ENTREVISTA > José Luis Maluenda / Ex jugador del Valencia Basket (Calatayud, Zaragoza, 4-abril-1977)
Con sus 1,92 metros de altura y un primer paso eléctrico, José Luis Maluenda fue un escolta revolucionario. En un baloncesto que comenzaba a dar mayor valor al físico, sus condiciones atléticas lo hacían un jugador todoterreno: capaz de asfixiar al base rival, volar al contraataque, dividir defensas o castigar desde la línea de tres puntos.
Sin embargo, las lesiones frenaron su enorme potencial. Con apenas veintiocho años, la plenitud para muchos deportistas, tuvo que empezar una nueva vida. Su primer impulso fue mantenerse ligado al baloncesto, transmitiendo su experiencia a los jóvenes. Después, encontró en la música una pasión distinta pero igualmente intensa, mientras que el golf le permitió retomar su instinto competitivo.
¿Cómo fueron tus primeros pasos en el baloncesto?
Los recuerdo perfectamente. De niño, en Calatayud, vivía en un ático con una terraza grande. Mi madre tenía macetas colgadas en las paredes; yo quitaba la maceta y el aro me servía de canasta. Pasaba horas tirando allí. Ella me apuntó a la escuela de baloncesto y enseguida los entrenadores vieron que mi nivel no era el de mi edad, así que me subieron con los mayores.
De allí pasaste a Zaragoza. ¿Quién te descubrió?
Con doce o trece años entrenaba y viajaba con un equipo de dieciséis o diecisiete años. Una profesora de educación física del colegio, cuyo marido era entrenador, me animó a probar en Zaragoza, en el CAI. Aunque no daba la altura mínima de las famosas `pruebas de altura´, aun así, me aceptaron y a los catorce me fichó el CAI Zaragoza.
Salir de casa tan joven no es fácil. ¿Cómo lo viviste?
Fue curioso, porque de entrada les dije que no. Se sorprendieron mucho pues no entendían para qué había ido entonces. Realmente en mi cabeza no estaba abandonar Calatayud. Me dieron una semana para pensarlo y al final les dije que sí. Me becaron en un colegio y residencia y allí coincidí con jugadores como Salva Guardia o Mario Santana.
¿Era una buena escuela de baloncesto?
El CAI tenía unas instalaciones increíbles para la época, y en la cantera nos machacaban físicamente: multisaltos, velocidad, resistencia… tanto como baloncesto en pista.
Eso nos hizo muy fuertes físicamente. Con dieciséis o diecisiete ya entrenaba con el primer equipo dirigido por Alfred Julbe y con jugadores como Andre Turner, Pepe Arcega, los hermanos Angulo… y llegué a debutar en ACB con dieciocho o diecinueve años, aunque de modo anecdótico: jugué 0,6 segundos, todo un récord (risas).
«Mis primeras canastas las metí en los aros de las macetas de mi madre»
Tras Zaragoza llegas a València, ¿qué te atrajo aquí?
El Cai Zaragoza desapareció por problemas económicos y Valencia Basket ocupó la plaza en ACB. Venía de jugar una temporada muy buena, siendo MVP del All Star de la EBA, por lo que tuve ofertas de todos los equipos excepto Madrid y Barcelona, pero elegí Valencia por proximidad, clima… y por la música que se escuchaba entonces en la llamada ruta del bakalao.
El club juega en ACB y gana la copa del Rey de 1998. ¿Qué recuerdos guardas de aquello?
Lo cierto es que el primer año pensaba que iba a salir cedido, pero finalmente permanecí en el equipo. No obstante, apenas jugaba, ni siquiera en los entrenamientos. Fue un año perdido.
Ya en mi segunda temporada en Valencia entré en la rotación y jugamos esa Copa. Valencia Basket debutaba en la competición y la ganó. La primera y única conseguida hasta hoy. Llegar y ganar es un logro dificilísimo. Yo disputé algunos minutos, aunque fue al año siguiente, en Europa, cuando empecé a consolidarme.
Despegaste y en tu mejor momento tuviste la cláusula de rescisión más alta de la ACB. ¿Cómo lo vivías?
