Entrevista > María de Lapera / Actriz (València, 1-febrero-1989)
Actuar y bailar junto a sus amigas siendo niña, además de ver mucho teatro, motivó a María de Lapera a hacerse actriz, seguir su camino. “Sentía que me fallaba si no me dedicaba a eso”, confiesa. Muchos de sus recuerdos son cantando o bailando, “me apasionaba ya comunicar, a ser posible en colectivo”, manifiesta.
Sin embargo, reconoce que no fue una decisión sencilla, “me costó mucho tomar la determinación de estudiar Arte Dramático tras la carrera oficial, expone. Hoy se define como creadora, no únicamente actriz, capaz de escribir y dirigir sus espectáculos.
Destaca su formación en ‘Escalante’, mientras estudiaba danza y creación coreográfica en EBC Danza, del que surgió como trabajo final de máster -desarrollada después en colectivo- la obra feminista ‘¡Habla, coño, habla!’
«Es realmente difícil renunciar al subidón, la adrenalina y la magia que te produce la actuación»
¿De dónde parte tu deseo de ser actriz?
Tuve una infancia muy creativa, al crecer en una urbanización en la que nos juntábamos seis amigas para bailar y hacer funciones teatrales. También pertenecí a una Falla, donde igualmente actuaba, disfrutando.
Aunque parezca mentira, muchas hemos sentido detonar esa pasión mediante situaciones tan insignificantes como bailar las ‘Spice Girls’ en un casal fallero. Cuando descubres ese subidón, esa adrenalina y esa magia es realmente difícil renunciar a ello.
¿Imitabas o te fijabas en alguien?
Siempre que iba al teatro decía “¡guau, qué chulo!”, aunque vengo de una familia donde la profesión marca un estatus, y eran todos reputados médicos o profesores. Por desgracia no sentí su apoyo pleno y tuve una batalla interna entre seguir los referentes familiares o mi propio instinto.
¿Por eso optaste por estudiar?
Hice la carrera más creativa que pensé, Comunicación Audiovisual, con la posibilidad de acercarme a las cámaras, ver más cine… No me arrepiento en absoluto, pues el bagaje cultural que adquirí fue amplio y posteriormente lo he podido aplicar a mis proyectos.
«Realizar tu propio espectáculo no es fácil: debes estar pendiente de la producción, los bolos, la distribución…»
¿Eres camaleónica, te gusta cambiar de formato?
Soy muy polifacética porque he hecho ¡muchas cosas!, como múltiples performances en la noche. El transformismo es otra de mis pasiones, y lo llevo a cabo con Rossmary, habitual presentadora de las fiestas del Cabanyal-Canyamelar.
Mis proyectos personales, a los que dedico mucha energía, son dos: la compañía ‘Unaovarias’, junto a Laura Bellés, Arantxa Lecumberri y María Martí y, sobre todo, ‘Fast and Furius’ (and the f*cking flowers), mi primera producción en solitario.
Háblanos de la obra.
Sola en escena, relato mis fallidas experiencias en el amor durante cinco años de soltería (no deseada). La protagonista está ansiosa por encontrar su media naranja y va dando bandazos en la vida. Se trata de una comedia dramática, muy divertida y catártica, al menos para mí, ojalá también para el público.
¿Al más puro estilo Bridget Jones?
Podría ser, pero me ubico más en ‘Fleabag’, serie que recomiendo fervientemente, que rompe con la cuarta pared -mirando a la cámara-, como me gusta hacer. En ‘Fast and Furius’… ella, una florista, ve cómo su ex regresa tras dos años sin dar señales de vida -habiendo, además, pasado página- y le pide un ramo, para su nueva novia.
«Desde el sector nos deberíamos preguntar por qué muchas salas están vacías, ¿vendemos bien el producto?»
¿Sentiste vértigo al desarrollarla?
Mucho, tras tanto trabajo colectivo. Me preguntaba qué sería capaz de crear si estaba sola, la estrené en Ruzzafa Escénica y estoy muy satisfecha de la respuesta. No ha sido fácil, porque, pese a sentirme acompañada, debes estar pendiente de la logística, la producción, la gestión de bolos y su venta.
Estar en València tampoco ayuda.
Nuestra profesión no es sencilla, pues en España, a diferencia de otros países, el presupuesto destinado a la cultura es muy bajo. Tampoco tenemos un público demasiado informado o sensible hacia las artes escénicas, va mucho más a festivales musicales que a teatros. ¡Pocas veces las salas están a rebosar!
Desde el sector deberíamos reflexionar qué sucede. ¿Sabemos comunicar bien nuestro producto? ¿Creamos obras que dejan un buen sabor de boca al espectador? Lo complicado es saltar de nivel, resistir, porque si no cuentas con una productora potente… Hay que picar piedra hasta que te conozcan, tengas un nombre y confíen en ti: el proceso es agotador, pero si funciona, muy gratificante.
¿Piensas incluso en abandonar?
En múltiples ocasiones, porque al ser polifacética me gustan muchos aspectos, pero creo que hoy, más que nunca, el teatro -el arte en vivo- es necesario y quiero formar parte de él.
No obstante, tengo igualmente claro que en el momento que no me compense, cambiaré, no quiero sufrir por mi profesión, sino lo contrario, disfrutar de ella. ¡Ya pasé por esa época!