Víctor Martínez (Villajoyosa, 1972), ejemplo de superación, demuestra día a día que, pese a las dificultades, rendirse nunca es una opción. Pronto, con doce-trece años, le diagnosticaron retinosis pigmentaria, una pérdida de visión que ahora es del 95%.
Sin embargo, hace una vida “casi normal” y por medio de la marcha nórdica ha encontrado una forma de recuperar el control de su cuerpo, entorno y ánimo. De hecho, junto a su inseparable guía Ignacio Martínez-Ridruejo son campeones de España de su modalidad.
Ambos extremadamente competitivos, no solo compiten en la categoría de invidentes, sino contra todos, “en cualquier tipo de pruebas”. Y no son pocos los piques que se aprecian, oyendo a sus rivales gritar aquello de “¡corre, corre, que nos ganan los cegatos!”
El inicio de todo
La pérdida de visión de Víctor fue gradual, “dándome cuenta de mis carencias poco a poco”. Sus amigos, por ejemplo, hacían cosas que a él le costaban mucho más o directamente no podía hacer.
“Empecé a acusarlo sobre todo en los entrenamientos nocturnos de fútbol”, en los que le costaba ubicarse. Era normal, veía mucho menos. Le derivaron entonces a València, para tratar con más profundidad su caso.
Entre sus grandes virtudes, “ser bastante decidido y no tener vergüenza de lo que me pasa”. Asimismo, su círculo más cercano siempre le ha llevado en volandas, como le gusta manifestar, y jamás se sintió desplazado, “hasta evidenciar problemas laborales”.
Fue Anna, la hija de Víctor, la que más insistió en que se apuntara a un deporte que le ha cambiado la vida
La visión de un agujero
Víctor ve muy poco, limitado a un pequeño agujero, pero lo que percibe por ahí “es nítido”. Gracias a ello puede ver la televisión de cerca o comunicarse con su móvil, “ampliando las letras al máximo”. El resto son sombras, borrones o simplemente la nada.
No obstante, su filosofía es que todo se puede, y lleva una vida casi normal, insistimos. Felizmente casado, después de unas exhaustivas pruebas médicas -porque es una enfermedad hereditaria- en 2010 nació su única hija, Anna.
Fue precisamente Anna, tiempo más tarde, la que le incentivó a que se apuntara a marcha nórdica y hace tres años y medio conoció en un taller de la asociación Nordikplus a Ignacio Martínez, cambiando la vida para los dos.
Cuentan con unos códigos en el que Víctor debe hacer caso de todo lo que le va narrando Ignacio
Aprender el uno del otro
“La escuela de marcha nórdica tiene ya diez años”, nos aclara el propio Ignacio, con varios programas que se han ido incorporando, como el de corredores invidentes. El guía, antiguo remero, pronto vio en Víctor un enorme potencial, “y le tiré la caña”.
El resultado fue la creación de un equipo de invidentes para competir, que no resultó sencillo, “porque aprendes los gestos técnicos por imitación y aquí teníamos el reto de enseñarles sin que nos vieran”.
Son muchísimas las cosas que han aprendido uno del otro, “como la constancia, perseverancia, rectitud y ordenar mi vida”, confiesa Víctor. “Ha sido una bendición, liberar tensiones, llegar a casa de otra manera…” Ignacio igualmente se ha instruido, “pues Víctor me pone en mi sitio y la vida me ha dado una nueva oportunidad”.
Uno y otro van unidos por unas barras de metro y medio de aluminio, sujetas por dos cinturones
Su copiloto
Ignacio, además de guía, es su copiloto, “como si de un rally se tratara”, comenta, sonriente. Cuentan con unos códigos, en el que Víctor debe hacer caso “a pie juntillas” de todo lo que le va narrando, “porque donde pisa Ignacio, piso yo, y así todo, media décima después”.
Intentan vestir contrastados, para que Víctor tenga más facilidades. La relación entre los dos atletas es excelente, aunque Ignacio le aprieta mucho, con Víctor respondiendo, asumiendo y siempre cumpliendo.
Uno y otro van unidos por unas barras de metro y medio de aluminio, sujetas por dos cinturones. Además, se niegan a parar y han ideado un método, “similar al de los astronautas”, para hidratarse. “Cuando paras pierdes el ritmo y puedes molestar a otros”, se justifican.
Méritos deportivos
Pertenecientes a la Federación de Deportes de Montaña y Escalada de la Comunitat Valenciana (FEMECV), entrenan principalmente en la provincia de Alicante, en la Platja de Sant Joan o en la recién estrenada vía verde que une el centro de la urbe alicantina con la Alfubereta, “muy recomendable, con tres túneles que refrescan en verano”.
Procuran entrenar todos los días, hora y media, pues el objetivo siempre es la victoria. Ostentan en la actualidad dos campeonatos de España de marcha nórdica para invidentes –“siendo el primero muy especial, era cumplir un reto”, expone Ignacio- y tres autonómicos.
Nos aclaran, finalmente, que es un deporte inclusivo, no adaptado, “en el que compiten de igual modo contra los que ven”. La única diferencia es que Víctor lleva un guía, produciéndose los recelos que indicábamos.