Entrevista > Julián Viciano Mascarell / Entrenador de vela (Gandia, 10-enero-1985)
Al igual que tantos otros regatistas promesas, Julián Viciano comenzó con el Optimist -barco para los jóvenes, hasta quince años- y obtuvo unos más que aceptables resultados durante su carrera, pero encontró su lugar en la docencia, concretamente en el Club Náutico Xàbia.
“Hay chicos con un talento especial, les viene de serie”, indica, como es el caso de Mateo Carbonell, campeón del Mundo por equipos en la categoría Optimist. Junto a sus demás pupilos trabaja con exigencia para obtener los mejores resultados.
Nos relatará precisamente cómo son sus entrenamientos, con chicos -algunos de ellos- “que navegan por inercia, sin la capacidad resolutiva y de análisis de otros, como Mateo”. También nos dará algún apunte de su relación con ellos, “siempre fantástica”.
¿Cuándo te inicias en la vela?
Lo hice con ocho años en mi localidad natal, después que mi madre me apuntara a un curso de vela. Allí, en el Club Náutico Gandia, conocí a Luis Nogueroles, director de la escuela, años más tarde gerente del CN Denia y actualmente del CN Xàbia.
¿Qué te atrapó de este deporte?
También me gustaban otros. Recuerdo que teníamos un buen grupo de chicos y se despertó en mí una parte competitiva bastante fuerte. El hecho de poder manejar el Optimist y las velas, yendo allá donde deseaba, me brindaba una libertad que desconocía, que no lograba en ningún otro sitio.
«Mateo Carbonell es un regatista que absorbe todos los conceptos que le damos; es el mejor que he entrenado»
Debías tener ciertas aptitudes.
Por supuesto. Navegar no es fácil, pero como todo se aprende -a base de práctica y repeticiones-, especialmente si eres un niño. En España tenemos muy buenos profesores, que toman buenas dinámicas con los chicos.
Es cierto que algunos chicos nunca adquieren esas actitudes, también porque competir no les llama la atención.
¿Hasta dónde llegaste como regatista?
Destaqué en Optimist Europa, otra modalidad de barco, muy de moda en aquellos tiempos. Participé en un sinfín de regatas nacionales e internacionales.
¿La vela es un deporte mental?
Mucho, porque hay numerosas premisas a tener en cuenta al navegar. Por ejemplo, el viento, que cambia constantemente, casi cada minuto, varían las olas y las corrientes, sin olvidarnos de los oponentes y los jueces, que te ponen más presión. Debes estar muy concentrado, para que nada ni nadie te altere.
En mi opinión, un buen regatista es un auténtico matemático o ingeniero, una persona inteligente que emplea la cabeza continuamente.
«La vela es un deporte muy mental, pues hay que tener en cuenta muchas premisas cuando estás compitiendo»
¿En qué momento optaste por la docencia?
Un día, sobre 2010, el mencionado Nogueroles me propuso entrenar los fines de semana en el Club Náutico de Denia, complemento a mis estudios universitarios. Esa labor duró poco, después que me ofrecieran en Gandia un trabajo parecido y más seguido.
Estuve allí tres temporadas, hasta que recibí ofertas del CN Xàbia. A las dos primeras respondí con negativas, pero insistieron tanto… Estoy extremadamente agradecido al club.
¿Qué tipo de profesor eres?
Paso mucho tiempo con ellos, chavales de entre nueve y quince años. Si es una competición que no es en la provincia de Alicante pasamos el fin de semana fuera. Me gusta ser un poco duro, porque precisan disciplina; al final tienen mucha responsabilidad.
Nos los llevamos a un hotel y tienen un comportamiento ejemplar en todo momento, incluso cuando los adultos no estamos delante. Tienen una madurez y saber estar superior a la de su edad, aunque obviamente son niños; no paro de hacerles bromas, ¡me lo paso pipa con ellos!
Muchas veces me ven como un amigo y prefiero que sepan distinguir. Esa parte realmente la llevo bien.
«Soy un preparador exigente, muy duro, pero luego también les hago bromas, ¡me lo paso pipa con ellos!»
¿Y tú qué has aprendido de ellos?
Que, a diferencia de lo que se suele decir, no hay niños malos. En el fondo son eso, niños, sin maldad, ven cómo nos implicamos y tienen mucha confianza en mí. Saben que si les pasa algo voy a estar ahí, y viceversa, si tengo algún problema, ellos van a responder.
Háblanos de Mateo Carbonell.
Es el mejor regatista que he entrenado en mi vida, a pesar de llegar relativamente tarde a la vela, a los once años. Se trata de un tópico que Mateo ha roto, por completo. Le vi navegar por primera vez y aprecié ya entonces aspectos innatos.
Me di cuenta que, así como con otros chicos debía repetir una y otra vez los conceptos, en Mateo eso no pasaba, los absorbe rápido. Nunca lo había visto: ahí están los resultados de su ascenso -meteórico-, pues es el regatista más laureado en un campeonato mundial de la historia de España.
¿Dónde está su techo?
¡No tiene! Solo necesitamos que tenga un poco más de apoyo federativo, porque puede darnos muchísimas alegrías.




















