Tienen razón: es una redundancia. Pero con historia. Decir monte Tossal, como se le menciona por estas tierras, en Alicante, es como decir ‘monte monte’. El otro nombre, Tossal de Manises, monte de azulejos, casa más con aquello: restos íberos, romanos (de Lucentum), de lo que fue uno de los primeros emplazamientos de Alicante (luego surgió otro anterior en la colindante Serra o sierra Grossa o gorda).
Pero no solo en esta zona de la Albufera podemos encontrarnos yacimientos. Realmente, abundan incluso desde donde hoy se ubican, al sur de la urbe, los estudios cinematográficos Ciudad de la Luz (por una de las traducciones de Lucentum, hoy un tanto desestimada), y aseguran muchas voces, como las de los profesores Juan Carlos Márquez Villora y Jaime Molina Vidal, que pudo ubicarse el primer Portus Ilicitanus.
Zonas metropolitanas
Antes que Santa Pola, portón norte de la inmensa rada conocida en tiempos latinos como Sinus Ilicitanus (golfo ilicitano), estaba este sitio. La idea se lanzó en el libro ‘El comercio en el territorio de Ilici’ (2001), que patentizaba lo importante de todo este núcleo, lo que hoy es el área metropolitana de Alicante-Elche, una de las principales españolas.
Concretamente, por debajo de Madrid, Barcelona, València, Sevilla, Málaga y Bilbao y por encima de Asturias, Zaragoza y Murcia, si contamos las diez primeras. De esta forma se comprende la cantidad de vestigios arqueológicos que han ido apareciendo, no solo en la zona más clásica de la ciudad, sino incluso en barrios como Benalúa, antaño, con barrancas en medio, bastante alejados de allá.
Se efectuaron hallazgos casuales en el castillo a lo largo del siglo XIX
Hallazgos casuales
Eso sí, había que despertar a que entrasen los afanes arqueológicos. Las primeras excavaciones al respecto tardarían en llegar. Es cierto que se efectuaron hallazgos casuales en el castillo de Santa Bárbara y, más bien, alrededores a lo largo del siglo XIX, pero no hablamos aún de trabajos realizados de manera sistemática. Habría que esperar a los años 1901 y 1902 para que cambiase el tema.
Nos encontrábamos de nuevo en el entorno de la fortaleza alzada sobre el monte Benacantil (de nuevo las redundancias: un cantil es un cerro). Y los hallazgos eran, en concreto, muestras de cerámicas ibérica y romana. Las crónicas hablan de que se anotaron en el Museo Arqueológico Provincial. Realmente, este no se inaugura hasta 1932, pero es bien cierto que se ha comenzado a trabajar por su existencia.
Florentino de Elizaicin, militar, pedía la creación de un museo
Comienza el museo
Registro había ya, y de hecho se han dado iniciativas como la revista quincenal ‘Museo-Exposición’, aparecida el 1 de abril de 1900 y desde donde el militar Miguel de Elizaicin (1855-1932), hermano del vehemente, hasta colérico, pero alicantinista hasta la médula, Florentino de Elizaicin (1859-1936), empresario, médico, periodista y político, pedía la creación de un museo para recoger el patrimonio que vaya a encontrarse y, al tiempo, exhibirlo al público.
Se le hará caso… 32 años después, gracias a personalidades como el abogado José Guardiola y Ortiz (1872-1946), el compositor Óscar Esplá (1886-1976), el arqueólogo Pedro Ibarra (1858-1934) o el escultor Vicente Bañuls (1866-1935). En el ínterin, hubo más descubrimientos arqueológicos. Así, a lo largo de la década de los años veinte, por la zona del casco histórico.
La ley de Patrimonio Histórico (1985) impulsó la arqueología urbana
Barriadas clásicas
Más en concreto, por el veterano barrio de San Roque y alrededores, de cuando los árabes trasladan la futura metrópoli, desde la Albufereta, hasta las faldas del Benacantil. Lógicamente, los hallazgos son islámicos y medievales cristianos. También aparecieron en la década de los cincuenta, debido a obras civiles, restos muslimes en pleno centro, desde la zona del Mercado Central hasta la plaza de la Muntanyeta o Montañeta.
Resultaba obvio que el centro estaba preñado de Historia a desenterrar, como las estructuras medievales que aparecían, de nuevo en el casco histórico, en el barrio de Santa Cruz, en los sesenta. O en los alrededores, como en el ayuntamiento, cuyas prospecciones se beneficiarían del despegue de la arqueología urbana española, gracias a la ley de Patrimonio Histórico (1985), que trasladaba las competencias a las Comunidades Autónomas, pero obligaba a excavar en los cascos históricos.
Reinterpretar la ciudad
El Centro de Interpretación del Yacimiento de la Plaza del Ayuntamiento, ubicado en los bajos de la sede de la Tesorería de la Seguridad Social, polémico edificio de acero y cristal de 2005, junto al edificio consistorial, muestra viviendas de época romana (ya había asentamiento antes de los árabes) y sarracena, con muralla del XII. Poco a poco, iba destapándose otro Alicante.
Que llegaba más allá, cuando, por ejemplo, en Benalúa Sur se descubrían, el pasado año, vestigios de los siglos VI y VII, época romana tardía. Otras arqueologías más recientes, incluso, como las efectuadas mientras recuperaban y museabilizaban los refugios antiaéreos de la Guerra Civil, han ido configurando una ciudad más grande de lo pensado. Que sí, que nació allá por Lucentum.