La casa era muy peculiar: una plataforma arriba, con peligrosa escalera de acceso (una rampa con ladrillos a modo de escalones, sin barandillas), sobre la que se construiría el segundo piso. Lo terminado estaba bajo esta: tres módulos habitacionales. Uno, una tienda de refrescos, helados y demás, con trastienda-dormitorio. La cocina con alcoba y, fuera, anexado, un aseo.
El tercer módulo era un comedor, con el dormitorio principal. El resto bajo la plataforma era… nada. Ni paredes. Justo enfrente, había un terreno con casa que en realidad fue garaje al que se le iban añadiendo habitaciones. Cerca, una parcela convertida toda ella en casa. Estábamos en uno de los rincones sanvicenteros agrupados bajo la entidad Pozo de San Antonio, puro despliegue chaletero.
Aumentos en viviendas
Todos estos ejemplos sembraron entre los setenta y ochenta del pasado siglo, cuando España vivió un auténtico ‘boom’ o explosión en la adquisición, especialmente por la clase media española, de segundas residencias, viviendas estacionales en formato apartamento o chalet. En este caso, lo habitual era comprar el terreno y meterse en la aventura de construir una casa.
Así, como rastrean hoy los informes económicos, se llegó a aumentar en 2,1 millones de unidades el número de segundas residencias compradas o edificadas en España entre 1970 y 1991. Según el Banco Central Europeo, en un informe emitido hace ahora doce años, España era uno de los países europeos con más casas secundarias (a partir de proporciones relativas, tras Malta y por encima de Chipre, Luxemburgo y Eslovenia).
Tales ejemplos sembraron entre los setenta y ochenta del pasado siglo
Memorias del Desarrollismo
¿Cómo se había llegado a eso? Con los Planes de Desarrollo Económico y Social, elaborados gubernamentalmente desde 1959 a partir de un modelo francés, que fomentaban la creación y mantenimiento de una clase media la cual, a su vez, iba a precisar de un ocio necesitado de unas infraestructuras que también iban a servir para que arribase un importante contingente de turistas extranjeros.
Aquella curiosa cuadratura del círculo alicató buena parte de las zonas costeras y rurales españolas, especialmente por las áreas litorales de las costas Blanca (la alicantina) o la del Sol (básicamente, desde Tarifa hasta Nerja). Pese a las sucesivas crisis económicas actuales, aún tenemos remanentes de ello, con unos tres millones de familias españolas con segundo inmueble, como recoge el Instituto Nacional de Estadística.
España es uno de los países europeos con más casas secundarias
Partidas transformadas
En los ochenta, la llegada de compradores extranjeros les cambió el lenguaje, cuando no los tornó políglotas, a muchos rincones de nuestra provincia. Otros permanecieron fieles al mercado local. Como Pozo de San Antonio, inicialmente una urbanización que, como la santapolera Gran Alacant (registrada el 24 de agosto de 1984), cobró tintes pedáneos.
Realmente, Pozo de San Antonio se inscribe mayormente a la partida rural de Villamontes-Boqueres (por las boqueras, bocas o puertas de piedra en canales u otros cauces para regar las tierras). Allí germinaba, ladrillo a ladrillo, bloque de hormigón tras otro, un paisaje singular donde las casas, en larga manga ancha urbanizadora, crecían a cachos, literalmente. Tal que en el ejemplo del principio.
Corrió la parcelación paralela a un espectacular crecimiento demográfico
Vistazo general
Contaba, el terreno, con dos niveles: el de la casa, más alto que el entonces sin asfaltar camino de entrada, y otro aún superior, con olivos y un eterno hoyo amplio y rectangular, para una piscina que, en aquella época, nunca se construyó. Y miríadas de tijeretas, en medio de un secarral donde también se criaban caracolillos para hacerlos en salsa (una especie de pisto con comino, tras tratar los gasterópodos con hinojo).
Y había avispas a borbotones, que repostaban en las piscinas sí acabadas. Un paisaje que, sin embargo, se convirtió en relax de muchas familias procedentes sobre todo de la capital y que asentaban por Villamontes-Boqueres (con el llamado Camí de la Casa Groga, amarilla) o las urbanizaciones Los Girasoles y Sol y Luz. El incremento chaletero, de habitantes de vacaciones y fines de semana, no censados en su mayoría, iba a gozar, incluso, de fiestas propias.
Cuestiones demográficas
Que se enladrillasen estas tierras era algo que corrió paralelo a un espectacular crecimiento demográfico entre 1960 y 1991, pasando de 8.951 a 30.119 habitantes (en 2024 había censadas 60.269 personas), con la urbe convertida, por un lado, en ciudad dormitorio y, por otro, en centro de atracción laboral. Acompañaba además el crecimiento de la Universidad de Alicante, surgida en 1968 como Centro de Estudios Universitarios (CEU) e institucionalizada en 1979.
Gente había que vino, quedó ilusionada y se quedó. Aunque hoy la zona chaletera abarca más partidas, como por ejemplo la propia pedanía del Raspeig, o Haygon (cerca de la Universidad), aunque todavía hoy es Villamontes-Boqueres, la que contiene a El Pozo de San Antonio, el área que se lleva la palma, cuanto menos si consultas, por ejemplo, una página de venta de chalets, de esos que crecieron con alma desarrollista.