La fecha no es el nueve, sino el quince de septiembre de 1976. Cuando la Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià (Mesa de Fuerzas Políticas y Sindicales del País Valenciano), surgida ese mismo año, declaraba el nueve de octubre Dia Nacional del País Valencià. Más tarde, en 1982, el Estatut d’Autonomia lo fijaba como Dia de la Comunitat Valenciana. ¿Por qué ese día?
Quizá tampoco fuera el nueve, sino el ocho. El nueve, en 1338, se celebró el primer centenario de la conquista de València por Jaume I (1208-1276), y hubo procesión a San Dionisio que, con el tiempo, se transformaba en comitiva cívica. El Nou d’Octubre se institucionalizó, celebrándose incluso bajo el franquismo. Pero Jaume I no entró en València ese día (en 1238), según varias interpretaciones de las crónicas, sino el anterior. El nueve fue la primera misa cristiana.
Los santos decapitados
El nueve de octubre se conmemora a San Dionisio de París, Saint Denis o Sant Donís, quien vivió y murió en el siglo tercero. Por aquí es patrón de los pasteleros, porque elaboran para los enamorados, que también se suman a la advocación, la ‘mocaorà’ (mazapanes que representan las frutas de la Comunitat Valenciana, envueltos en un ‘mocador’, un pañuelo).
Lo del nueve agrupa a varios Dionisios santos, por San Dionisio Mártir, un siglo antes, cuya decapitación se ordenaba el nueve de octubre del 117. El caso es que a Saint Denis también lo decapitaron. Ahora bien, entrase Jaume I en València el ocho o el nueve, no invalida lo que aquí se celebra: en el fondo, se trata aún de algo que iba a marcar muchísimo más.
La procesión cívica se celebró incluso durante el franquismo
Partes de una Reconquista
La Reconquista, en su concepción historicista clásica, arranca con la batalla de Covadonga (referenciada el 718 pero también el 722), prácticamente recién comenzada la invasión islámica, en el 711, para culminar el dos de enero de 1492, con la toma de Granada. Pero actualmente revisiones de la historia nos presentan otros campos más segmentados, como una orilla en la que las olas cronológicas vienen y van.
Una equipara el desarrollo de la Reconquista con los ciclos económicos Kondrátiev o largos (cada ciclo o pico de onda se produciría entre unos 47 a 60 años; se llaman así, por cierto, en honor a uno de sus grandes estudiosos: el economista ruso Nikolái Kondrátiev, 1892-1938). Y hay otra, por ejemplo, más simplista si se quiere, que divide la Reconquista en Conquista y Reconquista propiamente dicha.
En la Península dominaban los integristas almohades
El enemigo integrista
Dado que los dos puntos álgidos vienen aquí marcados por Jaume I y los Reyes Católicos, por el momento es la que mejor nos servirá. La llegada del montpellerino, procedente de tierras occitanas, y con él toda una cultura con la que enriquecer a las ya existentes (y a su vez enriquecerse con ella), no iba a ser, eso sí, pacífica. En la Península, en ese momento, dominaba el islamismo almohade.
Lo que llegará a ser el Imperio almohade había surgido en Marruecos como reacción a los almorávides, monjes-soldado (es lo que significa ‘al-murābiṭūn’) que predicaban una apertura religiosa inaceptable para quienes se autodenominaron ‘al-muwaḥḥidun’, esto es, “quienes reconocen la unidad de Dios”. Por estas tierras estuvieron desde 1147 a 1269. Bueno, centrémonos: la población entonces almohade y antes almorávide era autóctona. La islámica fue una invasión socio-política, no de sustitución física.
La fortaleza de Biar se rendía, pero con condiciones
Expulsiones y batallas
En realidad, la gran ausencia llegará años después de lo que aquí llamamos la Conquista, al expulsar en 1492 a los judíos y en 1646 a los moriscos (los musulmanes convertidos a la fuerza). Por primera vez en la Península se practicaron vaciamientos poblacionales de tal magnitud. Y no se trataba de personas foráneas, sino autóctonas. La gente que vivía aquí era naturalmente musulmana, o de otras confesiones, como luego lo fue cristiana o laica.
Así que la Conquista, como parte de la Reconquista, afectó a los naturales del país, dispuestos a defender cara su piel. Y se dieron episodios como en el castillo de la alicantina Biar. Esta imponente alcazaba del siglo doce la derrotaba Jaume I en 1245. En realidad, cuando llegó, los lugareños aseguraron que se rendían, pero con condiciones. Se ofendió pero, tras cinco meses de asedio y perder tropas, transigía. Se vengó transformando mezquitas en grandes templos cristianos.
Culturas y legados
Cabría decir aquello de a rey muerto, rey puesto, pero con muchos matices. Si la cultura árabe impregnó las peninsulares con palabras, costumbres, gastronomía, herramientas… hasta creencias íntimas (cosmovisión del mundo, ritos), la llegada de la cultura occitana, a su vez lógico crisol de otras, que también bebieron de esta, añadió más elementos.
Por lo que aquí respecta, cuando Jaume I entra en València, portaba en el morral la simiente de una lengua, con sus variantes dialectales, geográficas, y más cosmovisiones que iban a mixturar con las previas, incluida la romana, prácticamente poso común en todas. Y puede que, sin saberlo, aportaba ya más material para obrar la actual Comunitat Valenciana.