Entrevista > Nati Soriano / Artista visual (Ontinyent, 25-diciembre-1976)
Con un talento diferente, Nati Soriano reafirma que su arte cuenta con tres pilares determinantes, como son la memoria histórica -donde desea hacer un homenaje a su abuela, silenciada durante años-, el feminismo y la naturaleza.
Graduada en Bellas Artes, reconoce que todavía “me queda mucho por aprender”, como demuestra el máster en Gestión Cultural que está cursando en la actualidad.
“Fue a partir de 2010 cuando empezó a cambiar mi vida”, apunta, después de conocer a artistas tan relevantes como Maribel Domènech, Ana Teresa Ortega, Art al Quadrat o Irene Cuadrado, “espejos en los que fijarme”. En la actualidad pertenece a la Asociación DARVA (Dones Artistes Rurals de La Vall d’Albaida) y al grupo Dex-Conectadas.
El arte, su vida
Nati confiesa que el arte motiva su vida, “lo necesito para seguir trabajando, creando y para no perder el hilo de las mujeres que nos precedieron”. Ellas, insiste, continúan siendo referentes de las actuales. “Es nuestra obligación visibilizar a esas mujeres que fueron silenciadas y represadas”, asevera, dignificándolas.
«Fue en nuestra casa de campo, en Ontinyent, donde pude mostrar mi fantasía, sobre todo dibujando»
¿Consideras que ya naciste artista?
Es algo que siempre he sentido, lo llevaba dentro. Mi padre, por ejemplo, era un gran amante de la fotografía y tenía una mirada especial. Se puede decir que él fue mi primer gran referente artístico.
¿En el propio colegio te veían diferente?
Para nada, era una alumna estándar. Era en mi ámbito familiar donde mostraba mi fantasía, dibujando sobre todo y organizando festivales en nuestra casa de campo de Ontinyent. Allí, en plena naturaleza, disfrutaba de los interminables veranos, sin tanta tecnología como hoy en día, estando mucho más en contacto con mis abuelos.
¿Sabrías definir tu estilo?
Es un abstracto impresionista y natural, muy vinculado al paisaje y al color, aunque en ocasiones aparece una parte más sombría y oscura. Hablo de dolor, de fracturas y grietas, pero siempre con el deseo de encontrar la luz y de expresarme a través del arte.
«Hablo de la fractura y la oscuridad, con el deseo de encontrar la luz y poder manifestarme a través del arte»
¿Un dolor que refleja algo sucedido en tu vida?
Estudiando Bellas Artes hallé los tres hilos fundamentales de mi carrera -todavía en formación-, que son la memoria histórica, el feminismo y la naturaleza. En mi núcleo familiar provengo de un silencio antiguo y muy largo, como dice la canción.
Me refiero a mi abuela (Concha Donat Lluch), una mujer silenciada una vez finalizada la Guerra Civil Española. Fue represaliada y en parte mi esencia procede de ahí, pues busco transformar el dolor en arte.
¿Te marcas ciertas horas para trabajarlo?
Es complicado, por el máster que estoy cursando y mi labor en el departamento de Cultura del Ayuntamiento de Alboraya. Mis momentos de inspiración se dan más en Ontinyent (fin de semana o vacaciones), donde dispongo de un espacio más amplio para experimentar y desarrollar técnicas pictóricas, experimentar. Sin duda, el medio -el entorno- hace mucho.
Volviendo a tu estilo, ¿piensas que es fácil de comprender?
Hoy en día los artistas debemos hacer un esfuerzo para saber transmitir y contar nuestro trabajo. Tenemos que asociarnos entre nosotros, perder miedos, romper barreras y generar actividades que creen intereses en la población.
No tengo dudas que nuestro trabajo despierta la atención de un público muy diverso. Cada visita guiada o exposición se convierte en una experiencia enriquecedora: siempre recibes mucho más de lo que das, pues el intercambio con las personas aporta nuevas miradas y significados a la otra.
«Siempre recibes más de lo que das, pues el intercambio con las personas aporta nuevas miradas»
Vivir del arte en España es…
Altamente complicado, y la mayoría -especialmente mujeres- contamos con otro empleo para subsistir. Una solución, como apuntaba, es asociarnos entre nosotras, trabajar para acercar el arte contemporáneo a las pequeñas poblaciones.
Asimismo, tejer redes y defender el paisaje y nuestra voz como mujeres creadoras. Esa dimensión me sostiene, tanto colectivamente como de un modo individual.
Señálanos las obras que más te han marcado.
Sin duda, ‘Muros (Es_c_castigo)’, por la que me seleccionaron para la VI Bienal de València, expuesta en el Museo de la Ciudad, en el Palacio Marqués de Campo. Fue toda una sorpresa.
También la última de ‘La Vall es ampla’, relacionada con el paisaje, además de ‘Silenci antic i molt llarg’, un retrato de mi abuela, hecho en óleo, presentado en Alzira en marzo.
¿Tienes, en ese sentido, pronto otra exposición?
Prevista para octubre, en el espacio expositivo de la biblioteca Clara Santiró i Font de Rambleta. De cara al próximo año, en la sede Intersindical Valenciana, llevaré a cabo mi primera exposición individual, todo un reto a superar.
Albergo muchísimo que contar y mucho trabajo, pero no me importa, porque cuando estoy desarrollando mi arte entro en una especie de desconexión, tan terapéutica como curativa.