Una frase inscrita en uno de los pabellones del tétrico campo de concentración de Auschwitz (Polonia), hoy museo, sugiere que “los que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. Sin duda, las generaciones más jóvenes deberían conocer mejor el sufrimiento que ocasionó en la sociedad un conflicto bélico sin sentido como la Guerra Civil Española.
En Alcoy, objetivo de guerra, se tuvieron que construir numerosos refugios antiaéreos, de tres tipos: los realizados por el ayuntamiento, los fabricados por los propios vecinos y los ubicados en las empresas.
Estos ‘escondites’ permitieron que muchos alcoyanos salvaran sus vidas y en la actualidad únicamente se puede conocer uno en profundidad, el de Cervantes. Su visita es tan educativa como espeluznante.
Para descubrir mejor por qué Alcoy fue espiada, después atacada y cómo se desarrolló el conflicto en la ciudad, les propongo hacer un excitante viaje en el tiempo y situarnos en esa complicada época.
Salvaron la vida de miles de alcoyanos y su visita es tan educativa como espeluznante
Alcoy en 1936
Al inicio de la guerra, en julio de 1936, Alcoy entra también en una revolución, debido a que la mayoría de sus trabajadores pertenecían a la CNT y anhelaban consolidar la revuelta social. Por tanto, la totalidad de sus industrias quedan socializadas. “Tanto las fábricas metalúrgicas como las textiles pasan de una producción capitalista a ser controladas por los sindicatos”, afirma el historiador Ángel Beneito.
Las fábricas se empleaban para nutrir de efectivos al ejército de la República. Las textiles hacían mantas, telas para uniformes militares, gasas, macutos y lonas para tiendas de campaña, entre otros elementos. Mientras, las metalúrgicas confeccionaban proyectiles, granadas, cartuchos y cañones de fusil, bombas, etc.
“Sin duda, cuando tienes a toda la industria dedicada a la fabricación de material bélico, es normal que, tarde o pronto, la ciudad pudiera ser bombardeada”, recalca el profesor. El primer objetivo era destruir lo que te está ocasionando perjuicios, como sucede en infinidad de guerras.
Construcción de los refugios
Alcoy, pese a que su importancia era relativa, sí era una plaza militar, ya que en su propio casco urbano se ubicaba un cuartel de Infantería con guarnición permanente. Alojaba, además, dos hospitales militares: el Sueco-Noruego y el Hospital número 2, en el edificio de la Beneficencia.
Otra razón para bombardearla era que poseía dos estaciones ferroviarias, que enlazaban con Valencia, Gandía y Villena, por donde llegaban materias primas y salía la producción bélica que fabricaban las industrias, así como mercancías y convoyes militares.
Todo ello hizo que, para defenderse de posibles ataques aéreos, la Junta Local de Defensa Pasiva construyera en las calles principales de la ciudad una serie de refugios antiaéreos. A día de hoy se pueden visitar el de Cervantes, como avanzábamos anteriormente, y un pequeño tramo del de Santo Tomás.
La ciudad alcoyana era un objetivo de guerra debido a que sus fábricas producían material para el ejército
Cómo eran
Creados entre 1937 y 1938, había dos tipos, aclara Beneito. Uno era en forma de galería, tras picar y cavar, tipo “topo”. Su ventaja residía en que eran baratos de construir, pero extremadamente lentos, porque “además de ir cavando y extrayendo el material, se debía consolidar la galería”.
La segunda opción, visible perfectamente en el refugio Cervantes, era más rápida pero también más cara. Se trataba de excavar una superficie, construir una serie de pilares y cubrir el recinto con hormigón armado con varillas de hierro para hacerlo resistente.
Seguidamente se cubría el techo con material plástico (arena y gravilla) para que, si sufría el impacto directo de una bomba, ésta reventara en la superficie y su efecto fuera infinitamente menor. “El gran problema es que estábamos en guerra y tanto el cemento como el hierro eran caros y complicados de conseguir”, reflexiona el historiador.
Cada refugio disponía de dos entradas, una a cada extremo y siempre en forma de L “para evitar que la onda expansiva de la bomba recorriera todo su interior”. En ocasiones se hacía una tercera entrada, que conectaba el refugio con la escuela, en este caso el colegio Cervantes, por una doble razón, para salvaguardar a los más pequeños y debido a que el gobierno había dictaminado una norma según la cual, si un refugio era habitado por escolares, colaboraba en su coste.
