Entrevista > Alberto Díaz de la Quintana / Organizador cultural (Madrid, 30-marzo-1958)
Afincado en Alcoy, primero por sus estudios militares, aquí conoció Alberto Díaz de la Quintana a su esposa, creó una prestigiosa, en el ámbito nacional, y aún activa compañía de títeres, Diamante y Rubí, y desde aquí desarrolló una polifacética carrera que le ha llevado a ser incluso instructor de vuelo para jóvenes.
Justo mientras se preparaba esta entrevista, el Ministerio de Defensa premiaba esta última labor. Pero Díaz de la Quintana siempre es un torbellino de sorpresas: titiritero, piloto… y hasta actor. Y esto es solo una rendija.
Te ibas a graduar, en Alcoy, como oficial del Ejército del Aire, y entonces leen tu nombre y gritas: “¡Renuncio!”. En otra ocasión me decías que tu pareja, Pilar, se enamoró de un militar y se casó con un titiritero.
Desde pequeñito quería ser actor, pero a mi padre no le gustaba esa ‘profesión’, y con tan solo 16 años me metió en la Escuela de Transmisiones del Ejército del Aire, donde me formé, y donde por casualidad tuve la ocasión de hacer teatro. Llegué destinado a Alcoy, al EVA (Escuadrón de Vigilancia Aérea) número 5, la base de Aitana, tratando de escapar de la influencia de mi padre.
Allí, el teniente coronel de la base me propuso montar un grupo de teatro porque tenía un hijo adolescente al que le gustaba eso. Y como dice el refrán: “si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos”. Poco después y por otra serie de ‘carambolas’, monté un teatro de títeres. Al poco tiempo abandoné la carrera militar con un “¡renuncio, pido la baja!”, en medio de una ceremonia castrense… o, sea, muy teatral…
«Quería ser actor, pero mi padre me metió en el Ejército del Aire»
Y nació ‘Diamante y Rubí’, en 1979, que llegó a ser la compañía de títeres más grande de toda España, y que aún sigue activa.
Diamante y Rubí era en aquel momento el único teatro de marionetas de toda la Comunidad Valenciana, y hacíamos de todo, fiestas populares, colegios, aulas de cultura de la CAAM (luego, la CAM) y cualquier sitio. La gente llegó a llamarnos “las marionetas de la Caja”. Después aparecieron más compañías y ya no éramos los únicos…
Nos convertimos en los mejores, solo porque teníamos más experiencia y medios que los que empezaron después, entre los que ha habido grandes compañías.
«Nos convertimos en los mejores, solo porque teníamos más experiencia»
Tu compromiso con la juventud llega más allá de los títeres. En realidad volviste al aire, aunque la tuviste, y bastante mal, con un parapente.
Mi vida es un círculo casi perfecto: viví de mis padres hasta que conseguí vivir del aire; dejé el aire para vivir del cuento, y ahora vuelvo al aire. Lo de vivir de mis padres de nuevo lo veo complicado, por eso digo “circulo casi perfecto”. Mi padre tenía razón cuando decía: “has nacido para piloto”. Y yo, como buen adolescente, le llevaba la contraria: “he nacido para actor”. Al final los dos teníamos razón: ahora soy piloto y actor.
Hace ya unos años me dio por el parapente y estuve volando cinco años, hasta que una plegada severa dio con mis huesos en el suelo. Estuve bastante tiempo en cama y escayolado, y el ‘aburrimiento’ me llevó a hacerme un pequeño simulador de vuelo, destripando teclados. Tengo ahora doce operativos, que los utilizo en el campamento. Cuando me dieron el alta, empecé a volar en avionetas y aún no he parado.
«Tuve siempre vocación docente, mi abuelo materno y mi madre eran maestros»
Creabas en 2016 el Campamento Aeronáutico La Loma (C.A.L.L.), sito en Elche, para que la chavalería de ocho a dieciocho años pudiera enfocar su vocación aeronáutica.
Siempre he tenido vocación docente, mi abuelo materno y mi madre eran maestros, y siempre he tratado de enseñar a los más jóvenes, incluso con mis espectáculos. En 2015 descubrí que había un montón de chicos y chicas a los que les gustaban los aviones. Niños ‘raros’ que no jugaban al fútbol, como los demás. Pero la mayoría de sus padres desconocían el mundo de la aviación y cómo acercarse a ella.
Entonces se me ocurrió crear un campamento de verano dedicado a la aviación. Logré empezar en 2016 con ocho cadetes: mi nieto y los hijos de dos amigos, los demás sí eran ‘clientes’. Ahora ya tenemos dos quincenas con sesenta cadetes cada una. De las dos primeras promociones tenemos nueve que ya son pilotos. Nuestro lema es “alas para soñar”, y nuestro ideario: A de amistad, I de integridad, R de respeto y E de entrega; todo junto, AIRE.
Precisamente por ello, el día antes de la entrevista, el Ministerio de Defensa te ha distinguido, en los Premios del Ejército del Aire y del Espacio, por tu “promoción de la cultura aeroespacial”.
Sí, ha sido un honor que me concediesen este premio, que es un reconocimiento a mucho esfuerzo y me da alas para seguir soñando junto a mis cadetes.
Quien mucho abarca
La verdad es que no paras. Cuéntame lo de ‘El arte de cagar’ (2024), el alabado debut como cortometrajista de Jorge Rodríguez Vergara, que protagonizas.
(Ríe) Es un corto que me propusieron hace un año, la productora malagueña DOSA. Es mi primera experiencia en cine, anteriormente había hecho algunas colaboraciones con estudiantes, pero esto es cine de verdad, el corto está en circuito de festivales y aun no se puede ver fuera de ese contexto.
Hace pocos días estuvimos en el festival internacional de cine de Lanzarote, seleccionados entre más de dos mil cortos y, además de pasarlo muy bien, es un gran festival, quedamos en muy buen lugar, el corto gusto mucho al público. Es una propuesta muy divertida que espero que podamos pronto disfrutar en un par de ‘premieres’ que queremos organizar en Alicante y Alcoy.
El llorado Aute, al preguntarle si, al ser tan polifacético, no temía a lo de quien mucho abarca, poco aprieta, decía que prefería abarcar, experimentar, que no le gustaba lo de apretar. ¿Te sientes identificado?
Absolutamente: tengo solo una vida y demasiadas cosas por hacer: no me dará tiempo a todas, pero nadie me podrá reprochar que no lo intenté. Soy titerero, doy vida a mis muñecos; soy piloto, no solo de avión, sino de ¡mi propia vida!