Aquello era como una de piratas, pero de los fluviales, de río, como los que imaginaran Tom Sawyer y Huckleberry Finn, los personajes creados por el escritor estadounidense Mark Twain (1835-1910) que por los años setenta del pasado siglo triunfaban entre la chavalería de aquí gracias a esas novelas ilustradas, o sea, sólo cómic o texto e historieta, que Bruguera conseguía venderle a nuestros padres.
Lo de la aventura, claro, nos podía. Por el lugar, en Sant Joan, había una tienda de material de construcción, ideal para segundas residencias en proceso de materialización, y enfrente, tentador, un tramo del canal del Gualeró, con caudal, o así lo veíamos: río abarcable para las mentes infantiles y juveniles. El Amazonas en casa. Había abundante vegetación allí, incluso árboles cuyas raíces parecían amamantarse de la vasta acequia.
Arranque bien real
Qué curioso que eso sucediera en los sesenta, justo cuando iba a comenzar el triste declive, hasta su definitivo soterramiento y anegado o encegado (todo o en parte, aún hoy no se te ponen de acuerdo, y posiblemente todavía corra el agua por la veterana arteria) de aquella entonces recuperada acequia asociada a una obra hídrica que arrancaría el 21 de junio de 1377.
Por aquel año el mismísimo Pedro IV de Aragón, más conocido como El Ceremonioso (1319-1387) y, entre otros cargos o empleos, rey de Aragón, Mallorca y València, duque de Atenas y Neopatria (la griega Tesalia) y conde de Barcelona y Ampurias, firma la aprobación del azud que alimentaría el canal que irrigase lo que se llamó Camp d’Alacant o Huerta de Alicante.
Aseguran que viene de ‘goleró’, sitio profundo que se traga el agua
Disquisiciones filológicas
Interesante información, de todas formas, la de quién rubricaba el legajo de inicio de la construcción del azud, porque las raíces del nombre del canal se ensortijan desde el antiguo occitano, y crecen desde el catalán o mismamente en el valenciano santjoaner y el mutxameler: quizá refiriéndose a algún sifón, nos aseguran los lingüistas, aquello fuera un ‘goleró’, o sea, un sitio profundo que se traga el agua.
Eso sí, los filólogos también nos aseguran que puede brotar del latín ‘vadum’, paso poco profundo de un río, hasta desembocar en derivas post occitanas como ‘gual’, paso de agua. Entre medias, el Gualeró iba a discurrir siglo tras siglo semillando y alimentando las despensas de la zona del l’Alicantí. Con aguas nacidas en Ibi, a partir del río Verd o Verde, luego Monnegre o Montnegre pasado el pantano de Tibi.
Muchas casonas se le conectaban mediante hijuelas o acequias
Tres presas sucesivas
A la altura de Mutxamel, desde allí, le aplicarían al río su tercer y último bautizo, como Sec o Seco, que como tal desemboca en El Campello, y plantaron tres sucesivos azudes (pequeñas presas): el de Mutxamel, ‘les Fontetes’ (las fuentecillas) o Assut Vell (azud viejo); el de Sant Joan o Nou (nuevo), o del Pas (paso) de Busot; y el de El Campello.
Sería la presa de Sant Joan, la reconstruida, con siete metros de altitud por 3,60 de anchura, a finales del XVIII (la obra que vemos en la actualidad), tras el desterrone de la riada del 7 de septiembre de 1793, la encargada, como uno de sus nombres indicaba, de insuflar abundante líquido elemento al asunto. Todo Sant Joan y buena parte de la Condomina.
Sirve hoy incluso para rutas senderistas entre ambos municipios
Campos metropolitanos
Una zona alicantina, anexa a Sant Joan (a su vez conurbado con Mutxamel, entrelazado con El Campello), que pilla su nombre, según nos cuentan los expertos, quizá de ‘condómina’ o ‘condueño’ (grupo de compañeros en el dominio de algo), o de ‘condoma’ (la era junto a una casa o castillo). Entre finales del XIX y principios del XX, además, llegaron las casonas o mansiones.
Principalmente la burguesía, algo también la nobleza, salpimentó el área de viviendas de esparcimiento, muchas de ellas, por cierto, también conectadas al Gualeró. Así, la Finca Ansaldo, aquí en Sant Joan, construida entre el XVI y el XVII y conectada al canal mediante la hijuela (acequia) de Ansaldo. Y es que Sant Joan d’Alacant fue antes, gracias al Gualeró, Sant Joan de l’Horta.
Huellas actuales
Detalle, el de las denominaciones, que ya señalaba mi compañero A. Batalla desde estas mismas páginas en septiembre. Una importancia que, en su tiempo, se utilizó para intentar revertir la condena al canal iniciada en los setenta, aunque cobró vuelos entre la siguiente década y los comienzos de esta centuria. En 2013 o 2022, por ejemplo, se clamaba desde los medios por su conservación en la zona santjoanera.
Hoy da nombre a un plan parcial urbanístico (unidad de ejecución 9.1, por el sector) y hasta a un restaurante, e incluso sirve de alma para rutas senderistas en ambos municipios cada vez más abrazados. Así, en 2022 se creó uno denominado ‘Mutxamel y Sant Joan d’Alacant, unidos por El Gualeró’. Pero los sueños de quienes leían a Mark Twain, o veían sus adaptaciones, quedaron soterrados.





















