Entrevista > Amparo Puig / Artista multidisciplinar (Crevillent, 15-febrero-1979)
Hace bien Amparo Puig en calificarse como artista multidisciplinar, porque se atreve con casi todo (acrobacias, danza, coreografía…), aunque reconoce que ahora lo hace un poco menos, “desde que fui mamá de Duna”.
Estudió en la Universidad Miguel Hernández de Altea, y tras lograr el título Superior de Danza Contemporánea marchó a Budapest (Hungría), “para continuar formándome en la Escuela de la Ópera, una experiencia increíble”.
Fruto de este atrevimiento constante, aún latente, continúa haciendo shows acrobáticos, “en cualquier lugar, farolas principalmente”. Para ello es determinante la disciplina y rutinas que mantiene a diario. Cursa asimismo tercero de Magisterio, para pronto orientar a los jóvenes.
¿De pequeña ya soñabas con bailar?
Lo hacía en sueños, en mi mente, de puntillas o en la ducha. Todos mis recuerdos, acompañada de mi abuela María, son danzando. Comencé a formarme en Crevillent, con la profesora Mari Carmen Serrano, quien curiosamente fue compañera después en la universidad.
¿Paso previo a Budapest?
Marché a la capital húngara en 1998 porque allí hay un altísimo nivel cultural. Es tal que siempre me sentí muy bien acogida y valorada como artista, te tratan como una diva.
Fui para un cursillo de verano, pero al final estuve dos años, con la certeza de que deseaba dedicarme al baile. Había, de hecho, dejado mi casa y mi país para continuar aprendiendo. Regresé para incorporarme al Centro Coreográfico de València, en Burjasot.
«En Budapest, donde me formé durante dos años, me sentí muy acogida y valorada, te tratan como una diva»
¿Ya te fijabas en alguien en concreto?
Mi espejo era Natalia Makarova (1940), de la escuela rusa, una grandísima bailarina. Técnicamente bastante justa, su expresividad -mediante ojos y manos- era maravillosa.
He sido fan de ella desde pequeña, aunque es cierto que con el tiempo me he ido bifurcando o ampliando, sobre todo hacia la Danza Contemporánea.
¿La que practicas a día de hoy?
A partir de 2001. Mientras la técnica clásica implica estar perennemente alineado, sobre tu eje, de puntillas, con el contemporáneo juegas a través de las torsiones, inversiones o pasadas a hombros. Pasar de lo clásico a lo contemporáneo fue como un despertar.
Siempre he sido camaleónica, es decir, no rechazo ningún estilo, pues todos me han hecho la artista que soy actualmente. Mi suerte ha sido ir camuflándome, pudiéndome ajustar según cómo me siento o del objetivo que me inspira.
¿Tus obras entonces sorprenden más?
Es cierto que no tengo un estilo definido, no me siento atrapada dentro de una etiqueta o perfil. Más bien al contrario, especialmente tras trabajar en el circo, labor super exigente a nivel físico.
«Siempre he sido camaleónica y no rechazo ningún estilo, todos me han hecho la artista que soy hoy»
¿Ser aerealista está vinculado a esa etapa?
Empecé con la danza aérea y las acrobacias con Pedro Aunión, quien falleció en 2017 en un festival de Mad Cool en Madrid. Desde ese momento sigo haciéndolas, aunque con una mayor cautela, porque esta actividad -tan divertida como lúdica- es peligrosa.
Una vez, recuerdo, mi grigri (tipo de sujeción) estaba colocado del revés y el aguante no lo tuve; dependí de la fuerza de mis manos. Fue un punto de inflexión para pensar en mi seguridad.
Háblanos de tu faceta como coreógrafa.
Suelo preparar piezas para alguna propuesta, como la que estoy realizando ahora para la Asociación de Artistas de Crevillent. Las últimas dos han sido ‘Terra’ y ‘Somnis’.
Como decía, he tenido la suerte de poder viajar, experimentar y aprender, tanto dentro como fuera de España. Cada técnica o experiencia se suma a mi banco de recursos como infinitas posibilidades de comunicación y creación.
Precisamente, ¿cuándo regresaste definitivamente a Crevillent?
Tras mi estancia en València marché a Madrid para trabajar en los aéreos, regresando seguidamente a casa. Casi de inmediato conocí a dos compañeros, argentino y brasileño (Pablo Cuello y Joca Vergo), con los que mejoré el running wall, técnica que permite caminar por la pared, agarrados de mosquetón y arnés.
Gracias a ellos, y a la beca Leonardo, pudimos hacer un cursillo en Crevillent, al que asistieron alumnos de todo el planeta. Después de diez días de talleres, ¡les tiramos en rápel del campanario de la iglesia!
«Mi reto ahora es tener a los alumnos sentados, tras tantos años haciendo danza o acrobacias»
¿Te atreves con todo?
Diría que me atrevía, porque ahora tengo muchas más dudas, desde que soy mamá. En la actualidad llevo más precaución o cautela; pregunto mucho más, para asegurarme y tener certeza que no me pase algo.
¿En qué estás focalizada?
Estoy estudiando Magisterio en la Universidad de Alicante, pues mi reto mayor es tener a los alumnos sentados, tras tantos años haciendo danzas o acrobacias.
El primer día en clase todos mis compañeros se quedaron calladísimos, pensaban que era la profesora (ríe). Luego se han sorprendido mucho más con todo lo que hago, ellos jamás se atreverían.
¿Has cumplido todos tus sueños?
Los sigo cumpliendo, pues continúo con motivación e inspiración. Me siento en paz, sin haber terminado.





















