Entrevista > Emily Jane / Remera (North Shield, Reino Unido, 5-octubre-1974)
Repite una y otra vez Emily Jane que ella es ‘sólo’ parte de un equipo. Que no se siente una líder ni un engranaje especial dentro de la siempre perfectamente coordinada maquinaria de una embarcación de remo. Y lo cierto es que su tono suena sincero e, incluso, transmite cierta sensación de apuro al verse señalada como una de las deportistas más destacadas del panorama marítimo alteano.
Pese a ello, su historial deportivo y su palmarés justifican sobradamente esa condición que, en otros muchos deportes, hubieran llevado a Jane a ocupar muchos más titulares de los que ha protagonizado.
Más de 25 años remando
Dos veces campeona, con el Rías Baixas, de la Bandera de La Concha son sólo la joya de la corona de una mujer que, ahora enrolada en el equipo del Club Náutico de Altea, mantiene la misma pasión por el remo que en aquellos años dorados compitiendo en el Cantábrico.
Lleva más de 25 años remando y mantiene la ilusión del primer día. Ni siquiera el complicado regreso desde la elite de las traineras, a la cruda realidad del remo mediterráneo, consiguió diluir su compromiso y sus ganas de seguir compitiendo y acumulando títulos. El próximo objetivo será el campeonato de España del próximo mes de septiembre en Murcia.
«Empecé a remar en el Club Náutico de Benidorm en 1986. Por aquel entonces yo no sabía nada de remo… ¡ni sabía que existía!»
Usted nació en Reino Unido, pero llegó a España con sólo tres años. En su país de origen el remo, como casi todos los deportes náuticos, tiene una gran tradición. A la vez, recaló en la costa mediterráneo. ¿Qué ha tenido más peso para que usted se haya decantado por el remo?
Empecé a remar en el Club Náutico de Benidorm en 1986. Por aquel entonces, yo no sabía nada de remo… ¡ni sabía que existía!, pero mi hermana tenía una amiga que lo practicaba y acabamos apuntándonos las dos. Desde el principio nos gustó mucho y mira, desde el 86 que estamos remando (ríe).
Es cierto que en Inglaterra existe una gran tradición y tenemos esa regata entre las universidades de Oxford y Cambridge, que es muy prestigiosa, pero en mi caso, la afición no tiene nada que ver con eso.
¿Siempre ha hecho remo de mar o ha probado alguna vez en una clase olímpica?
Yo ya empecé en el Club Náutico de Benidorm con la modalidad de banco fijo. En aquel momento navegábamos con el Falucho porque el Llaut todavía no se utilizaba.
Aquel Falucho era un barco muy pesado. Todavía no eran de fibra, como lo son ahora, y pesaban unos 400 kilos.
Tanto el Falucho como el Llaut son adaptaciones de embarcaciones que tradicionalmente se utilizaban para faenar. ¿Existe una gran diferencia a la hora de competir en uno u otro?
Sí. Sobre todo en el peso. Hay que pensar que el Llaut pesa unos 150 kilos y el Falucho actual rondará los 300. Es un barco bastante más grande.
Ha vivido de primera mano una experiencia tan especial como participar en la Bandera de La Concha. En Euskadi, como en esta zona, el remo nace de la propia tradición marinera de la sociedad. ¿Por qué cree que allí ha crecido tanto y aquí se ha quedado en un deporte muy minoritario?
Es la regata más prestigiosa del mundo del remo y es cierto que allí es un deporte que se vive a lo grande. Es casi como el fútbol. Se ficha a deportistas, tienen su sueldo… son casi deportistas de elite. Las traineras no tienen nada que ver con lo que hacemos aquí.
Creo que es un deporte en el que los aficionados ganan más dinero con las apuestas que en el fútbol. Se hace todo a lo grande.
«La Concha es la regata más prestigiosa del mundo del remo y es cierto que allí es un deporte que se vive a lo grande»
¿Cómo llega usted a competir en La Concha?
Fue a través de mi entrenador, Vicente Jorro, y de los entrenadores del equipo de Astillero (Santander). Estaban buscando gente que remara en banco fijo y cuando me lo propusieron fui a hacer unas pruebas con ellos. Recuerdo que éramos muchas chicas y allí sí que me tuve que ganar el puesto.
Cogí una excedencia en el trabajo para poder entrenar con ellas un mes y conseguí ser titular en el equipo.
¿Y cómo acabó aquella primera experiencia?
Aquello fue en 2010 y fue mi primera experiencia en La Concha. Conseguimos terminar en segunda posición. Fue un gran resultado.
Luego llegó el cambio de equipo y el éxito.
Así es. En 2011 ya remé para Rías Baixas y conseguimos la victoria, un resultado que repetimos de nuevo con el mismo equipo en 2012.
¿Se podría decir que sólo el hecho de participar, ya ni hablo de ganar, en la Bandera de La Concha supone tocar el cielo para una deportista como usted?
Sí. Nosotras lo consideramos como las olimpiadas del remo. Para el mundo de las traineras, la Bandera de La Concha es llegar a lo máximo a lo que se puede alcanzar en el banco fijo. Además de eso, remar esa regata y ganarla supuso para mí conseguir uno de mis sueños.