Tras una buena temporada el Real Madrid vino a por mí y yo estaba dispuesto a salir, pero me dijeron que hablara con Juan Roig. Tuve una reunión en su casa en la que me dijo que quería que me quedara. Decidí renovar en Valencia y firmé la cláusula más alta de la ACB en ese momento.
Para mí fue una muestra de confianza. No sentí presión especial, lo viví con normalidad. En aquella época, con Luis Casimiro de entrenador jugué más, fui titular, anotaba y tenía un rol más definido, mientras que con Miki Vukovic mi misión era salir para cambiar el ritmo de los partidos, defender al base rival a toda pista, sorprender.
«Valoré ofertas y me decidí por Valencia por cercanía, clima… y la música»
Tu juego se vio muy condicionado por las lesiones. ¿Cómo fue ese proceso, física y mentalmente?
Siempre tuve problemas en el tendón rotuliano de la rodilla izquierda, la del salto. Al inicio lo trataba con hielo y cuidado, pero en una pretemporada me rompí de verdad. Probé un tratamiento novedoso en Barcelona con el Dr. Cugat, que era una eminencia, pero al final me operaron en Valencia.
La recuperación fue dura, y ese año apenas pude jugar. Terminé cedido a Fuenlabrada un mes para coger forma, luego a Alicante… pero ya nunca volví a sentirme plenamente bien.
¿Fue el final de tu carrera deportiva?
Acabé rescindiendo en Valencia, pasé por Bilbao, donde ascendimos a ACB, después pasé por Calpe, pero las lesiones me seguían frenando. Con veintiocho años decidí dejarlo. Mi vida giraba alrededor del dolor de rodilla: el primer paso al levantarme, bajar al coche, entrenar… todo era pensar cuánto me iba a doler. Eso no me dejaba ser feliz. Y quería ser feliz, por encima de todo.
¿En quién te apoyaste en esos momentos?
La verdad es que en nadie en particular, fue una decisión personal. Veía que, aunque técnicamente estaba por encima, físicamente me ganaban jugadores de menos nivel. Eso es muy difícil de asimilar mentalmente. Así que lo dejé.
«Debutar en la Copa del Rey de 1998 y ganarla fue un logro dificilísimo»
¿Cuándo te diste cuenta de que había vida después del baloncesto? ¿Cómo te preparaste para ese paso?
Me di cuenta de golpe. El problema es que en mi época nadie nos preparaba para eso. No había asesoramiento de clubes ni representantes. Hoy los jugadores estudian, invierten, piensan en el futuro. En aquel entonces no era así, salvo algunas excepciones. Lo primero que hice tras retirarme fue montar una escuela de baloncesto y un club en Calatayud.
¿Cómo fue esa experiencia de fundar un club en tu ciudad natal?
Muy bonita. Creé una escuela donde los viernes daba clases a los niños y un club sénior con el que fui ascendiendo categorías: desde segunda aragonesa hasta primera nacional. Podía jugar, porque en esas categorías el nivel físico no era tan alto y era posible compensarlo. A la vez me dio la oportunidad de entrenar a los niños, que me conocieran y motivarlos.
¿Sigues teniendo vinculación con Valencia Basket?
Sí, tenemos equipos de veteranos que entrenan en la Alquería. Aunque yo ya no juego porque cada vez que lo intentaba acababa lesionado. Cuando entras a la cancha la cabeza intenta hacer cosas que el cuerpo ya no te permite y es peligroso. Voy a comidas, cenas, actos… y sigo en contacto con gente como Víctor Luengo.
«De crío ya iba a la discoteca de mis primos a ver pinchar al DJ»
Actualmente el club está en un gran momento ¿Qué opinas?
Lo veo muy bien, muy ilusionante para la afición. Con el nuevo pabellón Roig Arena, la plantilla que han confeccionado, la estructura actual del club… Sin duda es ya un equipo consolidado en la élite de Europa.
Dejando de lado el baloncesto, otra pasión tuya es la música. ¿Cómo nació?
También desde muy pequeño. Mi padre escuchaba mucha música en casa y grababa cintas para mi Walkman. Algunos compañeros me descubrieron a Depeche Mode, discos como el ‘101’, el ‘Violator’… y se dio la circunstancia que mis primos montaron una discoteca en Calatayud.
