Sacra Leal, poeta notable y apasionada de la actuación, cree mucho en el destino, aquel que le puso en el camino a Antonio Porpetta, “quien a pesar de sus orígenes eldenses triunfó lejos”. El escritor le puso en contacto con Luzmaría Jiménez Faro, su esposa, uno de los seres más influyentes en la trayectoria de nuestra protagonista.
De la mano de la editora publicó sus mejores obras, como ‘La revolución del llanto’ o ‘Mujeres y café’. Siempre prefirió centrarse en la poesía, con la incursión (breve) en algún relato corto, sin atreverse con la narrativa que exige una novela, “una labor de gran magnitud, para los escritores de verdad”, reconoce.
Leal considera, de igual modo, que un buen poema debe respirar, “como un buen guiso”, y conlleva un sinfín de transformaciones. En la actualidad ha optado por centrarse en su trabajo en el grupo Carasses Teatre, donde interpreta el papel de ‘María La Calderona’, reconocido en diversos certámenes.
Dices que actuar y escribir comenzó como un juego.
Porque se produjo de una forma muy temprana. No es tanto lo que recuerdo como lo que me hacen rememorar mis compañeras de colegio, que de vez en cuanto me comentan las rimas infantiles que escribía.
¿Esos primeros poemas eran de amor?
Para nada. Tenía una gran necesidad de protestar: posiblemente me salió antes la rebeldía que el romanticismo. Ese espíritu lo he conservado, aunque de alguna manera con los años se suaviza, cuando descubres que ciertas actitudes no van a ningún sitio.
Conforme te haces mayor esas ganas de cambiar el mundo se marchan.
«Luzmaría Jiménez fue capaz de rescatar autoras olvidadas y abrir puertas a las que éramos más noveles»
¿Cuál fue entonces el punto de inflexión?
Escribía porque era innato en mí, hasta que descubrí que me gustaba ‘beber’ de esa fuente. Seguidamente, no sé si por azar, me fui encontrando con personas que sienten las mismas inquietudes y se fue construyendo un suelo algo más sólido.
¿Por ejemplo Antonio Porpetta?
¡Exacto! Yo pertenecía a un grupo de poesía y organizamos un evento al que acudió para dar una conferencia. Le conocí y me pidió leer alguno de mis poemas.
Poco después me instó a publicar un libro y me presentó a su mujer, Luzmaría, una de las pocas personas que focalizó su editorial en obras realizadas por mujeres. Rescató algunas autoras olvidadas, al mismo tiempo que abría una puerta a las más noveles.
¿Había mucho machismo en aquellos años?
Sigue habiéndolo, aunque ya no tanto. Esa década, la de los noventa, coincidió asimismo con un brote de rebeldía y necesidad de expresar. A continuación, hubo una criba, a diversos niveles, porque no todo vale.
«Me fascina meterme en otras pieles, personas, pensar como lo haría Bernarda Alba, tan estricta y visceral»
¿Cómo definimos tu estilo?
Es complicado, aunque es cierto que me gusta rebuscar en lo cotidiano: mirar la vida con esos otros ojos, buscando la magia en el día a día. Transformar esa realidad en algo mágico, que emocione al lector.
¿En qué estás trabajando ahora?
Mi faceta literaria está un poco apartada, por el tiempo que me ocupa el teatro, ya sea impartiendo clases en un taller, adaptando obras clásicas o interpretando un papel.
¿Tu pasión por el teatro de dónde procede?
Siempre ha sido una de mis grandes aficiones. De pequeña ya iba con mis padres al Teatro Castelar y en casa veíamos los maravillosos ‘Estudio Uno’ que emitían en la televisión de la época, obviamente en blanco y negro.
Me fascina meterme en otras pieles, personas, pensar como lo haría Bernarda Alba, tan estricta y visceral.
«Incluso los papeles más deleznables tienen esa parte emocional con la que debes conectar y enamorarte»
¿También haces el ‘viaje’ con los compañeros?
Por supuesto, es fundamental, entre otras cosas para conocer el personaje y saber en qué mundo de emociones se mueve. Incluso los papeles más deleznables tienen esa parte emocional con la que debes conectar y enamorarte.
Al final el teatro es una cuestión de amor, y ésa es la verdadera razón de hacer obras. Después la escena ya viene rodada, logrando el disfrute con el público y los compañeros.
¿Ellos son tu familia?
Son determinantes, especialmente en el mundo que me muevo, que es el del teatro amateur. Profesionalmente se vivirá de otra manera, aunque no creo que diste mucho.
Dinos qué obras estáis representando en la actualidad.
En este momento son tres, de las cuales hago el papel principal de ‘María La Calderona’, una actriz del siglo XVII que tuvo un papel relevante en la sociedad de entonces, con la posterior mala suerte de cruzarse con Felipe IV. De esa obra he recibido ya diferentes premios.
Las otras dos son ‘Romancero gitano’, de Federico García Lorca, y ‘Ne me quitte pass’, escrita con maestría por Daniel Gil.