Villena, ciudad histórica y lugar de paso entre el interior de la meseta y el litoral, ha estado ocupada históricamente por numerosas civilizaciones. Conocida por su castillo, sus Fiestas de Moros y Cristianos y su célebre tesoro, guarda entre sus calles y sus gentes otra historia menos visible, pero igual de presente entre su población. Pasada de generación en generación mediante tradición oral, el curanderismo y la conexión con el más allá forman parte del acervo popular.
Esta faceta, apenas mencionada en los libros de historia, ha dejado un legado cultural muy rico y sorprendente al que pretendemos asomarnos con el máximo respeto y rigor. La experiencia de muchos curanderos, a veces denostados por grandes medios de comunicación durante años, no invita a colaborar y difundir unas prácticas y cualidades tan antiguas como el ser humano, que merecen ser contadas.
Orígenes del espiritismo villenense
El espiritismo en Villena encontró terreno fértil en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, al calor del auge de esta doctrina que se proyectaba en toda Europa. Las ideas de Allan Kardec, codificador del espiritismo moderno, llegaron a la ciudad a través de publicaciones, tertulias y círculos obreros con inquietudes filosóficas y sociales.
En una época marcada por los contrastes entre tradición y modernidad; religión oficial y creencias alternativas, Villena se convirtió en uno de los focos espiritistas más activos del levante español. No era raro que en el casco antiguo se realizaran sesiones de espiritismo, conocidas como mesas giratorias o que se compartieran mensajes recibidos “del más allá” con una profunda carga moral y humanista que elevaba el espíritu de los vecinos.
Las dos principales revistas de espiritismo en España, surgidas a finales del XIX, tienen a Villena como nexo de unión
Revistas con alma
Dos publicaciones destacaron en este contexto como altavoces de las ideas espiritistas entre una población que vivía un despertar espiritual. ‘La Revelación’ fue una de las revistas espiritistas más importantes de habla hispana, publicada inicialmente en Alicante, pasó a Villena en 1879 bajo la dirección de José María Fernández Colavida, a quien sucedió Joaquín Roca i Cornet.
Esta revista defendió una visión espiritualista del mundo, abordando temas como la reencarnación, la mediumnidad o la reforma moral de la sociedad desde un compromiso con la educación laica y el progreso del alma humana. Por su parte, ‘La Luz del Porvenir’, fundada en Barcelona, pero con fuertes vínculos en Villena, sirvió de órgano de expresión para mujeres espiritistas, lo cual refleja un aspecto esencial del movimiento, como es su vinculación con el feminismo.
El curanderismo sigue normalizado entre la población, transmitido oralmente de generación en generación
Otra medicina en Villena
Junto al espiritismo, el curanderismo ha sido otro pilar de la tradición mágica y espiritual de Villena. Durante buena parte del siglo XX, cuando los recursos médicos eran limitados, muchas familias confiaban en los saberes de curanderos y santiguadoras para sanar dolencias físicas y espirituales.
Estos curanderos, en su mayoría mujeres, utilizaban rezos, plantas medicinales y aceite bendito para combatir dolencias como el mal de ojo o el empacho, males que la medicina oficial no reconocía, pero que aún hoy en día siguen presentes en Villena.
Algunas de estas mujeres llegaron a ser auténticas autoridades en su barrio o pedanía, respetadas incluso por los médicos de la época. En Villena todavía se recuerdan nombres como los de la “Tía Remedios”, o la “Señá Trini”, cuyos remedios para cuerpo y alma cruzaban generaciones. Unas prácticas que siguen siendo habituales en nuestra ciudad a diario, mediante personalidades “con luz” que en la mayoría de los casos no cobran por sus servicios.
Eleuterio Gandía recogió en su tesis los procedimientos de medicina popular frente al empacho y el mal de ojo
Estudio sociológico
El Doctor en Sociología, Eleuterio Gandía, presentó en su tesis doctoral ‘Sistema de creencias y prácticas ligadas a la salud en la ciudad de Villena’, un completo estudio sobre la medicina popular en nuestra ciudad en 1999. En ella se estudian las interrelaciones entre el sistema sanitario de la medicina oficial y la medicina popular. Un acercamiento antropológico, siguiendo el pensamiento científico, para tratar de explicar hechos en el umbral entre la ciencia y la creencia.
En ella se abordan prácticas como la medición con el pañuelo, empleada por decenas de curanderos a finales de los años 90 durante la investigación, que se mantienen en la actualidad para curar el empacho.
El pañuelo de seda se dobla formando un triángulo con una punta en el estómago del paciente, donde tras una oración se mide la distancia desde el codo hasta la punta de los dedos en tres ocasiones, diagnosticando y curando si es preciso, ese empacho que mantiene irascible y alicaído al paciente.
Agua, aceite y sal
Estos tres elementos básicos son las herramientas que los curanderos emplean para el diagnóstico y eliminación del mal de ojo. Se necesita además un plato limpio, en el cual se vierte el agua con sal; posteriormente se introduce la yema del dedo anular del paciente en el recipiente con aceite y se deja caer la gota de aceite sobre el plato con agua. Si al caer la gota se extiende por el plato, tenemos el diagnóstico: esa persona está tomada de mal de ojo.
Si se confirma, el curandero hace tres cruces con los dedos pulgar e índice de la mano derecha unidos por las yemas sobre el plato, mientras que se musita una oración. El procedimiento se repite tres veces, una por cada persona de la Santísima Trinidad, según recogen los testimonios de Gandía en su tesis. Un procedimiento mágico, cuyos resultados están probados durante décadas, bien sea por sugestión, o por un saber al que todavía no ha llegado la ciencia.