Amante desde niño del deporte, Esteban Ortuño ha practicado fútbol, baloncesto y sobre todo ciclismo, participando en un sinfín de triatlones. El pasado mes de junio pudo cumplir uno de sus grandes sueños, realizar en bicicleta los 3.800 kilómetros que separan Atenas de Orihuela. “Si te lo propones, lo consigues”, expone.
Realmente, como confiesa, todo comenzó el 28 de agosto de 2024, tras fracturarse el peroné “en un partido de fútbol de pretemporada”. Debió pasar un mes aburrido en casa, con la pierna inmovilizada, y tras ver numerosos vídeos empezó a idear la posibilidad de llevar a cabo un reto mayúsculo.
“Era el momento de hacerlo, pese a saber que iba a pasar miedos e incertidumbres”, indica. Atravesó Grecia, Albania, Montenegro, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Italia y Francia, antes de adentrarse en España por Girona. “El recibimiento en mi pueblo fue inolvidable”, nos avanza, todavía emocionado.
Un motivo benéfico
La principal motivación del viaje era reivindicar que se optimicen las instalaciones deportivas de Orihuela. “Somos la única gran ciudad de la Comunitat Valenciana sin una pista de atletismo en la que correr”, lamenta.
Nada mejor que hacer este desafío por nuestro municipio, de 85.000 habitantes, “para lograr la ciudad deportiva que nos merecemos”. Hoy, una vez completada la ruta, hay alguna esperanza, un proyecto incipiente, “aunque queda todavía mucho por hacer”.
Ortuño admite que no es sencillo construir una pista de atletismo: “no es como una de pádel, por ejemplo, se precisan de una serie de infraestructuras”, pero se trata, insiste, de un progreso para toda la sociedad.
Comenzó la aventura en el propio aeropuerto ateniense, tras montar allí mismo su bici
La ruta
Esteban optó por comenzar en Atenas por ser la cuna del Olimpismo, “el mayor logro al que puede aspirar un deportista”. Después de solicitar un mes en su trabajo y buscar patrocinadores, voló a la capital helena el 2 de junio y en el propio aeropuerto ateniense “tuve que montar la bici, para completar inmediatamente la etapa 0”.
En Atenas le sorprendió especialmente el Estadio Panathinaikó, sede de los primeros Juegos Olímpicos Modernos, en 1896. Ataviado de unas alforjas con todo tipo de complementos -34 kilos en total-, tardó tres días en salir de Grecia, introduciéndose en Albania dirección Durrës, en la costa: “Tirana es mucho más montañosa”.
Se dirigió a continuación a Podgorica, la capital de Montenegro, previo a cruzar Bosnia, “circulando cerca de Mostar”. Llegó a Croacia, conociendo ciudades como Split, Sibenik o Knin, “una urbe medieval, preciosa”.
Sus vecinos oriolanos le esperaron el 29 de junio para brindarle un caluroso recibimiento
Eslovenia, Italia y Francia
Sus últimos destinos croatas fueron Gospic y Rijeka, ciudad casi fronteriza con Eslovenia. “En un solo día atravesé este país, alcanzando Trieste”. Ya en Italia, apreció Monfalcone, Padua, Cremona, Alessandria y Turín.
“Necesité dos jornadas para superar los Alpes”, rememora, por Briançon, una zona de paisajes espectaculares. Siguió hacia Aviñón, Nimes y Montpelier, “durmiendo en Perpiñán”, para llegar al día siguiente a Figueres (Girona).
Las últimas escalas fueron Barcelona, Tarragona, Vinaroz, Peñíscola, Benicàssim, Castellón y València. “Si seguía la vía estipulada acababa el 27 de junio, pero todos me esperaban el 29”, explica, así que cambió, pasando por Gandia, la montaña -Guadalest y otros pequeños pueblos- y Alicante.
Entre las anécdotas más increíbles, dormir junto al río Vjosa, el único salvaje de toda Europa
Recibimiento en Orihuela
Fueron una treintena los que esperaron a nuestro héroe en Elche, para escoltarle los emocionantes kilómetros finales. Ya en Orihuela, en una rotonda a las afueras, se sumaron muchos más, “alrededor de cien”, en bici, corriendo o en patinete.
“Tengo claro que deseo volver a hacer un reto parecido, quizás en 2026”, reflexiona. De igual modo, han sido muchas horas de disfrute, “algo que recordaré el resto de mi vida, porque viajar en bicicleta es único, todos empatizan contigo”.
Los días se hacían eternos, pero ahora siento que fue en un abrir y cerrar de ojos”. Eran tantas las situaciones que afrontaba que es incapaz de enumerarlas. “Aprovechaba los instantes de soledad para llamar a mi madre, más de una hora, mientras no dejaba de pedalear”.
Anécdotas de todo tipo
Ortuño quiso grabar todos los días un vídeo, que colgaba en sus redes sociales. Asimismo, son muchas las vivencias acumuladas, como dormir junto al río Vjosa, en Albania, “el único salvaje de toda Europa, es decir, que no ha sido manipulado por el hombre”.
“En Grecia y Albania tuve miedo, debido a la gran cantidad de perros callejeros que existen”. La mayoría no hacen nada, pero algunos le perseguían, con muy malas intenciones. “Tres estuvieron a punto de alcanzarme, en una cursa; si me caigo, ¡me comen!”, comenta.
Jamás, sin embargo, pensó en abandonar, ni siquiera en los momentos de cansancio extremo, tras hacer una media de 140 km. al día. “Recordaré para siempre los paisajes de Italia o la costa francesa, que me sorprendió gratamente, aunque el pueblo más bonito fue Bileca, en Bosnia”.