Decimos goyescas y las mentes vuelan. Por ejemplo hasta los cielos de la moda. Hoy conocemos como goyescos a los ropajes retratados contemporáneamente por el pintor Francisco José de Goya y Lucientes (1746-1828). Esto nos lleva desde el afrancesamiento rococó imperante cuando Goya aplicó sus primeros pincelazos en plan serio, sobre 1770, hasta la reacción por la sencillez, procedente de una Inglaterra que había descubierto el algodón.
En fin, generalmente resumimos todo esto como una fusión de las ropas tradicionales regionales con las modas extranjerizantes vestidas por la nobleza y, luego, la burguesía. Pero también definimos por tales a las obras, y al trabajo de sus correspondientes autores (no abundan las autoras), al estilo de Goya. En ello, autores varios, como, uno de los más destacados, el valenciano Daniel Sabater y Salabert (1888-1951).
Obras macabras
Ahora bien, ¿a qué etapa o más bien, pues muchas se superponían, ‘serie’ de las pinturas de Goya se refieren los pintores goyescos? ¿A la de los cartones para tapices, entreverada entonces con apuntes de realismo social, como ‘El albañil herido’ (1777), o la de retratista para la Corte, la religiosa, los pesadillescos ‘caprichos’, las pinturas ‘negras’ o quizá los ‘Desastres de la guerra’, puro ‘gore’ en grabado?
La parte más macabra del creador plástico de la zaragozana Fuendetodos parece que fue lo que marcó a Daniel Sabater, tanto por su serie ‘Hechicerías’, que iba a triunfar en Francia, como por otras muchas que llevó a que la crítica patria, horrorizada, a que le aplicaran el apodo por el que ya sería conocido, del “pintor de las brujas”, lo que casi le hace abandonar la plástica, y de hecho le motivó a emigrar.
La parte más macabra del creador de Fuendetodos lo marcó
Escasos datos
Fue, en verdad, muy viajero Daniel Sabater, que había demostrado inclinaciones artísticas desde temprana edad, con solo ocho años, cuando ya le daba por dibujar todo y de todo. El caso es que fue en el ‘cap i casal’ donde nació y donde se formó al principio, incluso académicamente, como artista plástico, en especial dedicado a la pintura, el dibujo y la caricatura, donde pudo explayar su importante carga irónica.
No se sabe mucho más. Poco registro enciclopédico hay sobre quien, sin embargo, llegó a ser un importante nombre en el arte, especialmente en el continente americano, de norte a sur. Aún hoy, casi toda la información sobre Daniel Sabater la copa el joven cantautor pop murciano de igual nombre. En el caso del pintor, aparece ante todo en páginas de subastas francesas o anglosajonas.
No le temblaría el pulso al retratar, literalmente, cadáveres
De aquí para allá
La itinerancia vital de Sabater iba a jugar a favor de este reconocimiento internacional. A cambio, las temáticas del artista, más cuando España iba a vivir una guerra civil (1936-1939) con todas sus consecuencias, obraron en contra de que el valenciano fuera más conocido en su país de nacimiento y aún de residencia digamos ‘oficial’. Demasiada angulosidad temática, tanto en su vertiente puramente academicista como la caricaturesca.
Aunque algunas fuentes, que se salen de la biografía estándar, hablen de visitas habituales a su patria chica, lo cierto es que Sabater acabó sus estudios en Barcelona, ciudad que acabó siendo su última residencia. Pero entre medias iba a viajar mucho. En 1904 marchaba a Madrid, donde, como su admirado Goya, pintaría abanicos por encargo. Y en 1912 a París, donde trabajó por encargo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Sus retratos de falleras se han visto en las páginas de diversos llibrets
Terribles modelos
Es a su vuelta a Madrid cuando, tras una carrera como retratista fuertemente influida, también, por los trazos goyescos, además de realizar miniaturas para joyería (al estilo de los maestros flamencos del XVIII), aparecen los primeros bosquejos de su obra más peculiar, apocalíptica en muchos casos, transida de dura ironía, sátira, los más. Sabater no le temblaría el pulso al retratar, literalmente, cadáveres, incluso en descomposición.
Cada mañana marchaba al hospital barcelonés de la Santa Creu i Sant Pau (Santa Cruz y San Pablo) a tomar apuntes de estos modelos que, para Daniel Sabater, no eran nada mudos. Las críticas a esta, hoy muy alabada, parte de su obra pictórica le harán mella y, una vez más, hace las maletas. Ahora incluso cruza el charco: Nueva York, La Habana, México D.F., Montevideo.
Alcance internacional
Podemos hoy rastrear por dónde pasó Sabater, y con triunfos, si anotamos otros países que hoy poseen, en sus museos, obra del autor valenciano: Alemania, Bélgica, Brasil, Francia, Países Bajos, Suecia. Y sí, también España, pero menos. Nadie es profeta en su tierra, asegura el tópico, y con este pintor se cumple. Quizá es justo aquí donde menos se le conoce.
Como en la propia ciudad natal de València, pese a que sus hoy míticos retratos de falleras se han visto en las páginas de diversos llibrets festeros, además de en publicaciones oficiales. Nació en sus calles, se embebió de cierto espíritu muy de aquí, pero un 27 de septiembre fallecía en Barcelona, la ‘ciudad condal’, este creador al que, de nuevo, supieron conocer, en suma comprender, más allende nuestras fronteras que dentro.