Entrevista > Elena Gambi / Malabarista (l’Alfàs del Pi, 23-marzo-1995)
Tercera generación de una familia de artistas estrechamente vinculados con el mundo del circo, Elena Gambi acaba de ser premiada en el Cirque du Lux con el premio Alain Frère del Festival Internacional del Circo de Montecarlo, una cita que viene a ser algo similar a los Oscar del circo. Todo un acontecimiento que congrega a los mejores artistas circenses internacionales.
El circo es el mayor espectáculo del mundo. ¿Es así?
Totalmente, porque no es solo el circo, hay muchísimos otros ámbitos que desconocemos y yo estoy aquí para explicarlos un poquito más.
Recientemente has ganado un premio importantísimo. He leído que se consideran los Oscar del circo.
Así es. He recibido un premio especial del doctor Alain Frère, que viene en representación del Festival Internacional del Circo de Monte Carlo, en el circo de Luxemburgo, en el que he estado estas Navidades y, claro, estoy muy contenta de haber recibido este premio, la verdad que no me lo esperaba, pero ha sido muy gratificante.
«Conozco muchísimos circos en los que lo pasan mejor los adultos que los niños»
Eres alfasina y comenzaste muy jovencita en un centro de danza que aquí conocemos bien, el de Hazel Hiles. ¿El recorrido de la danza al circo es habitual?
Bueno, la verdad que el recorrido ha tenido muchas subidas y bajadas, pero si partimos del principio, con tres años mi madre me apuntó a las clases de Hazel, pero claro, con esa edad todavía no tienes las nociones y no me aceptaron hasta los cuatro años. Ahí empezó todo.
Empecé a dar clases de baile clásico y moderno y cada año hacía exámenes. Venía un examinador de Londres a cualificarte. He estado haciendo esto toda mi vida.
Además, mi padre, Serge Gambi, ha estado vinculado siempre al circo y nos ha querido mostrar ese amor y hacernos descubrir disciplinas tanto a mi hermano como a mí. En este caso, mi hermano descubrió los equilibrios y yo los malabares.
¿Cuánto queda de esa vida nómada con la que todos relacionamos al circo?
Ha ido cambiando en el sentido de que ese tipo de circo que viaja todas las semanas, incluso en países como Polonia o Dinamarca, día a día sigue existiendo. Yo no he vivido esto, pero sí he hecho lo de cambiar cada semana.
Es una forma de vivir diferente, pero no solo he hecho eso, he trabajado en establecimientos fijos en el que te dan un hotel o apartamento. Estos últimos años he tenido una suerte increíble porque mi apartamento o mi hotel estaba literalmente a 100 metros de mi camerino y del escenario.
Eso es algo importante porque los artistas del circo sois casi atletas de élite y ya no se trata tanto de comodidad, sino de estar siempre en la mejor condición posible.
Totalmente, porque nosotros vivimos de nuestro cuerpo y, por lo tanto, tienes que cuidarlo. Además, pasan los años y los dolores empiezan a venir. Tienes que cuidarte, tener una forma física, entrenar, comer sano y mantenerte para estar siempre al tope cuando subes al escenario. Así que, como dices, no es sólo cuestión de comodidad.
¿El circo es un espectáculo para niños?
Claro, pero no sólo es eso. También lo es para adultos. Muchas veces la gente se pone eso en la cabeza, sobre todo en la cultura española: ‘el circo es para los niños’ y no. Yo conozco muchísimos circos en los que lo pasan mejor los adultos que los niños.
«Tuve una época en la que quise desvincularme un poquito del circo y me dediqué a bailar »
Además, nos hace reconectarnos con el niño que llevamos dentro.
Sí, porque además ahora se han obligado a reinventarse. Hay muchos circos que lo hacen un poco estilo comedia musical, con una historia, una línea, una temática.
¿En qué momento tuviste esa revelación de saber que ibas a abandonar la danza más ‘canónica’ y transitar hacia elementos más circenses?
