Afortunadamente el Aeropuerto de Alicante nunca ha sufrido un grave accidente mortal en sus casi seis décadas de historia. Sin embargo muchos años antes de que fuera inaugurada dicha infraestructura en El Altet, la ciudad padeció un curioso accidente aéreo que se cobró dos víctimas mortales.
Precisamente este verano se cumple un siglo exacto de este extraño y funesto suceso, que además involucró a uno de nuestros edificios más simbólicos. Porque la involuntaria protagonista de esta historia fue la Casa Carbonell.
Los inicios de la aviación
Para poner bien en contexto todo este suceso, vamos a remontarnos a los mismos inicios de la aviación. Normalmente se considera a los hermanos estadounidenses Wright como los primeros que lograron hacer volar un aeroplano a motor en 1903, aunque otros apuntan a que realmente el primer vuelo corrió a cargo del brasileño Santos Dumont en 1906.
En cualquier caso, fue en 1911 cuando los alicantinos vieron por primera vez –evidentemente con gran asombro- un artefacto volando sobre sus cabezas. Eran los primeros aeroplanos adquiridos por el ejército español, que fueron puestos a prueba por parte de tres pilotos civiles en una carrera aérea organizada por el Ayuntamiento de València.
La competición consistía en volar hasta Alicante y regresar hasta la capital de Turia. Sin embargo solo uno de los tres participantes, el francés Gilbert Le Lasseur, logró llegar hasta nuestra ciudad. Los otros dos pilotos sufrieron sendos accidentes, afortunadamente no mortales, por el camino.
En 1919 se habilitó una primera base aérea en Rabasa. Poco después incluso se puso en funcionamiento una primera línea área fija de hidroaviones que trasladaban cartas y pequeñas mercancías entre las ciudades de Alicante y Orán.
La primera vez que un avión sobrevoló Alicante fue en 1911
La Casa Carbonell
Nos vamos ahora hasta 1922, año en que se comenzó a construir la Casa Carbonell. El arquitecto de tan majestuoso edificio fue Juan Vidal Ramos, quien también estuvo detrás de otros grandes proyectos urbanísticos de la época como el Mercado Central, la reforma de la Rambla o el Estadio Bardín. Y el señor que financió semejante obra fue el empresario textil alcoyano Enrique Carbonell.
Dice la leyenda que este adinerado burgués mandó construir esta gran casa motivado por la venganza. Según cuentan, todo empezó una noche en la que habría acudido al antiguo hotel Palas para pedir una habitación. Sin embargo llegó con la ropa sucia y rota debido a un leve accidente sufrido durante su viaje desde Alcoy. Por esta razón los empleados del Palas se habrían negado a hospedarle.
El señor Carbonell se habría tomado tan apecho dicho desplante que, según las malas lenguas, decidió comprar los terrenos colindantes para construir un edificio todavía más grande que el Hotel Palas y hacerle sombra. Una divertida anécdota que todavía se sigue contando en los corrillos alicantinos, pero de la que realmente no hay constancia de que sea cierta.
El accidente se produjo pocos meses después de que fuera construida la Casa Carbonell
El accidente
Sea como fuese, el caso es que la construcción de la Casa Carbonell fue culminada a principios de 1925. Lo que nadie esperaba es que, en su primer año de vida, este nuevo inmueble fuera a sufrir un percance que antes de que se inventara la aviación habría sido impensable.
Por aquel entonces los alicantinos ya se habían acostumbrado a ver hidroaviones sobrevolar su cielo en dirección a Orán. Sin embargo el 26 de junio de 1925 ocurrió algo fuera de lo normal.
Un modelo Liore con motor Renault de cuatrocientos caballos procedente de Argelia voló extrañamente bajo sobre el puerto alicantino. Tanto es así que al introducirse en la ciudad, su ala se enganchó en el pararrayos de la Casa Carbonell. La sacudida fue tan grande… que el artefacto se estrelló de inmediato.
Tras la explosión los restos del avión se precipitaron hacia el suelo causando daños, ya no solo en el propio edificio, sino también en el suelo de la Explanada, en uno de los bancos que allí estaban, en los cables eléctricos que utilizaban los tranvías para circular e incluso en varias palmeras. Se produjo un importante incendio.
Los dos pilotos eran franceses y volaban acompañados de varias palomas mensajeras
Víctimas del siniestro
Afortunadamente la casualidad quiso que no pasara ningún paseante por allí en ese momento. Sí hubo que lamentar un herido que se encontraba en el interior de la Casa Carbonell, pero no fue de gravedad. Los bomberos acudieron al lugar y lograron sofocar rápidamente las llamas.
Quienes no salvaron la vida fueron Jean Louis Mingat y Joseph Salvadou, los franceses que pilotaban aquel avión. También fallecieron ocho palomas mensajeras que viajaban en el interior.
Circunstancias poco claras
Como es fácil imaginar, aquel accidente se convirtió enseguida en la noticia del día en la ciudad e incluso ocupó portadas de algunos periódicos nacionales. En la prensa se reportaron algunas teorías sobre la causa, pero pocas certezas.
Las autoridades policiales de la época abrieron una investigación, pero no era precisamente fácil. Los únicos dos tripulantes estaban muertos, el avión hecho trizas y por aquel entonces tampoco había ‘caja negra’. Así que finalmente se concluyó que el avión había padecido una mala racha de aire que le habría hecho descender bruscamente, pero sin aportar demasiadas pruebas que apoyaran esa versión.
Probablemente nunca sabremos a ciencia cierta qué fue exactamente lo que ocurrió dentro de aquel hidroavión. En cualquier caso, la ciudad y la propia Casa Carbonell se recompusieron de aquel trágico accidente. Las partes dañadas fueron reconstruidas, y hoy sigue siendo sin duda uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.