Entrevista > Marco Potyomkin / Documentalista e historiador
Este mes de enero se ha vuelto a poner en marcha el Ciclo de Cine Solidario de l’Alfàs del Pi. Dirigido desde hace diecisiete años por Javier Pascual, en esta ocasión se ha apostado por dedicarle buena parte del protagonismo al documentalista Marco Potyomkin, una decisión que Pascual explica afirmando que “es una persona que ha dedicado su trabajo cinematográfico a los derechos humanos y a la memoria histórica”.
“Nos conocimos y él mismo se ofreció a darme el permiso de distribución y de proyección de sus cuatro documentales. Además, antes de meterlos en la programación, yo los había visto y me parecieron potentísimos. Merecía la pena proyectarlos en l’Alfàs del Pi y darle toda la difusión posible porque son realmente increíbles”, recalca.
«Mis documentales tienen en su trasfondo los derechos humanos y, fundamentalmente, la vulneración de los mismos»
Marco, ¿por qué dice Javier que merecía la pena proyectar tus documentales?
Fundamentalmente, mi trabajo siempre es dar voz a la gente que no la tiene. Por eso entroncamos en algo social, como es este ciclo de Cine Solidario. Estos cuatro documentales tienen el trasfondo de los derechos humanos y, fundamentalmente, la vulneración de los mismos.
Son tres películas sobre la guerra y la represión, y una sobre migraciones, el derecho a migrar y cómo en este país hemos recibido a los migrantes.
Unas películas que, como es el caso de ‘Flores bajo el hielo’, se centran en contar historias reales.
‘Flores bajo el hielo’ es una película de memoria, pero fundamentalmente es una película protagonizada únicamente por mujeres. En este país, el Estado ha hecho un poco dejación de sus funciones en cuanto a memoria y por desgracia, esa es la razón de esta película.
En los centros educativos no aparece la memoria, nuestro pasado más cercano, el que nos construye como personas, y eso se ha dejado en manos de asociaciones que, a su vez, durante muchos años han trabajado fundamentalmente sobre el hombre de acción, el miliciano, el guerrillero… Pero, ¿dónde estaba la mujer?
«El Estado ha hecho un poco dejación de sus funciones en cuanto a memoria»
En definitiva, dónde estaba la mitad de la población.
Es que la mujer, las perdedoras de la Guerra, también estaban allí y generalmente no nos han hablado de ellas. Como es un documental hemos dado voz a las protagonistas de estos hechos y ellas en primera persona cuentan su historia.
¿Cuántos relatos has podido reunir?
Son dieciocho mujeres las que cuentan un relato increíble de exilio o de exilio interior, que se quedaron atrapadas junto a los vencedores. Es un relato de mujeres que sobrevivieron a unos años de torturas, de fusilamientos, de exilio forzado, de robo de niños, de trabajo forzado y ellas lo cuentan y han sobrevivido.
«En occidente nunca acogemos bien»
¿Cómo llegaron a ti esas historias?
Soy documentalista, pero también soy historiador. Nací en Huesca y estudié en la Universidad de Zaragoza; nosotros ahí conocemos muy bien lo que es el exilio a Francia. He escuchado muchos relatos sobre ello. Hace ya bastantes años hice un documental, ‘Sueños colectivos’, que trataba otra historia.
En esa película escuché muchas historias que se quedaron fuera de la misma, pero lo que más me sorprendió fueron tres relatos de mujeres que me contaron su exilio a Francia. Es que era increíble cómo en este país, con este pasado, eso no se cuenta en las aulas.
También has traído a l’Alfàs ese ‘Sueños colectivos’. ¿Por qué?
Porque es una película que habla de la revolución dentro de la guerra en el Alto Aragón. Es una región que se fracturó durante la Guerra. La parte occidental era donde triunfó el golpe y cogió las tres capitales de provincia: Huesca, Zaragoza y Teruel.
Pero en la zona oriental, camino hacia Cataluña, hay sobre todo una zona rural donde en ese momento casi no había partidos políticos, sino que la gente estaba sindicada y eso era, digamos, lo más significante.
Eran mitad CNT y mitad UGT. Gente del campo que durante la República había conseguido avanzar mucho, había luchado por los derechos. La gente tenía un trabajo que era casi esclavo, de sol a sol.
Pero esa gente, de pronto, se vio sin ‘patrones’
Los fascistas de los pueblos habían huido. Eran los grandes terratenientes, pero los campesinos, en pleno mes de julio, se dan cuenta de que había que cosechar y tomaron una decisión que ahora vemos que es muy loca, porque a lo mejor no la entendemos, pero lo que hicieron es decir ‘aquí no hay fronteras’, ‘no hay terrenos’.
Juntaron todas las tierras y trabajaron juntos; sacaron una de las mejores cosechas en décadas para vivir en esos pueblos. Esa experiencia colectivista duró casi dos años, pero fueron los mejores momentos para esos territorios en toda la historia. Los niños dejaron de trabajar en el campo, se crearon escuelas en todos los pueblos, se creó la primera especie de Sanidad Pública para todos.
En ‘El baobab de piedra’ das un salto temporal y espacial y te ‘vienes’ mucho más cerca, a València.
Viví durante muchos años en Valencia y el germen de esta historia se sitúa durante la visita del Papa Benedicto XVI. Durante muchos años, en el Turia, había un puente bajo el que malvivía mucha población inmigrante, la gente que no tenía recursos.
La primera vez que vi eso había a lo lejos muchas fogatas, sacos de dormir en muy malas condiciones… A los dos años, llegó el Papa y el Ayuntamiento de Valencia decidió que eso afeaba la ciudad y los expulsaron de ahí. Ese puente para mí era el baobab de piedra.
¿Por qué?
Porque el baobab es el árbol de África donde la gente se reúne, es un árbol protector. Y ese puente, para mí, era un símbolo tremendo, porque en occidente, donde no acogemos nunca bien, sólo les dábamos eso y, además, se lo quitamos. Ese fue el germen del documental.
Hicimos un trabajo sobre migraciones, sobre el derecho a migrar y sobre cómo desde occidente acogemos. Me fui a Melilla, estuve trabajando en los dos lados de la valla y preguntando a los inmigrantes cómo hacían, pero también hablamos con gente receptora, gente de asociaciones. Hablé también con gente en Valencia, de la Sierra de Segura, donde había mucha población migrante para recoger la oliva. Y en esos tres focos, como tres pequeños epicentros, creé un trabajo sobre el derecho a migrar y el derecho vulnerado a migrar.