La muerte, a veces, genera vida. Aquel enfrentamiento entre unionistas (del Norte) y confederados (del Sur) llamado Guerra de Secesión o guerra civil estadounidense llegó a causar entre 620.000 y 750.000 víctimas mortales. De paso, caían también ingenios tecnológicos, como el acorazado ‘Monitor’, que naufragaba mientras era remolcado, en plena tormenta, allá por el cabo Hatteras, en Carolina del Norte.
En aquella zona de islas barrera iba a pergeñarse la primera reserva marina del mundo (desde 1971, teníamos la de las islas Salvajes portuguesas, operativa desde 1976), convertida en 1975 en el Santuario Marino Nacional USS Monitor, anotando un reguero internacional de fechas que tendrá un importante puntal en 1986, mucho más cerca. Ese año se consignaba el primer acotamiento de ese tipo en España, en la alicantina isla Tabarca.
Barras arenosas
Pero antes de reparar en estas 1.754 hectáreas (17,54 kilómetros cuadrados) de protección ambiental oceánica, retornemos al pecio ‘Monitor’. ¿Qué se pretendía con aquella declaración? Proteger la biodiversidad (con un 25% de especies endémicas), aparte de regular y controlar la sobrepesca, así como otros tipos de actividades humanas que pudieran dañar el ecosistema. El lugar, declarado como Patrimonio de la Humanidad en 2001, no deja de resultar especial.
Una isla o península barrera (o barra arenosa) no deja de ser una zona arenera, de dunas, formada de manera paralela a la costa continental (como la Manga del Mar Menor), generadora de al menos dos sistemas ecológicos, a una y otra orilla de dicho accidente geográfico, generalmente pura magnetita inmobiliaria. La estadounidense está en un emplazamiento también parque nacional (desde 1953).
España consignaba su primer acotamiento de este tipo en la isla Tabarca
Ecologismo globalista
Pensemos que aquella época de los sesenta, setenta y ochenta, resultaría muy activa en el despertar de un ecologismo de alcance globalista. Poco antes, la industria química estadounidense le había declarado la guerra a un libro de la bióloga y conservacionista Rachel Carson (1907-1964), ‘Primavera silenciosa’ (‘Silent Spring’, 1962). Llegó incluso a comprar ediciones enteras para que no llegaran al gran público.
Sin embargo, aquel trabajo sobre las consecuencias del uso de los pesticidas, como el DDT, pese a estar hoy científicamente refutado hoy en algunos puntos, en aquel momento iba a resultar un revulsivo que prendió en el ecologismo. Primero en el ámbito local, justo cuando, por ejemplo, descubríamos que el “animal escudo” del país, el águila de cabeza rapada se encontraba en claro peligro de extinción.
Fue muy activa aquella época en el despertar de un ecologismo globalista
Cae el DDT
Aunque la comunidad científica en general mostró sus dudas, se prohibía el dicloro difenil tricloroetano (DDT) en 1972, a un año de la crisis mundial del petróleo, que aún iba a acelerar más pasos, en un momento que propiciaba leyes como, en Estados Unidos, las de Aire Limpio de 1970 y de Agua Limpia de 1972, fundándose en 1970 el Departamento de Protección Medioambiental estadounidense.
También acontecían en Europa hechos como la creación en 1971 (cuando nace Greenpeace) del Programa para el Medio Ambiente en la República Federal de Alemania (la occidental), o en 1972 del Ministerio del Medio Ambiente francés (el primero en Europa). ¿Y Tabarca? Aunque arranca en 1986 como pionera española, el asunto se oficializaba desde el 9 de enero de 1995, ya como Reserva Marina.
Desde 2025, la Administración central amplió el asunto con las ZEC marinas
Posidonias y pescados
Algas importantísimas para la vida biológica mediterránea, como la posidonia y la cymodocea; peces como la dorada, el dentón, el mero o el pargo; invertebrados como las esponjas, las estrellas y los erizos de mar o las langostas; y hasta alguna tortuga boba. Razones suficientes para regular aquí pesca y buceo. Hay zonas totalmente restrictivas y pesca artesanal permitida en otras.
Como en casi todas las reservas marinas, para las capturas hay cupos, aunque la tropa pescadora denuncia que las sombras veganas de la Agenda 2030 y electoralismos varios se exceden en ocasiones a lo señalado por la ciencia. Aciertos y polémicas, en todo caso, navegan en la Comunitat Valenciana en tres reservas marinas más: Columbretes e Irta en Castellón, más Cabo San Antonio en Alicante.
Zonas de conservación
Áreas restringidas las hay en todas ellas, algunas con zonas solo localizables a través de las coordenadas señaladas en el BOE, pero, por lo que respecta a la sostenibilidad, son muchas aguas protegidas, como en la de Cabo San Antonio, desde el 9 de noviembre de 1993, en el litoral de Xàbia y Dénia, unas novecientas hectáreas (nueve kilómetros cuadrados, que parece poco, pero es realmente mucho).
Estamos hablando, en total (con las cuatro), de 10.241 hectáreas (102,41 kilómetros cuadrados). Aparte, desde la Administración central se ha extremado el celo al respecto y, a partir de este mismo 2025, ha ampliado el asunto, al menos sobre el papel, con las ZEC (zona especial de conservación) marinas, con franjas como Orpesa y Benicàssim, toda la Marina Alta o alrededores del peñón de Ifach, en Calp. Y casi que empezó todo por un águila de cabeza rapada.