Me sentaba en la cabina a ver al DJ hacer mezclas y era algo que me fascinaba siendo un crío. Cuando llegué a Valencia, la música fue una de las razones para decidirme. Con el tiempo hice amigos DJs, viajé a Ibiza, y un amigo me regaló una mesa de mezclas, que después Rafa Siles, que era DJ residente de Barraca, me enseñó a usar.
¿Has recorrido mucho camino por esa senda?
Desde entonces he pinchado en radios, fiestas y en alguna discoteca. Ahora tengo un programa semanal en Move Ibiza Radio, donde hago sesiones de una hora. Mi estilo es un techno melódico, hip-house, con remixes de los 80 y 90. Es un nicho complicado en Valencia porque aquí predomina lo comercial, el reguetón o el techno duro, pero en radio funciona muy bien.
«Montamos ‘Locos por el golf’ para jugar en muchos campos a mejor precio»
¿Lo vives como hobby o es una vía profesional?
Actualmente es un hobby, pero más que una afición, es algo que me hace feliz. Puedo pinchar en fiestas o sólo para mí en casa y estoy igualmente a gusto. La música me transmite algo que cada uno puede sentir de una manera. Cuando tengo la oportunidad de pinchar para otros intento ver si soy capaz transmitirles lo mismo.
¿De qué forma llegaste al golf?
Esa es otra pasión en mi vida. En mi época de jugador de baloncesto lo probé gracias a Gerard López, jugador de fútbol del Valencia CF y del Barcelona, pero no era el momento y no tuve continuidad. Cuando me retiré volví a jugar con amigos y ahí sí que me enganchó. Entonces conocí a Juan Luis Giménez, guitarrista de Presuntos Implicados, y juntos montamos Locos por el Golf.
¿Con qué intención nació ese proyecto?
Al principio nuestro objetivo era simplemente jugar más y a menor coste. Hay que pensar que la mayoría de los clubes de golf son privados y organizan sus torneos en fin de semana.
Nosotros pensamos en crear nuestros propios torneos entre semana y así podíamos competir en todos los campos. Organizamos campeonatos abiertos entre semana, sobre todo los jueves, a los que puede apuntarse cualquiera, no solo socios y sin importar el nivel. Nos permite conocer una gran variedad de campos en Valencia, Castellón y Alicante, llegando hasta Albacete y fuimos pioneros en eso en la Comunidad Valenciana.
¿Sabrías decirnos qué te aporta este deporte?
Es un reto personal. En el baloncesto dependes del entrenador, de los compañeros, incluso del árbitro. En el golf no: eres tú solo con la bola, el campo y una bandera. Eso me encanta. Además, te devuelve la adrenalina de la competición: meter un birdie, hacer un eagle, sufrir un bogey… es como volver a sentir lo que sentías en la pista.
«A los jóvenes les digo: trabajad, creed y atreveros para no arrepentiros nunca”
Después de todo lo que has hecho, ¿qué te queda por cumplir?
Bueno, me encanta jugar al golf y mi sueño ahora es la música. Me gustaría poder tener más presencia, llegar a más lugares, poder viajar por la música, ir a alguna ciudad de Europa o del mundo, para pinchar música.
Igual que de pequeño soñaba con ser jugador profesional, ahora sueño con crecer como DJ. Soy consciente que no es algo sencillo y que tengo cosas a favor y en contra, pero sé lo que quiero hacer e invierto mi tiempo en ello.
A los jóvenes que sueñan con llegar a la élite en cualquier disciplina ¿qué consejos les das?
Primero, que crean en sí mismos. Si crees, puedes llegar. Segundo, que trabajen al máximo, y luego que se atrevan para no arrepentirse después.
Solo me arrepiento de no haber ido a Estados Unidos con catorce o quince años cuando tuve la oportunidad. Hubiera aprendido inglés, jugado contra los mejores y la oportunidad de abrir otras puertas. Por eso cuando me preguntan les digo: atreveos, trabajad, no dejéis pasar las oportunidades.