La verdad que toda la vida he querido ser artista. Era mi objetivo, entrené mucho para ello, pero fue al revés. Tuve una época en la que quise desvincularme un poquito por motivos personales y me dediqué a bailar. Estuve en Terra Mítica y en el Benidorm Palace dos temporadas.
Fue entonces cuando nos pilló la covid y pasamos momentos un poco más complicados, trabajando incluso sólo un día a la semana. Viví esa transición de ir creciendo a dos, tres y cinco días a la semana y fue muy gratificante.
A partir de ahí, como todos los artistas, considero que cuando uno tiene esa motivación de seguir creciendo, hay un momento que dices: ‘hay que dar un paso más, hay que salir de la zona de confort’. Yo me sentía en una zona de confort en la que sabía que a largo plazo no iba a crecer. Entonces, dije ‘vamos a dar este paso, es el momento’.
Más que un camino lineal, fue de ida y vuelta.
Sí, volví a reconectar con los malabares y el circo, pero es verdad que, al haberlo visto desde otro punto de vista, lo cogí todo de otra forma. Tuve muy claro cómo quería volver.
La vida te pone un montón de obstáculos y eso, de alguna manera, es lo bonito también. No todo es un camino de rosas. Puedes pensar que vas a volver y arrasar, pero he tenido muchísima suerte. He estado trabajando desde el principio en casas muy importantes y se me está presentando un futuro gratificante.
¿Eres buen público de circo? ¿Disfrutas los espectáculos de los demás o estás pensando más en el espionaje industrial y coger ideas para tus números?
Un poco de los dos. Me gusta verlos. Es muy importante ver a los demás, más que nada para desconectar un poquito. A veces sienta muy bien sentarte ahí y ver a tus compañeros en vez de estar actuando tú y tener esa presión.
Pero es verdad que soy crítica. Me gusta que alguien me transmita algo. Hay muchísimos artistas y muchísimos de ellos son muy buenos, pero últimamente veo muchos espectáculos y no veo gente que me transmita, y eso es lo que echo mucho de menos.
Cuando veo un número que ‘de pe a pa’ tiene algo que me llama, ahí es cuando conecto y es algo que me emociona. Es muy interesante de ver porque aprendes.
«Comencé a los tres años en la escuela de Hazel Hiles en l’Alfàs del Pi»
No hay duda de que a la hora de hablar del circo, a la mayoría de las personas lo primero que se nos viene a la mente es el Circo del Sol. ¿Cómo ves desde dentro esa percepción? ¿Canibaliza en exceso la fama o, precisamente por ello, ayuda a proyectar la imagen de los demás?
Te voy a hablar desde el punto de vista personal y el que he vivido con compañeros. Uno de mis sueños es trabajar ahí y no te lo niego, porque yo ya he hecho el casting en Gerona hace cosa de cinco años.
Me añadieron a su base de datos. Estás en ella y debes esperar a ver si sale un perfil que sea muy específico. Si es así, a lo mejor entras. ¿Qué pasa? O montan una nueva producción o tienen un perfil ya hecho y lo tienes que hacer tal como te lo dicen.
Sus producciones son espectaculares porque hay una inversión de dinero espectacular, muy grande: música, trajes, maquillaje, puesta en escena… son el número uno. Sin embargo, desde el punto de vista del artista, te elimina el elemento de la creatividad porque debes ceñirte a lo que ellos te dicen y te piden.
Es como rodar una película, vas a ponerte al servicio de esa producción.
Así es. Es muy positivo porque lo tienen muy organizado y la verdad que brindan muchas oportunidades. Te ayudan a todo para que seas el número uno. Las condiciones son excelentes. Sin embargo, he conocido gente que se ha ido a hacer un par de meses ahí y vuelven y dicen: ‘estaba en la sala de ensayos con otra pareja justo al lado mío haciendo exactamente lo mismo y me sentí como si fuese sólo uno más’.
