Pocos personajes del siglo XX reúnen tantas facetas como Rafael Duyos Giorgeta (1906–1983): médico cardiólogo, poeta de prestigio nacional, director hospitalario en África y sacerdote en la madurez. Pero lo que más orgullo despierta es que eligió este Utiel como lugar de descanso final. Fue nombrado hijo adoptivo, y aquí reposan sus restos, junto a su esposa, en el cementerio local.
Aunque nació en València el 23 de noviembre de 1906, Rafael Duyos mantuvo desde joven un fuerte vínculo con Utiel por razones familiares y sentimentales. Ese lazo se fue reforzando con los años, hasta el punto de convertir Utiel en su segunda patria. Nos visitaba con frecuencia y lo mencionaba con afecto en sus escritos y conversaciones.
Su poesía, de corte humanista y espiritual, se mantuvo ajena a modas
Un médico innovador y respetado
Licenciado en Medicina por la Universidad Central de Madrid (hoy Complutense), Duyos completó su formación en prestigiosos centros europeos, como Viena y Heidelberg. Fue uno de los primeros médicos en introducir y practicar el cateterismo cardíaco en España, técnica pionera en el diagnóstico de afecciones del corazón. Se convirtió en una figura reconocida dentro de la cardiología española.
Durante más de dos décadas, dirigió la Clínica Gálvez en Madrid. Tras enviudar, se trasladó a Tánger, entonces ciudad internacional, donde asumió la dirección del hospital militar español. Allí alternó la medicina con su pasión por la escritura, en un ambiente multicultural que también influiría en su poesía.
Poeta de la Generación del 36
Su vocación literaria surgió pronto. En 1935 publicó ‘Los ángeles hacen palmas’, su primer poemario, muy bien recibido en los círculos literarios de la época. Fue considerado parte de la Generación del 36, junto a poetas como Leopoldo Panero, Luis Rosales o Dionisio Ridruejo. Su poesía, de corte humanista y espiritual, se mantuvo ajena a modas, pero profundamente comprometida con su tiempo.
En su estancia en Tánger, publicó varias obras de madurez como ‘Muecines y campanas’ y ‘Junto al Plata’, reflejo de sus experiencias africanas y americanas. También participó activamente en recitales y encuentros literarios, con un estilo directo, claro y con una fuerte carga ética.
Fue considerado parte de la Generación del 36
Sacerdote tardío
En 1973, ya con 67 años, fue ordenado sacerdote por el cardenal Vicente Enrique y Tarancón. Esta nueva etapa vital fue la culminación de un proceso interior que se había gestado durante años, especialmente desde el fallecimiento de su esposa. Duyos eligió consagrarse a una vida de servicio, sin abandonar su perfil intelectual ni su amor por la medicina.
Ofició misa, acompañó espiritualmente a enfermos y mantuvo una intensa correspondencia con amigos y antiguos alumnos. Su figura se volvió aún más respetada, no solo por su formación y trayectoria, sino por su calidad humana, cercanía y profundidad espiritual.
El vínculo con Utiel
Su conexión con Utiel fue constante y profunda. Aquí pasaba temporadas, participaba en actos culturales y religiosos, y mantenía amistades personales. En reconocimiento a este vínculo, el Ayuntamiento le otorgó el título de Hijo Adoptivo de Utiel, un honor que él aceptó con gran emoción y humildad.
En 1983, tras su fallecimiento en Madrid el 24 de septiembre, su cuerpo fue trasladado a Utiel, donde fue enterrado junto a su esposa. Su tumba en el cementerio municipal se ha convertido en lugar de visita para quienes lo recuerdan con admiración y cariño.
Mantuvo una conexión con Utiel constante y profunda
Testimonios y memoria
El periodista y escritor José Luis Martínez Ángel, amigo personal de Duyos, le dedicó un emotivo artículo titulado ‘A Rafael Duyos, el médico, poeta y sacerdote que me honró con su amistad’, publicado en diciembre de 2016. En él se recogen anécdotas personales, conversaciones compartidas y el impacto que dejó en quienes lo conocieron.
Martínez Ángel destaca su sencillez, su sentido del humor y su coherencia vital: “En su triple condición de médico, poeta y sacerdote, era siempre la misma persona: entregada, lúcida y profundamente humana”. Otros vecinos de Utiel que lo trataron en sus visitas al municipio recuerdan su elegancia discreta, su habla pausada y su profundo respeto por las tradiciones locales.
Legado vivo
La figura de Rafael Duyos merece un lugar destacado en la historia cultural de Utiel. Su legado no solo se mide en libros y méritos profesionales, sino en el testimonio que dejó a través de su vida: la de alguien que, habiendo recorrido el mundo, eligió nuestro pueblo como su casa final.
Hoy, su nombre figura con orgullo en el callejero de Utiel y en la memoria de generaciones que, aunque tal vez no lo conocieron en persona, han heredado el respeto hacia su figura. Su vida es también una lección sobre la posibilidad de vivir con plenitud varias vocaciones y mantener siempre los pies en la tierra.