La huella dejada por la cementera en San Vicente, sin duda, resulta ya indeleble. Activa desde el 27 de abril de 1927 (con antecedentes desde 1913) hasta 2008 (aunque el cierre oficial no se registrase hasta el 1 de agosto del año siguiente), almas, vidas (no solo las que se llevó por delante), paisaje; todo quedó, y aún lo está, marcado por dicha mole de ferralla, institucionalizada casi en suelo sanvicentero.
Al final, parece que toda la industria de aquí se resume ahí, en la cementera. Pero no: hay mucho más. Componentes industriales, luminotecnia variada (como, obviamente, lámparas, tanto domésticas como algunas especificidades, tipo las usadas para secado en la industria gráfica), productos químicos, textiles técnicos (ofrece categorías extra, además de las habituales de una tela) o cerámica, que en realidad fue la primera.
A partir de la arcilla
Echemos mano a la tierra, ¿qué tenemos? Como ya hemos visto en febrero, con el reportaje ‘Entre las dos orillas secanas’, básicamente nos encontramos con suelos arcillosos. Esto ya nos tendría que dar una buena pista. Es cierto que la manufactura del barro donde arraigó finalmente fue en la vecina Agost, con la que, como vimos, San Vicente mantiene desde siempre una relación digamos que de cordial vecindad.
Esto, sin duda, facilitó flujos laborales entre ambas poblaciones. Por aquí, hoy, tenemos ejemplos de empresas dedicadas a temas como azulejos, pero el 9 de febrero de 1888 (1887 según algunas fuentes, aunque quizá estas acudan a la fecha de comienzo de las obras) teníamos, a las mismas puertas de la hoy ciudad, con sus 60.269 habitantes contabilizados en 2024 pero 3.911 en 1887, la primera.
Se había inaugurado en 1873 la carretera de San Vicente a Alicante
Además del agro
San Vicente del Raspeig, que se había independizado de Alicante ciudad en 1848 (a cambio, la urbe capitalina se quedaría bastantes de las pedanías sanvicenteras), estaba comenzando a crecer. Sus campos secanos pero, si bien tratados, fructíferos, así como la ganadería, habían comenzado a atraer a una abundante mano de obra procedente de Alicante, Agost, Ibi, Tibi o Xixona, pero también de Albacete, Jaén o Granada.
La carretera de San Vicente a Alicante (la actual CV-828, calle Alicante-avenida de Novelda) se había inaugurado en 1873 (comenzaba a construirse un año antes), lo que permitiría que se agilizasen relaciones comerciales entre municipios. Al cabo, San Vicente pertenece a l’Alicantí o Campo de Alicante. Pero, además de producción agrícola y ganadera, quedaba el camino expedito para ir a más en lo económico.
Atrajo abundante mano de obra procedente de Alicante, Albacete o Jaén
Había tren y tranvía
Esta Cerámica Alicantina, de nombre comercial aunque popularmente se la conocería como el Teular (fábrica de tejas) de Ferrer, por el apellido del padre de la saga fundadora (Jaime Ferrer Vidal), se convertiría así en la primera verdadera fábrica sanvicentera. Auspiciada además por una serie de infraestructuras. San Vicente ya poseía estación de tren: la parada se inauguraba en 1858. Y no tardó mucho en contar con tranvía.
De hecho, la Diputación le concedía al municipio en 1906 la línea 3 del tranvía (iba a estar operativo hasta 1969), uniéndolo aún más con un Alicante que está a tan solo seis kilómetros. Con tales mimbres pasados y futuros, con respecto al año 1888, es obvio que este primer pespunte industrial iba a suponer un soplo vivificante en lo económico. Que además iba a elegir una ubicación muy especial.
De Nueva Orleans se había traído la principal novedad que aportaba
Por todo el Mediterráneo
Hijos de Ferrer, Vidal y Cía, otro de los nombres de la firma, asentaba en la hacienda El Fondet, más o menos por donde el actual Colegio Mayor Universitario, parte del campus de la Universidad de Alicante. Justo por el lugar, recordemos, en que, en 1919, operó el primer aeropuerto de pasajeros provincial, que había llegado a ser también, durante la Guerra Civil, aeródromo, o sea, la base aérea de Rabassa (cepa de vid).
Una situación, por tanto, que resultaba estratégica. La empresa, que, a juzgar por los grabados de su propia publicidad, no era precisamente pequeña, supo extender sus productos por el Mediterráneo, como en el norte de África. Premiada en la exposición universal de Barcelona de 1888, o en las de València y Buenos Aires de 1910, la fábrica sacaba todos los días innovaciones desde los hornos.
Con teja plana
Como principal novedad aportada por la Cerámica Alicantina teníamos la llamada teja plana, un producto liso y rectangular que el fundador, el catalán Jaime o Jaume Ferrer, se había traído a San Vicente en la cabeza, tras verla en la estadounidense Nueva Orleans. Era el principal artículo, pero también fabricaban “ladrillos huecos” (con orificios pasantes longitudinales, o sea, los habituales) “y demás materiales de arcilla cocida”.
La Universidad de Alicante, surgida en 1968 como Centro de Estudios Universitarios (CEU) e institucionalizada en 1979, acabó por deglutir hasta el último resto de la compañía. Como dijimos, transmutó finalmente en un colegio mayor más o menos integrado en el llamado campus de Sant Vicent. La cementera iba a quitarle protagonismo en las crónicas. Pero la arcilla fue aquí algo más que la materia con la que se construyen los sueños.