Entrevista > Andrea Gasperin / Músico (Belluno, Italia, 2-agosto-1982)
Aunque parezca sorprendente, los sueños infantiles de Andrea Gasperin no se centraban en la música, “simplemente deseaba ser niño”. Fueron sus padres quienes le apuntaron a la banda de su pueblo natal, escogiendo la trompeta como instrumento.
“Toqué como profesional -en orquestas o conjuntos de jazz-, pero bastante temprano opté por la dirección”, nos indica en un excelente castellano. Se puede decir, sin faltar a la verdad, que dirigir se ‘comió’ a la trompeta.
Desde hace tres años es el director artístico de la Sociedad Ateneu Musical de Cullera, una de las más prestigiosas de la Comunitat Valenciana. Nos explicará con detalle cómo coordina sus funciones en la localidad con sus diversas tareas en Italia, especialmente en Cagliari (Cerdeña).
¿Cuáles fueron tus inicios como músico?
Comencé en la banda de Belluno, y lo hice con la trompeta, de casualidad. Mi anhelo era el saxofón, pero cuando acudí el primer día el profesor me indicó que ya no quedaban plazas de ese instrumento.
¿Hubo un momento específico del cambio a director?
No, nuevamente fue por casualidad, en 2005, la banda pequeña de Feltre, un pueblo cercano al mío. Buscaban director y a mí se me antojaba, así que probé.
«Estoy en Cullera cada fin de semana; también imparto clases en el Conservatorio de Cagliari»
Y te gustó, mucho.
Sin duda, decidí poco después apuntarme a un curso de dirección, después de conocer al maestro José Rafael Pascual Vilaplana, Jan Cober -director de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid- y Felix Hauswith, que impartía clases en Basilea (Suiza). A partir de ahí me fueron surgiendo bolos como director, de un modo natural.
¿Cómo la opción de Cullera?
Por nombre por supuesto conocía qué representaba el Ateneu de Cullera y me comentaron que están buscando director: ni me lo pensé, estaba muy interesado y así lo manifesté, haciéndome con el puesto en octubre de 2023.
Deben ser muchas horas de aeropuerto.
Trabajo en Cullera casi cada fin de semana, aproximadamente de jueves a domingo. Ya en Italia soy profesor de música de conjuntos para vientos en el Conservatorio de Cagliari.
En Cerdeña estoy tres días cada dos semanas, un convenio especial que me permite pasar siete de cada catorce días en mi casa. Todo depende de una buena planificación, pues hay que añadir bolos, conciertos y eventos varios.
«Nuestro nivel medio es alto, mezclando a grandes músicos profesionales con xiquets y amateurs»
¿Qué siente tu corazón al tomar la batuta?
Soy una persona poética cuando es necesario y practica si es preciso. Eso del corazón, muy poético, se aleja mucho de la realidad; claro que hay momentos emocionantes, pero prima más el trabajo -durísimo- que realizamos con los músicos.
La poesía y magia de la música está, aunque todos estamos para desarrollar una labor que es sumamente práctica. La emoción regresa en el momento de la actuación.
¿Dirigir una banda de Cullera implica responsabilidad?
No solo es dirigir, hay muchos más aspectos. Primero de todo estar en el Ateneu Musical de Cullera es un honor, porque ocupas una plaza de gran prestigio y de enorme peso cultural y social.
Igualmente es una plaza con muchas expectativas y siempre hay que dar el máximo. Estoy muy honrado de estar ahí, siendo consciente que cuanto más grande es la Sociedad, mayor es la exigencia.
¿Reflejada en el nivel de los músicos?
Diría que es medianamente alto, porque una de las tareas más relevantes de una banda así es juntar a grandes profesionales con un xiquet que se acaba de incorporar -y hace lo que puede- o el músico amateur que acude al ensayo tras trabajar ocho horas.
Son gente de un nivel muy dispar, que deben colaborar juntos. Por eso me refiero a un nivel medio alto, en el que no puedes trabajar a mil por hora porque dejarías detrás a gran parte de los componentes, la mayoría formándose. Igualmente, tampoco sé estar a ritmo bajo, porque los más potentes se aburrirían.
«No se trata de buscar grandes aspiraciones, sino de hacer el trabajo diario al nivel más alto posible»
Pronto tendrá lugar un acto muy especial.
El Ciclo de Conciertos de Invierno, entre diciembre y febrero, en el que las dos bandas de la localidad celebran un concierto cada domingo. Para la Sinfónica de nuestra agrupación son tres eventos con tres repertorios distintos, lo que supone una gran implicación y reto por parte de todos.
¿Te da tiempo a estar focalizado en algo más?
En Italia soy uno de los fundadores de la ‘Orquestra di Fiati Brixiae Harmoniae’, con la que brindamos tres o cuatro conciertos al año, siempre con repertorios muy interesantes. Comparto la dirección con Giulio Piccinelli.
¿A qué más aspiras?
He sido muy afortunado en la vida, luchando siempre por mis propósitos, que me han llegado en el momento justo. Además, cuando lo han hecho he tenido la suerte de estar preparado.
No se trata de buscar grandes aspiraciones, sino de hacer el trabajo diario a un nivel lo más alto posible.