Entre risas corre el agua a verterse en la poza. Las mujeres apuntan, señalan y lanzan la chanza o invectiva. Ese señor que pasea a lo lejos, seguro, ronda a una mujer casada; ¿y esa moza, sabes en lo que anda metida? Pero no solo hay reparto para personas desconocidas. Las ausentes acaban cobrando protagonismo, y las presentes se erigen en narradoras y juezas. Con alegría.
Una imagen quién sabe si exagerada, hoy quizá políticamente incorrecta. Pero pongámonos en la época, a principios de la pasada centuria. La que te transmiten si preguntas por los restos, la huella (o directamente si se conservó), de algún lavadero público en Gandia. Y siempre te apuntan a uno, calle Assagador. Que sí, lo hay, más o menos recuperado. Pero no está en Gandia.
Raíces antañonas
Muy antaño, lo fue: la población de Daimús se independizaba de Gandia en 1535 y obtenía carta puebla en 1612. Aunque el topónimo del municipio es árabe (su castellanización es Daimuz), hunde raíces humanas en la dominación romana, por el siglo I de nuestra era. Pero el lavadero, el edificio que se desterronara a finales del siglo pasado, es desde luego más moderno: de 1923.
No obstante, hay referencias de lavar por aquel lugar antes. La actual y moderna recuperación se ubica en una zona colindante a la calle Fonteta (fuentecilla), y esto nos da una pista de por qué allí, y por qué puede existir más solera. Ahora bien: ¿el lavadero de Gandia ciudad? Aún priman las cercanías entre ambos municipios, pero ¿es suficiente?
Apuntan a uno en la calle Assagador, que vuelve a existir, pero no es aquí
Cargadas de cestos
Según donde mires, de Gandia a Daimús hay entre seis u ocho kilómetros. En coche, te lleva de diez a doce minutos, pero andando subimos la apuesta, entre cuarenta minutos a una hora (por el Camí Vell de Daimús o por el Assagador de la Mar). Imaginemos ahora a un montón de mujeres cargadas con cestos de ropa siguiendo estos caminos rurales (inicialmente, los ‘assagadors’ o azagadores, para el ganado).
La viabilidad se nos va. ¿Pero no hubo ninguno en la ciudad, una de esas construcciones en las que las lavanderas chismorreaban, como aseguran las crónicas, dando pie a expresiones tipo la de “lavar los trapos sucios”, como se nos cuenta desde la ciberpágina ‘Recordando Gandia con Paco Martí’? El propio Paco Martí no nos señala más. Rasquemos un poco las diferentes especulaciones.
Chismorreaban, dando pie a expresiones como «lavar los trapos sucios»
Barranco de categoría
Algunas referencias nos hablan de una calle del Riuet, con lavanderas de lengua vivaz. El problema es que ni existe hoy ninguna denominada así ni aparece referencia alguna en el pasado. Bien es cierto que, en muchas zonas de la Comunitat Valenciana, y de otras también, cualquier acequia de relativo caudal era automáticamente catalogada de riachuelo.
Bueno, tenemos una calle del Riu, del río, en el Grao de Gandia, barrio marinero de la ciudad por excelencia. Pero esto ya son palabras mayores. Allí desemboca el ‘río San Nicolás’, en realidad el barranco del mismo nombre (Borrell o Beniopa en sus partes altas) convenientemente canalizado (vertía sus aguas al mar ya antes de existir el puerto, el grao, según nos informa Paco Martí).
Quizá esta proximidad propició un acceso más inmediato al agua
Silueteando la ciudad
Tachemos otro posible punto (no descartemos lavar la ropa, pero en principio sí un lavadero público, aunque en el futuro alguna excavación o un legajo nos tape la boca) y, antes de seguir dando vueltas buscando a nuestras lavanderas, echemos un vistazo al mapa. Realmente, el río Serpis siluetea la ciudad por su lado meridional. El sur del callejero, desde el que más o menos asoma el mismísimo palacio Ducal.
Dudo que los Borja bajaran a lavar ropajes. Sí lo haría posiblemente la servidumbre. Pero seguimos sin lavaderos. Quizá esta proximidad propició un acceso más inmediato al agua, sea el propio río, sea por fuentes, que las hubo y hay. No había que canalizar esta hacia un espacio público específico. Acequias y aljibes ayudaban a distribuir el líquido elemento. Aunque al final resultara insuficiente.
Obra clásica
De nuevo, Paco Martí nos echa una mano: efectivamente, era necesario algo más. Así, en 1892 se iniciaba la definitiva potabilización urbana, desde la perforación de Beniopa, una población (en realidad, un distrito de la propia Gandia), esta vez al norte, asomada al barranco que antes llamamos Riu San Nicolás. En el ínterin, Gandia ciudad no priorizó, entre su obra civil, la existencia de lavaderos públicos.
Quedémonos en ello, hasta que cualquier excavación nos calle justamente. Vale, ¿nos vemos, pues, sin lavanderas? Movámonos hacia la montaña, al suroeste, a poco más de seis kilómetros. Pues sí, en Palma de Gandia hay otro lavadero (en este caso, se conservó el antiguo), con su fuente de llenado y su pila o lavadero de piedra. Pero no nos hagamos ilusiones: de ocho a quince minutos en coche a una hora andando. Y cargados de ropa.




