Cuando echa la vista atrás recordando su paso por las traineras, ¿le viene alguna imagen recurrente a la memoria como el momento más especial?
La verdad es que sí. Mi recuerdo más especial coincide con la primera victoria en La Concha. No tanto por la victoria en sí, sino porque mi madre ya estaba muy enferma y falleció en el mes de julio de 2011.
Ese mismo año, en septiembre, formé parte del equipo que ganó la regata y ya te puedes imaginar que para mí fue algo muy especial porque me hubiera encantado que mi madre hubiera podido ver aquello.
«Mi madre murió unos meses antes de mi primera victoria en Donostia. Me hubiese encantado que me hubiera visto»
¿Existe una gran diferencia entre remar en una trainera a hacerlo en un Falucho o un Llaut?
¡Muchísima! Aquí somos once más el patrón en la embarcación. Por lo tanto, el barco se hace muy pesado. Allí, al ser trece personas, se rema de una forma muy diferente porque esa fuerza hace que el barco se desplace más rápido. Es una técnica de remo muy distinto.
De hecho, yo siempre pensé que me podría adaptar rápidamente, pero cuando llegué allí me di cuenta de que no tenía nada que ver. Además, está la realidad del mar. No tiene nada que ver navegar en el Mediterráneo con hacerlo en el Cantábrico. Allí hay que saber remar con olas.
Sin embargo, la ola corta del Mediterráneo también puede ser, si me permite la expresión, muy puñetera.
(Ríe) ¡Muy puñetera! Además, siempre acaba dándote bandazos por el través. Es una ola muy incómoda y muy ‘sucia’. En Donostia, por la dirección en la que se rema, las olas siempre te vienen de proa o de popa.
En La Concha hay que saber, sobre todo, coger las empopadas y en eso hace mucho la calle por la que se rema. En ocasiones, te toca una buena calle y coges una buena empopada y te plantas antes en meta.
Permítame una maldad. Cuando una vuelve de ser campeona de La Concha y regresa a la dura realidad del remo mediterráneo, ¿eso sienta como un golpe de realidad en toda regla?
¡Es un golpe enorme! (ríe) Cuando volví me dije a mi misma que me retiraba. Vi el barco que tenemos aquí y sólo pensaba que no quería volver a remar en él. De todas formas, allí aprendí muchísimo y la experiencia que cogí me sirvió para pasársela al equipo. Intenté pasar a mis compañeras todos esos conocimientos.
Si tuviera que elegir algo en concreto, ¿qué cree que fue lo más importante que pudo traerse para transmitir al equipo?
Allí siempre me decían que la bancada no tiene nombre, es decir, que no tenías el puesto asegurado. Algo fundamental que aprendí es que para conseguir ese puesto en el barco hay que entrenar muchísimo.
Además remar en el Cantábrico es mucho más exigente que hacerlo en el Mediterráneo porque tienes que hacer una palada casi perfecta. Tienes que remar ‘muy fino’ para evitar que el movimiento de recuperación acabe creando una resistencia en contra del avance o te haga dar bandazos.
«No tiene nada que ver navegar en el Mediterráneo con hacerlo en el Cantábrico. Allí hay que saber remar con olas»
¿Cómo es eso de remar de espaldas hacia la dirección a la que se avanza? ¿No le crea cierta inseguridad o ansiedad?
En el falucho o la trainera no porque sé que el patrón va mirando. Pero cuando remo con Paloma en remo de mar no llevamos patrón y yo, que remo en la proa, tengo que estar mirando lo que pasa por detrás. Eso hace que vaya remando, pero tenga siempre todos los sentidos activados. Es algo bastante estresante.
¿Acaba desarrollando una suerte de sexto sentido que le permite ‘ver si mirar’ y anticiparse a las cosas por lo que oye o siente?
Absolutamente. En mi caso cuando voy remando, como no ves nada al ir de espaldas a la boya, estoy más atenta a lo que oigo que a lo que veo. Por ejemplo soy capaz de oír un barco aunque esté muy lejos. Eso hace que ya active todos los sentidos para controlar sus movimientos. Es una forma distinta de ‘ver’ las cosas.
¿Qué objetivos tiene para lo que queda de temporada?
Acabamos de terminar la modalidad de banco fijo y hemos empezado a preparar la campaña de remo de mar. Nuestro gran objetivo es el Campeonato de España que se disputará en septiembre.
«En las traineras aprendí muchísimo y la experiencia que cogí me sirvió para pasársela al equipo»
En esta ocasión el Nacional será uno de los 18 campeonatos que se disputen en la primera edición de los Juegos del Mar, un evento en el que se han reunido casi una veintena de modalidades acuáticas para que el público vea todo ese catálogo de deportes de primera mano. ¿Le parece una buena iniciativa?
Efectivamente, creo que esa es la intención por la que se ha creado esa iniciativa. Es muy positivo que se apueste por esta forma de promocionar los deportes acuáticos, porque creo que va a atraer a más gente y sea una buena oportunidad de captar a más remeros ya que es un deporte muy completo, muy vistoso y que, una vez que lo ha visto, a la gente le encanta.