Cuenta la famosa película ‘Lo que el viento se llevó’ como la Guerra Civil Estadounidense acabó para siempre con la idiosincrasia característica del sur profundo de dicho país. Un fenómeno parecido ocurrió en Santa Pola a mediados del siglo XX, pero en este caso no fue por una guerra… sino por la llegada del turismo de masas.
Las antiguas haciendas señoriales y casas tradicionales de pescadores fueron derruyéndose para dar lugar a urbanizaciones o pisos de apartamentos. El pueblo se transformó de arriba abajo en pocos años. Sin embargo… una gran mansión sobrevivió a todo este proceso. Y ahora se puede visitar por dentro.
Construcción de la casa
La Villa Adelaida fue construida a principios del pasado siglo. Estos terrenos pertenecían a un tal Francisco Alba, hasta que fueron comprados por el matrimonio formado por los ilicitanos Gervasio Torregrosa e Isabel Alonso. Ellos dirigían una fábrica de alpargatas en Elche (donde ahora se ubica el Museo del Misteri).
Estos burgueses hicieron dinero y quisieron construirse una casa señorial para veranear en Santa Pola. Se interesaron por Santa Pola dado que tenían familia aquí. Concretamente Francisco García Braceli, quien estaba casado con la hermana de Isabel, regentaba una notaría en la calle París (ahora llamada del Muelle).
Encargaron el proyecto al ilicitano Marceliano Coquillat, discípulo de Gaudí y arquitecto municipal de Barcelona. Su pretensión fue darle un estilo indiano en sintonía con otras casas similares que él mismo había construido por el norte de España para burgueses españoles regresados de Cuba cuando dicho país se independizó. No obstante también le añadió algunos toques modernistas, influenciándose por la moda catalana.
En 1905 comenzaron las obras y terminaron cinco años más tarde. Por desgracia Gervasio falleció en 1910, poco antes de que la construcción finalizara. Así que Isabel se quedó como la única dueña de la hacienda. Ella decidió ponerle como nombre Villa Adelaida, en homenaje a su sobrina-nieta y ahijada Adelaida Pérez-Ojeda García.
El inmueble se diseñó al estilo indiano con toques modernistas
Segunda generación
La finca original era mucho más grande que sus terrenos actuales. De hecho la propiedad llegaba hasta la misma playa, y desde la terraza de Villa Adelaida se veía perfectamente el mar.
Isabel Alonso siempre quiso dejarle esta casa en herencia a su sobrina-nieta, y por eso la llamó con su propio nombre. Sin embargo estableció en su testamento que los padres, el capitán de navío Francisco Pérez-Ojeda y Josefina García Alonso, quedarían a su cargo mientras vivieran. Eso sí, solo con el derecho a usufructo y sin posibilidad legal de venderla.
El primero en fallecer fue el capitán Francisco, dado que fue fusilado durante la Guerra Civil por la represión republicana. Su viuda nos dejó en 1951. A partir de entonces Villa Adelaida ya perteneció totalmente… a Adelaida.
La villa fue llamada Adelaida en homenaje a la ahijada de la dueña
Entre Santa Pola y Estados Unidos
Algunos pocos años después, un buen día tocó a la puerta de Villa Adelaida un ingeniero suizo llamado Edgar para pedir agua. De esa visita surgió el amor entre él y Maribel López, la hija de Adelaida. Ambos jóvenes se casaron y se mudaron a Estados Unidos.
La santapolera se quedó viuda poco después, pero permaneció en dicho país para estudiar varias filologías, llegando a hablar ocho idiomas y a ser catedrática. También se volvió a casar, esta vez con el científico alemán Hans Bermermann. Durante todos estos años Maribel no dejó de visitar Villa Adelaida para sus vacaciones, y heredó la casa cuando fallecieron sus progenitores.
En los años noventa el artista indio Shami Mendiratta pintó varios coloridos murales
Tiempos del boom turístico
A ella le tocó lidiar con las consecuencias del boom turístico. En los años ochenta el Ayuntamiento quiso urbanizar la zona para poder construir viviendas. Maribel vendió o cedió la mayor parte de los terrenos, pero exigiendo a los promotores que las casas fueran de baja altura para que no le taparan la vista del mar. Esto se mantuvo así durante varias décadas.
El último sueño de Maribel
En los años noventa, una ya jubilada Maribel regresa a Santa Pola con su tercer marido, el artista indio Shami Mendiratta. Éste último quiso pintar varios coloridos murales en el interior de Villa Adelaida para darle un estilo todavía más artístico al inmueble.
Antes de que esta irrepetible mujer se nos fuera para siempre en 2015, llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento de Santa Pola para dejarle Villa Adelaida en herencia a cambio de que se implantara aquí un centro de talento joven dedicado al arte, la ciencia y la literatura. También apuntó que debía llamarse Centro Hans-Maribel-Shami, en homenaje a sus dos últimos maridos.
Ha costado una década de larga espera, pero por fin esta primavera Villa Adelaida ha abierto sus puertas al público. Sin duda, es una casa que respira historia por todos los costados, y el último vestigio de una Santa Pola que ya no existe… pero aún se percibe en el viento.