La historia mundial atesora algunos pactos de paz cuyas consecuencias no se quedaron en la fecha en que sucedieron. Estas, para mal en unos casos, para bien en otros, para todas las opciones en su mayoría, aún perduran.
Y no hablamos ya de los relumbrones de la Conferencia de Yalta, del cuatro al once de febrero de 1945, cuando se repartió el mundo antes de acabar la Segunda Guerra Mundial y que comenzara la Guerra Fría.
A veces se trata de asuntos que tomamos como más locales, olvidándonos de aquello del aleteo de la mariposa que provoca un huracán en Nueva Zelanda. El Tratado de Almizra lo firmaban el veintiséis de marzo de 1244 Jaume I (1208-1276, Corona de Aragón) y Alfonso de Castilla, futuro Alfonso X El Sabio (1221-1284) y yerno de Jaume. Dicha alianza se revive todos los años en Camp de Mirra.
De aquellos nombres árabes
No es tema ligero: la alianza dio forma al Reino de Valencia, integrado en la Corona de Aragón (1164-1707, incluía también los reinos de Cerdeña, Córcega, Mallorca, Nápoles y Sicilia, los ducados de Atenas y Neopatria, o sea, la griega Tesalia, y el condado de Barcelona). Perduró como tal desde 1238 hasta 1707, para convertirse en el sustrato del País Valencià, actual Comunitat Valenciana.
Y todo ello acontecía en el Castell d’Almizra o Almisrà. El nombrecito del castillo procede, según los filólogos, o de ‘al-miṣrān’ (las dos fronteras o comarcas) o de ‘al-mazra’a’ (‘el cultivo’, de donde viene almazara o ‘almàssera’, molino de aceite).
En todo caso, de Almizra también derivó Camp o Campo de Mirra, la localidad donde se representan estos hechos históricos.
El acuerdo fraguó lo que hoy es la Comunitat Valenciana
Ejemplos cercanos
Representaciones: el Misteri d’Elx, cada agosto, desde el siglo quince. O todos los nueves de octubre en el barrio valenciano de Russafa, al conmemorar la entrada triunfal de Jaume I en una València rendida ya el veintiocho de septiembre. Además, el Entramoro de la valenciana Tuéjar, desde el siglo diecinueve pero a partir de párrafos más antiguos. Un toque medieval en todos los casos, aunque arranquen después.
Como ocurre con las navideñas. En la Cañada, por ejemplo, que desde el siglo diecinueve se viene escenificando ‘La Santa Infancia del Niño Jesús’ (1748), auto sacramental basado en un texto del malagueño fray Gaspar Fernández de Ávila (1735-1809). Y a partir de 1925, en la pedanía villenense de Las Virtudes se teatralizan al aire libre estos episodios bíblicos.
El primer libreto se estrena en 1976
Cercanos orígenes
Que en Camp de Mirra, municipio del Alto Vinalopó cuyo censo de 2021 anotaba 429 residentes, los habitantes se vuelquen en el acto no deja de resultar lógico. Es un honor participar en ello, cada 25 de agosto con apoyo físico de la Església de Sant Bartomeu (iglesia de San Bartolomé), un templo del dieciocho de sobria fachada y campanario rematado en cupulilla de ladrillo, para las campanas.
Pero la solera de que disfruta a ojos turísticos hunde sus raíces en realidad en el tercio final del pasado siglo, en 1976, con libreto del biarense o biarut Francesc González Mollà (1906-1987), al que se le achacó ser cartero de profesión (bien, el Nobel José Saramago, 1922-2010, fue policía, herrero y funcionario), quien se basa en lo narrado en el ‘Llibre dels feyts’ (‘Libro de los hechos del rey Jaime’, 1274).
La teatralización se incluye en las fiestas mayores
Nuevos textos y música
El texto resistió con éxito hasta 1981. Al siguiente año se estrenaba el actual, bilingüe (según bando que hable: los de Alfonso o los de Jaume) y gestado por Salvador Domènech Llorens (1929-1991), festero alcoyano a quien debemos varias Embajadas por la provincia. En este caso, recurrió al romance en versos heptasílabos (de arte menor, o sea, ocho sílabas o menos: siete aquí), con rima asonante (solo coinciden las vocales) en los versos pares.
La ‘Obertura’ de la prestigiosa compositora y pintora castellonense Matilde Salvador i Segarra (1918-2017) aportó aún más realce a un acto que en el 750 aniversario del Tratado incorporó escena enaltecedora de la figura de Jaume I, creada desde la Universitat de València por la escritora y lingüista benejamense Maria Conca y el matemático y político pancatalanista valenciano Josep Guia.
Parte de las fiestas mayores
Pero el gran atractivo para acudir a Camp de Mirra por estas fechas, aparte de ver representada nuestra propia historia, viajando al pasado sin más máquina que el automóvil si se viene de fuera, aún es el elenco. No hay actores profesionales, sino la propia vecindad dando vida a los personajes históricos de esta obra. Y a decir de ojos y oídos más versados en lo de criticar, con gran acierto.
En el prepandémico 2019 la escenificación alcanzaba el 775 aniversario y, como siempre, estaba incluida en un ciclo festero, las fiestas mayores, del 22 al 26 de agosto, en honor de San Bartolomé y de los santos Abdón y Senén (‘els santets de la pedra’, protectores de los campos contra el pedrisco), que incluyen Moros y Cristianos, con lo que la inmersión en el pasado resulta más firme.