Ese punto de vista, como te digo, es muy interno, pero hay que reconocer que ahora mismo son los mejores y no puedes luchar contra ellos. Dicho esto, hay muchísimos espectáculos en nuestro país que hoy en día están a la altura, e incluso más que ellos, y los desconocemos.
¿Ponemos algún nombre encima de la mesa?
Bueno, por nuestra provincia han pasado montajes como el del Circo de los Horrores o Cirque Clásica. La verdad que la puesta en escena está muy bien hecha y están haciendo un producto muy potente.
Sin salir de nuestra zona, y aunque no es un circo, destacaría el Benidorm Palace, que tiene un espectáculo muy completo con artistas de circo, bailarines, una historia, trajes… Y es que hay veces que queremos irnos súper lejos a ver espectáculos, y en nuestra misma comarca tenemos buenos espectáculos.
Tú eres ya de la tercera generación de tu familia que se dedica a este mundo. ¿Cómo empezó todo?
Mi abuelo, que se llama Jacques, empezó a ir al gimnasio. Él vivía en Lyon, Francia, venía de una vida completamente normal y, como te digo, se apuntó a un gimnasio. Empezó a entrenar y a través de esa actividad acabó montando un número principal, que era un número de perchas.
¿Qué es eso?
Consiste en tener un palo en tu hombro de hasta diez metros de altura. Él tenía a su hermano encima haciendo trucos. Era algo increíble. Luego, nació mi padre y él ya se dedicó al circo al cien por cien.
Y tú has optado por los malabares. ¿Cuál es tu número estrella?
Mi número estrella es el que llevo ahora trabajando tres años ya. He puesto mucho trabajo en la coreografía…
¿Tres años de preparación?
No. Ahora llevo tres años con él. Hubo un año completo de preparación antes de lanzarlo de manera definitiva. De hecho, existió una versión previa, pero no fue la final porque en el momento que lo saqué me tuve que adaptar a un formato que se asemejaba más al tipo de cliente que me iba a contratar.
La coreógrafa, que es Aurelia Katz, tenía un número de trapecio y ahora mismo es coreógrafa y monta espectáculos. Lo hemos montado juntas con un traje totalmente diseñado para mí.
«El espectador se va a encontrar cinco minutos de un número muy visual en el que voy a desarrollar mis malabares de una forma elegante y con clase»
¿Cómo explicarías ese número al lector para que lo pueda imaginar?
Tiene un gran toque femenino, porque malabaristas mujeres no hay muchas. Hemos intentado darle un toque que atrapa al que lo ve. Tengo un traje muy bien diseñado. Las pelotas están especialmente dibujadas y puestas en el traje. El espectador se va a encontrar cinco minutos de un número muy visual en el que voy a desarrollar mis malabares de una forma elegante y con clase.
Fuera de los malabares, como espectadora, ¿qué es lo que más te gusta del circo?
Es cierto que nunca me lo había planteado. Hay números que me gustan muchísimo y, especialmente, podría hablar de los propios artistas, gente a la que admiro y sigo. No es lo que hacen, es cómo lo hacen. Eso es lo que siempre me ha atrapado.
Los artistas y, en general, toda la gente que se expone al público, tiene que tener cierta dosis de ego. Siempre queréis gustar y supongo que lo que más os llena es el aplauso. En toda esa ecuación, ¿qué significan los premios como este que acabas de recibir?
La verdad que últimamente se ha puesto muy de moda el tema de los festivales, en que ponen una serie de números y los juzgan y luego puedes ganar un premio.
No soy muy fan de los festivales, porque considero que no puedes comparar artistas. No puedes comparar un número que, a lo mejor es muy físico y son ocho personas, con una persona que está sola en el escenario.
Dicho esto, también es cierto que es nuestra nueva forma de hacernos ver, porque tienes que pasar por ello para que la gente te vea en directo. Y cuando recibes un premio reconocido, pues te alegra bastante, la verdad. Lo bonito de estos acontecimientos es el intercambio que haces con los demás, porque he tenido ocasión de trabajar con personas de alto nivel.