argumentos simplistas (para que calen) han puesto al principal partido de la oposición en una postura absurda.
Digo absurda porque se dejan llevar por el día a día y salen a defenderse de esos ataques, o contraatacan pero igualmente sobre los mismo argumentos del ataque que toque ese día, en lugar de seguir su camino, su argumentario y su política sin salirse de su línea y sus objetivos.
Es decir: al final ha conseguido ‘llevarlos al huerto’. Solo queda cambiar la Sesión de Control al Gobierno por la Sesión de Control a la oposición, y el círculo quedaría cerrado.
Todos menos Puigdemont
Conseguido todos a una y uno por encima de todos solo una parte se le escapa de la ecuación: Carles Puigdemont. El partido independista (Junts) a quien España no le interesa, según sus propias palabras, con solo siete diputados sobre los 350 del Parlamento y con un presidente huido de la justicia española, está consiguiendo que el gobierno baile al son que él toca.
En este caso no ha valido la capacidad de cambiar de opinión, el darle todo lo que ha ido pidiendo desde la amnistía a decir que los jueces han prevaricado, y todas las cesiones a Cataluña de manera constante, a la carta. Puigdemont ha cogido eso y lo ha dado la vuelta a su favor.
El mandatario, en su propio exilio por no afrontar sus responsabilidades ante la justicia, marca el ritmo. Lo pudimos ver hace muy poco: el domingo 26 de febrero el decreto ómnibus no se iba a cambiar, como afirmaba vehementemente Pedro Sánchez en el cierre del congreso regional del PSOE en Canarias, y repetían todos los ministros. El lunes día 27, a petición de Junts, se cambió.
No es no, sí es sí…
Ahora estamos con algo tan imprescindible como los Presupuestos Generales del Estado, la principal ley: “Sin presupuestos no hay nada que gobernar. Un Gobierno sin Presupuestos es tan útil como un coche sin gasolina” le decía Sánchez a Rajoy en 2018. Pensar que Junts va a apoyarles y perder su posibilidad de seguir ‘jugando’ con el ejecutivo español, parece poco probable.
Y para otro mes hablaremos de este ‘no es no…’ o sí del Gobierno dependiendo de lo que me interese, a la dureza del ‘solo sí es sí…’ o no de Errejón cuando es a él a quien le toca.