El Palmar es una conocida pedanía de la ciudad de València. Casi la más alejada del ‘cap i casal’ si no contamos a los vecinos de El Perellonet. Sólo un puñado de vecinos viven a lo largo del año. En concreto, entre semana. Su ubicación se antoja idílica; en pleno paraje natural de la Albufera, muy cerca de la ciudad y bien conectada en términos de infraestructura.
La devastadora DANA del pasado mes de octubre que azotó buena parte de la provincia de València apenas afectó a la pedanía. Quizá algunos terrenos alejados del casco urbano. Los vecinos del lugar hablan con alivio del mal que podrían haber sufrido, habida cuenta del daño ocasionado a sus vecinos de la comarca de l’Horta Sud.
No obstante, las noticias tanto a nivel local como internacional sobre la DANA, hicieron que la hostelería de la pedanía se desplomara. Pese a dedicar parte de su economía a la pesca y agricultura, El Palmar vive fundamentalmente de la hostelería. Por decenas se cuentan unos restaurantes que quedaron desangelados desde entonces. Afortunadamente han iniciado su recuperación.
Moteros y ciclistas
La carretera de acceso que une València con El Palmar comienza a animarse los fines de semana. Se aproxima el mediodía y multitud de ciclistas y moteros despliegan su clásica presencia por la CV-500 al acercarse la hora del aperitivo. El tráfico vuelve a resultar denso, pero la estética de los arrozales y los cormoranes bien valen cierta lentitud al volante.
En las marquesinas, los turistas esperan el autobús. Algunos todavía caminan con sus palos y chirucas, en un trajín que viene y va por la Dehesa. El angosto camino que se desvía hacia El Palmar vuelve a ser lo que era: densidad de tráfico y carteles improvisados anunciando paseos en barca.
Un angosto camino hacia El Palmar recupera sus carteles anunciando los paseos en barca
El solar como aparcamiento
Tras el único puente con semáforo que regula la entrada y salida a El Palmar, el inmenso solar que yace a la derecha vuelve a colmarse de vehículos estacionados. Se trata del aparcamiento que el ayuntamiento habilita a fin de que los vecinos de València y turistas en general dispongan de su espacio y no saturen el centro de esta pedanía.
Un vigilante cobra por ordenar y vigilar los vehículos que llegan. Pese a todo los hay que se atreven a recorrer las pocas y estrechas calles de esta pedanía de València en busca de un anhelado lugar donde aparcar. Muchos terminan haciéndolo de manera ilegal, en curvas o salidas de garaje.
Muestras de la buena salud hostelera lo da el trasiego en las terrazas de la Plaza de la Sequiota
Prohibido los autobuses
El acceso de los autobuses a El Palmar está prohibido. Así lo deja clara una señal nada más llegar a esta pedanía. Se intuye que sólo pueden descargar a sus pasajeros en el solar de la entrada. El autobús 24 de la EMT goza en exclusividad de esta autorización.
Tampoco se puede sobrepasar los 30 kilómetros por hora de velocidad en el lugar. Junto a las diferentes acequias se alinean arrocerías para todas las carteras; desde las más exclusivas a las más populares. El burbujeo del gentío en la Plaza de la Sequiota evidencia la recuperación hostelera de una pedanía que vuelve a multiplicar su población a mediodía.
Muchos turistas anularon vuelos y cruceros al escuchar la palabra DANA junto al ‘cap i casal’
Campanadas y menús
Las campanas de la parroquia que preside la plaza marcan los tiempos. Algún aventurero en vehículo se atreve a llegar hasta el corazón de una pedanía cuya calzada la ocupan las sillas y mesas de la multitud de arrocerías que se alinean en cada portal. Parejas y familias sin reserva pasean mientras los camareros tratan de convencerles.
De jueves a domingo El Palmar abre sus puertas. Algún restaurante hay que se atreve a abrir a principios de semana. Y raro es el que lo hace por la noche. El grueso del cliente lo hace a partir del jueves y casi siempre para comer un arroz o una ‘fideuà’ a mediodía. En el casco urbano no se ve ni rastro de la DANA. Quizá en los campos aledaños y próximos a la Albufera.
Entre semana
“Si sale el sol el domingo El Palmar vuelve a llenarse. El sábado hay bastante afluencia y el viernes bastante menos”, comenta Helio Moreno, camarero de uno de los restaurantes de la calle Francisco León. En esta calle y colindantes aparecen pequeñas barracas que resultan de gran atractivo para los turistas.
Por las calles y terrazas se escucha hablar valenciano y castellano, al tiempo que otros idiomas extranjeros. En la antigua comunidad de pescadores se lamentan de que los turistas dejaron de venir por culpa de las noticias de la DANA.
Así lo indica Josep Bernal, uno de los repartidores de la zona: “Algunos alemanes nos han dicho que dejaron de venir porque en su país decían que la DANA había azotado València, por eso anularon los vuelos y dejaron de venir cruceristas”. “Toda la hostelería de El Palmar, entre semana, vive del turismo… el colocar la palabra DANA junto a València, así en general, nos ha hecho mucho daño”, concluye Josep Bernal que se alegra de la lenta recuperación de la hostelería local.