El rayo descargó a tierra con furia atronadora. Pero la voz de María, al gritar aterrorizada, se superpuso como un látigo sonoro al estruendo meteorológico. Pepe, conduciendo, no pudo evitar un volantazo. Aquello le superó. Frenó de golpe el 850 junto a la cuneta y se volvió hacia su suegra: “Como vuelva a gritar así, se vuelve andando”. Y la pobre mujer calló la boca el resto del viaje.
Eso sí, al fin de semana siguiente, en aquellos años setenta en que triunfaban los automóviles utilitarios (de menos de 3,7 metros) familiares, los reyes de las carreteras domingueras, María ya estaba en la calle esperando, la primera, para recorrerse con avidez la provincia. La alicantina en su caso, aunque esta estampa, al fin y al cabo, iba a repetirse en toda la Comunitat Valenciana.
Apuntes sociológicos
Las estadísticas brillan en general por su ausencia, pero los protagonistas de aquellas historias aún viven en bastantes casos, y por otra parte abundan los estudios sociológicos al respecto. Como la sexta entrega, de 2006, de la revista de historia ‘Pasado y Memoria’, editada por el Departamento de Humanidades Contemporáneas de la Universidad de Alicante y dedicada a ‘España en los años 60’.
También tenemos un artículo, ‘Del tren al autobús: la modernización del transporte público en España en la década del desarrollismo’, escrito por Begoña Seijo Marcos (directora del gijonés IES Roces) para el IV Congreso Historia Ferroviaria, celebrado en Málaga del 20 al 22 de septiembre de, qué casualidad, 2006. Dos publicaciones que se han vuelto necesarias para sumergirnos en aquellas fechas.
Triunfaban los automóviles utilitarios, los de menos de 3,7 metros
Marcas clásicas
Bien, centrémonos en las capitales provinciales. València y Alicante, por ejemplo, en una época en que se llegaron a vender en España, entre 1957 y 1973, del coche más popular, aquel balín llamado Seat 600, hasta 799.419 unidades, pero también 662.832 del 850 (desde 1966 hasta 1974) y 134.766 del turismo 1500 (de 1963 a 1972), para familias con más posibles, o más numerosas.
Y aunque los anteriores copaban la carretera, no nos olvidemos del Simca 1000, que si bien fue muy irregular en cuanto a su producción anual, el recuento total nos da nada menos que 1.976.000 unidades entre 1961 y 1978. Carentes de aire acondicionado (tocaba bajar las ventanillas), muchos sin más música que el “¿hemos llegado ya?”, aquellos automóviles permitían a las familias valencianas y alicantinas acercarse a la playa o la montaña.
Más del 70% de los desplazamientos no superaban los 50 kilómetros
Desplazamientos cortos
Con tan pocas comodidades, los trayectos no debían ser muy largos. Los pocos estudios sobre tales movilidades efectuados, bien que a nivel estatal, aseguran que, al menos durante los sesenta o setenta, más del 70% de los desplazamientos de ocio, esencialmente domingueros, no superaban los 50 kilómetros. De hecho, solían ser más cortos.
Visto hoy, resulta fácil establecer paralelismos entre familias valencianas y alicantinas: playas accesibles desde la capital, como Cullera, El Saler, Devesa o Canet d’en Berenguer por el lado valenciano; y San Juan-Muchavista, La Marina o Guardamar por el alicantino. También tocaba montaña, las sierras Calderona y la de Aitana, y por supuesto alrededores, como ya vimos en febrero de 2023 con ‘Paisaje nevado con ribereños en la montaña’.
Llenar el depósito de un 600, para 1975, superaba el 11% del SMI
Salarios mínimos
Se trataba de viajes de cortos vuelos, pues. El desarrollismo franquista se había aplicado en crear una clase media que dinamizara la economía, por ejemplo propiciando unos servicios que pudieran servir para crear infraestructuras también útiles para captar extranjeros. Pero la economía familiar es la que es. Al principio, fue más o menos bien: el sueldo mínimo interprofesional (SMI), instaurado en 1963, arrancaba ese año con 1.800 pesetas (10,8 euros).
Alcanzaría las 3.600 pesetas (21,6 euros) en 1970, para subir a 8.400 (50,5) en 1875 y 20.700 (124,4) en 1979. Pero algo nos iba a oscurecer los setenta: la crisis del 73, cuando los países exportadores de petróleo decidieron no vender a quienes habían apoyado a Israel durante la guerra del Yom Kipur, entre aquel y Egipto. La gasolina salía a 6,5 pesetas (0,04 euros) durante la primera década, pero iba a subir.
Llenar el depósito
Hacia 1979 se nos había plantado ya, en aquella reata de piezas de dominó empujándose una a otra que supuso la citada crisis, en 28,7 pesetas (0,17 euros). Llenar el depósito de un 600, que consumía unos siete litros cada 100 kilómetros, ya costaba unas 100 pesetas (0,6 euros) en 1970. Para 1975, subía a 950 (5,7), un poco más del 11% (11,31) del SMI.
Aparte de que el coche también llevaba más elementos: las fiambreras con ensalada, conejo con tomate, tortilla de patata. La ‘neverita’ con hielo, bebidas y la sandía u otras frutas de verano. El mobiliario desplegable: mesa, sillas, hamaca, sombrilla. Y el ‘cabeza de familia’ más el resto de la parentela. Incluida, naturalmente, la pobre suegra, que no quería quedarse en tierra.