Casas del Rey es una pequeña aldea de apenas cuarenta vecinos. Los fines de semana y periodos festivos su población aumenta debido a dos grandes motivos: por un lado, los vecinos de València que poseen una segunda vivienda buscan la desconexión campestre; por otro lado, los lugareños de la vecinísima Venta del Moro suben a tomarse el aperitivo a media mañana y cambiar un poco de aires.
No es tarea sencilla vivir todo el año en una aldea situada a 750 metros de altitud y sin apenas servicios. Hay un bar, eso sí. Y una Iglesia. Pero poco más. Unas pequeñas instalaciones deportivas en las afueras de la aldea y una bodega puesta en marcha por la creciente ciudadanía de los Países Bajos, que lentamente se va instalando en la Comunitat. Recientemente también han impulsado un alojamiento rural en el ‘corazón’ de la aldea.
Venta del Moro
Unos pocos kilómetros separan Casas del Rey de Venta del Moro, municipio del que depende y donde viven buena parte de sus trabajadores. Allí se encuentran los centros escolares, estancos, piscina municipal, farmacia y servicios básicos de cualquier pueblo. Hasta seis aldeas dependen de la localidad.
La relación de Casas del Rey con otras aldeas es muy cordial, aunque siempre ha habido sanos ‘piques’ con Casas de Moya. Dos kilómetros le separan a pie, que es decir poco y mucho al mismo tiempo en un paraje donde en invierno se desploman las temperaturas. Ambas aldeas tradicionalmente se han enfrentado en torneos deportivos y de carácter gastronómico.
No es tarea sencilla vivir en una aldea situada a 750 metros de altitud y sin apenas servicios
Lugares de interés
Esta pequeña aldea destaca por la proliferación de pequeños jardines bien cuidados, así como por el afán de sus vecinos a tener sus calles, terrazas y balcones bien ornamentados con plantas que dejan una sensación agradable al visitante. Las huertas de la Bullana y algunas de sus fuentes gozan de una calidad de aguas que es orgullo de los casarreños.
Entre las fuentes cabe citar la del Tío Mario, Fuente Grande, Fuente del Hambre y Fuentecilla, entre otras. Además, existen variadas rutas senderistas, como las de Collado de la Horca, Casas de Moya, Puente de la Bullana, Venta del Moro y Pino de los Dos Hermanos, entre otras. Y por supuesto la estampa de viñedos, olivos y almendros en los alrededores hasta Utiel y Requena.
Las huertas y sus fuentes gozan de una calidad de aguas que es un orgullo para sus vecinos
El bar, centro neurálgico
Como suele ser habitual en los pueblos, el bar representa el punto de encuentro de vecinos y visitantes. Si es normal en los barrios de las ciudades, o en los rincones de un pueblo, todavía más en una aldea, donde la oferta gastronómica es casi inexistente. En el bar, antiguo centro del jubilado, se dan cita sus pocos residentes, los habitantes de la vecina Venta del Moro y algún que otro visitante.
Un tablón de anuncios preside el comedor de la entrada. En el mismo se informa de todo lo necesario a los vecinos; desde el calendario de la Inspección Técnica de Vehículos (ITV) de los tractores hasta los puntos de recogida de residuos, pasando por las actividades del club cinegético o los horarios de vacunación de las personas mayores.
En la II República los comités políticos locales cambiaron el nombre por el de Casas de Lenin
A vueltas con el topónimo
Su topónimo fue en el pasado motivo de polémica. Algunos afirman que procede del Archiduque Carlos de Austria, quien pernoctaría en la aldea en 1706, en plena Guerra de Sucesión, en su camino a Requena. Otra teoría cree que la realeza de su nombre se debe por estar situada en tierras del rey que eran arrendada por la villa de Requena a los campesinos de la zona.
En 1926 los vecinos decidieron cambiar el nombre por Casas de Cristo Rey en honor a su patrón, pero los avatares de la historia y la política hicieron que durante la II República los comités políticos locales decidieran retomar el nombre anterior por el de Casas de Lenin, más acorde con los sucesos revolucionarios de la época.
Finalmente volvió a recobrar su nombre histórico de Casas del Rey el cual ya figura, por cierto, en documentos del siglo XVIII.
El futuro de la aldea
Casas del Rey comenzó siendo un pequeño caserío del siglo XVIII. En 1752 sólo tenía tres vecinos. Hace un siglo, sin embargo ya alcanzaba los 252 habitantes (en 1920). El máximo de población lo alcanzó en 1950 con 308 habitantes y 76 viviendas. La puesta en marcha del turismo rural, las rutas del vino de la denominación Bobal y la rehabilitación de algunas de sus viviendas arroja un futuro prometedor a la aldea.
Anteriormente residió una fábrica de aguardientes, dos ollerías, un estanco, barbería, carnicería, lugares de baile y un casino. Como en el resto de aldeas venturreñas (exceptuada Jaraguas), las escuelas se cerraron hace tiempo. Quién sabe si tres siglos después nos encontramos a punto de vivir una nueva edad de oro para esta pequeña aldea.