Nadie quería atravesar ese túnel en los años ochenta. Oscuro y tenebroso. Refugio de yonquis y maleantes de diferente procedencia, el paso subterráneo que une la Gran Vía Germanías con Ramón y Cajal poco tiene que ver hoy con ese camino bajo vías del tren donde lo más normal es que sufrieras algún atraco.
Hoy en día el túnel de Germanías está limpio. Tiene papeleras e incluso una sólida cristalera que aísla bastante del siempre congestionado tráfico que une la Plaza de España y la salida Oeste de la ciudad con Marqués del Turia y la salida Norte de València. Los vecinos y turistas van y vienen tranquilos por ese paso subterráneo que poco tiene que ver con el sórdido túnel de hace dos o tres décadas.
Como en ‘The Warriors’
En 1979 se estrenó una película de gran impacto, ‘The Warriors (amos de la noche)’. Dirigida por Walter Hill y basada en la novela homónima de Sol Yurick, el filme presenta a los Warriors, una banda callejera a la que acusan injustamente del asesinato del líder de un grupo rival. Esta banda debe cruzar todos los barrios de Nueva York en mitad de la noche con sus consiguientes peligros.
Esta historia de un mundo insólito de subculturas, de guerrillas entre bandas nocturnas, desde Coney Island a Manhattan, pasando por el Bronx, reflejaba perfectamente lo que sucedía en la València de la década que principiaba. Los ‘mods’, los ‘heavys’, los ‘punks’, los ‘new-romantics’, los ‘rockers’… todos ellos en sus diferentes barrios que había que atravesar.
El túnel de Germanías suponía, como en ‘The Warriors’, pasar de Ruzafa a Arrancapins, con un cambio de barrios y subculturas muy marcado. Era ésta una zona de nadie, desprotegida y oculta bajo vías, perfecta para conflictos y asaltos que pocos se atrevían a poner a prueba en mitad de la noche. Ver asomar una navaja no era cosa extraña.
El alto nivel freático de València, así como las lluvias, complicaron su construcción
De 1957 a 1962
La construcción del túnel de Germanías se inició en 1957 y terminó en 1962. Hay que señalar que durante su ejecución sufrió varias inundaciones, no en vano 1957 fue el trágico año de la ‘Riuà’. El alto nivel freático de València así como otras descargas de esos años complicaron un túnel que popularmente se empezó a conocer como «El pantano Germanías”
Mari Carmen Vilches, vecina que vivía muy cerca del túnel, apunta lo siguiente: “Lo inauguraron el 16 de junio del 62 ese día nací yo al ladito en Ruzafa”. Felipe Pastor recuerda perfectamente la pasarela: “La cruzaba yo todos los días cuatro veces para ir desde la calle Dr. Sumsi a Fernando El Católico al Colegio de los Jesuitas”.
Hace décadas las tribus urbanas se repartían por barrios y la zona de paso era muy peligrosa
Conexión obligada
El túnel resulta imprescindible para todos aquellos vecinos de barrios como Ruzafa, Monteolivete o incluso El Ensanche que deseen conectar con esa parte de la Gran Vía y sus barrios sin tener que rodear por la Plaza de Toros y la Estación del Norte, perdiendo muchos minutos a la hora de acudir a los trabajos o los centros escolares.
“Yo pasaba por la obra todas las semanas por trabajo y se hablaba del gran problema del agua”, apunta Carmelo Llopis. Loreto Martínez, que también es vecina de la zona, rememora su época escolar con nostalgia: “Mi colegio de la Ferroviaria. ¡Como jugábamos en las escaleras del túnel!”.
Un túnel que evita el largo rodeo entre barrios hasta la Plaza de Toros y la Estación del Norte
Zona tranquila y ordenada
Nada tiene que ver esas pérdidas y fugas de agua de la década de los años sesenta, ni las amenazantes presencias nocturnas de finales de los setenta y la década de los ochenta. Ahora los vecinos vienen y van con seguridad. Los turistas toman el túnel para dar con la boca de metro del lado de Ramón y Cajal o para conectar con la estación del AVE.
Incluso existe un ascensor para personas con movilidad reducida. El miedo ya pasó. La insalubridad, también. “Ahora está mejor, siempre estaba muy sucio y ruidoso”, declara Manuel Ramón Gimeno, vecino de la zona. Toni Tortajada, que vivía entre las calles Jesús y Cervantes, señala: “No cogí yo ranas ni nada del lago que hubo años en la parte de Ramón y Cajal; era nuestra distracción”.
Metrovalencia
La parada de Bailén de Metrovalencia luce limpia, con pasarelas brillantes y suelo despejado. Tanto su acceso desde un lado del túnel como desde el otro. A sólo unos pasos de la boca del metro existe, además, una parada de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) para las líneas 31, 63, 64 y 67. El servicio público se antoja amplio, pulcro y variado. Se trata de la nueva València.
Un túnel de Germanías bien conectado, seguro y poco ruidoso. Con papeleras, cámaras de vigilancia y suficiente número de neones para transitar con calma y visibilidad de un lado a otro a través de un túnel por el que cientos de vehículos, cada día y mediante dos carriles en cada sentido, dan vida a una ciudad que mira atrás plagada de recuerdos.