Para los científicos, el fuego es un conjunto de moléculas incandescentes por oxidación. Para sus antecesores los filósofos presocráticos, uno de los elementos de la naturaleza (junto a agua, aire, tierra y éter). Para los ‘alternativos’, mediador entre el Cielo y la Tierra. Y para las gentes paterneras, el elemento principal de un seductor ciclo festero conocido como Cristo de la Fe de Paterna.
Tal es la imbricación entre el caliente plasma y el municipio de l’Horta Oest, que el Pleno de las Corts Valencianes no dudó en declararla en mayo de 2021 Ciutat del Foc.
Uno de los momentos principales en torno al Cristo de la Fe (el último domingo de agosto), en la madrugada siguiente, tiene lugar con la Cordà, que ya figuraba como Fiesta de Interés Turístico Autonómico en 2007 y Nacional en 2017.
También Moros y Cristianos
Las celebraciones, en realidad, comienzan prácticamente la segunda quincena de agosto (este año, desde el dieciocho hasta la madrugada del veintinueve). Hay que anotar que esta ciudad de 71.361 habitantes en 2021 convierte la veneración al Cristo en unas auténticas ferias de agosto.
Hay de todo: cabalgatas, concursos gastronómicos (paellas que no falten), juegos para la chavalería, deportes, verbenas… y Moros y Cristianos (del quince al veintiuno según programa).
La Federación Intercomparsas Paterna de Moros y Cristianos es la que oficialmente agrupa a los festeros de la reconquista desde el diecisiete de junio de 1991, aunque la idea surge al reunirse el treinta de marzo de 1977 las tres comparsas desfilantes por la fecha: Alhama, Beduíns y Trabuquers. Antes de la pandemia contaban con veintinueve comparsas (quince moras y catorce cristianas), que agrupaban a unos 1.600 festeros (tres mil según algunos medios).
La población ha sido declarada en 2021 Ciutat del Foc
El ánima litúrgica
Como en buena parte de los municipios de la Comunitat Valenciana, los Moros y Cristianos paterneros culminan su argumento historicista con la toma de la ciudad por parte del montpellerino Jaume I (1208-1276) para la Corona de Aragón. En el caso de Paterna, esto sucedió el diez de abril de 1237, y de forma totalmente pacífica. Los siguientes años se hizo famosa la cerámica producida en el municipio.
Pero el núcleo litúrgico, en esa fórmula casi matemática de “fuego, fiesta y fe”, como se definen estas conmemoraciones, es el llamado Cristo de Paterna; una talla, la original, donada por el arzobispo correspondiente para que el culto crístico sustituyera al anterior mahometano, donde hubo mezquita que ordenó derribar hasta la última de sus piedras.
Fue en tiempo récord, en 1939, cuando se talló la imagen actual
La veneración de San Vicente Ferrer
El Cristo de Paterna gozó de una especial veneración por parte de San Vicente Ferrer (1350-1419), por lo que no resulta extraño que la procesión dedicada al Cristo de la Fe lo sea también a San Vicente Ferrer.
No obstante lo dicho, también sobre el municipio de l’Horta Oest planeó la tradición del o los peregrinos que se alojan en un lugar y dejan a cambio una figura. Una imagen de gótico tardío, del siglo diecisiete, presidió el templo.
Para cuando llegó la Guerra Civil, la talla había cogido un tinte negruzco que le dio dos de las denominaciones populares: ‘El Negret’ o ‘El Morenet’. Pero no sobrevivió a la contienda. En 1939 y a tiempo límite (se bendijo en agosto de ese año, a pocos meses del fin de la conflagración), se encargó de la imagen actual el prestigioso José Maria Ponsoda (1882-1963), escultor barcelonés de padres valencianos que, por cierto, nació en la calle Valencia.
Una batalla de pólvora que fue antes cohetes en una cuerda
Buscapiés y carretillas
¿Y el fuego? Por si no es suficiente el de las velas de la procesión, reparemos en el consumido, por ejemplo, en la Cercavila de Luxe, con doble hilera de desfilantes a ambos lados de la calle que portan sus buenos pedazos de cohete, que llevan mediante tenazas de madera (‘tenalles’). Lo suyo es disparar los elementos pirotécnicos mientras son acompañados, en el centro del vial, por quienes no tienen ganas de disparar pero no quieren privarse del olor festero de la pólvora en primer plano.
Y por supuesto, queda la Cordà, iniciada, aseguran, en 1863, en una actividad tipo, por ejemplo, la Nit de l’Albà ilicitana (el quince de agosto). Buscapiés, carretillas, cohetes borrachos… lo suyo es enfrascarse en una tremenda batalla de pólvora de la buena, de la de diversión, pero con las medidas de seguridad pertinentes. Además de las vestimentas adecuadas (mucho algodón), respeto y precaución.
El himno dedicado al ‘foc’
Puertas y ventanas de la calle Mayor, por donde discurre la Cordà, se atrincheran con ‘engabiats’ (rejillas metálicas). Lo de llamarlo ‘cordà’ no es capricho: antaño hubo una cuerda en diagonal con cohetes. Luego, ya tocó implicarse más.
En fin, el himno festero es, no podría ser otro, ‘Foc, foc i foc’, compuesto por Pablo Sánchez Torrella, autor de la música del himno al club de fútbol València, aquí con letras del llorado ‘Pepín’ Damián Polo (1929-2020), ‘coeter major emèrit’ de la ciudad donde ambos nacieron. Aquí el fuego no es complemento, sino alma.