Había dos tipos de refugios, los construidos en forma de galería y los realizados excavando una superficie
Tipos
Estos refugios colectivos, construidos por el ayuntamiento, se situaban en diferentes zonas de la ciudad. Las fábricas también tenían los suyos, cada una de ellas, alrededor de un centenar en total, y un gran número de familias igualmente los prepararon al inicio del enfrentamiento.
Esas familias, ubicadas generalmente en el centro de la ciudad -en los edificios más antiguos, los que disponían de subterráneo-, pensaron que los sótanos de sus casas podrían servir de refugio. Pero pronto Defensa Pasiva se dio cuenta que las bombas que se lanzaban eran muy potentes, capaces de atravesar todo el edificio y reventar el inmueble, dejando al personal sepultado.
El consistorio prohibió entonces este tipo de construcciones y se optó por los mencionados refugios colectivos.
Los bombardeos
La ciudad de Alcoy sufrió un total de siete bombardeos, entre el 20 de septiembre de 1938 y el 11 de febrero de 1939. Los tres primeros ataques, efectuados de un modo consecutivo, cogieron a la población totalmente desprevenida.
Los bombardeos llegaron de parte de la Aviación Legionaria Italiana, que apoyaba a las tropas franquistas y cuya base estaba en Son Sant Joan (Mallorca). Desde la isla balear se desplazaban a atacar todo el litoral mediterráneo, incluyendo puntos de interior como Alcoy.
Los ataques fueron mandados por Benito Mussolini, líder de la Italia fascista, y los pilotos tenían pegados en la parte superior de su muslo una especie de mapa o plano para saber dónde tenían que tirar las bombas. En este sentido, diversos espías infiltrados en el país les habían señalizado algunos objetivos con anterioridad.
Alcoy sufrió un total de siete bombardeos que procedían de la aviación italiana
Savoia SM-79
El nombre que recibían los aviones que atacaron la ciudad era Savoia SM-79, conocidos popularmente como ‘sparviero’ (gavilán). Eran trimotores -equipando tres motores Alfa Romeo de 780 cv cada uno- y tenían veintiún metros de ancho por dieciséis de largo.
Su tren de aterrizaje, además, era retráctil, con una velocidad de crucero de unos 350-360 km/h. Cargaban hasta 1.250 kilos de explosivos, se protegían con tres ametralladoras fijas y varias desmontables. Brindaban una amplia autonomía -más de 5.500 km- y estaban considerados uno de los bombarderos más avanzados y peligrosos de la época.
Las escuadrillas volaban, asimismo, a mucha altura y en formación de cinco en cuña para protegerse de los cazas enemigos. Se calcula que en Alcoy ocasionaron, como mínimo, la muerte de sesenta y cuatro personas.
Minar a la población
Las defensas de Alcoy eran escasas y poco podían hacer para contraatacar, como veremos. Por ello se hizo necesaria e imprescindible la construcción de los refugios.
“Alcoy era una ciudad de relativa importancia, pero al poseer industria de guerra fue bombardeada”, expresa Beneito, para quien posiblemente no hacía falta, pues se trataba de los momentos finales del conflicto. “Se hizo, sobre todo, para minar la moral de la población civil”.
En parte, los pilotos ya estaban haciendo prácticas de cara a la Segunda Guerra Mundial, sostiene el profesor de historia. Recordemos que la tensión era más que latente en todo el Viejo Continente: Alemania había invadido Austria y Checoslovaquia en lo que posteriormente derivaría en el mayor conflicto bélico de todos los tiempos.
En los ataques a Alcoy, matiza Beneito, lanzaron dos tipos de bombas y diferentes calibres. Unas eran incendiarias y otras explosivas, de mayor tamaño, capaces de reventar cualquier edificación.
Savoia SM-79 era el modelo de los bombarderos más potentes y letales de la época, con gran capacidad para cargar explosivos
La defensa alcoyana
Durante los primeros bombardeos, del 20 al 23 de septiembre de 1938, en Alcoy únicamente había instaladas un par de ametralladoras sobre una azotea, que tenían una limitada efectividad debido a que solamente eran operativas por debajo de los 1.200 metros.
Para hacer frente a las constantes incursiones que hacía la aviación transalpina sobre Alcoy, la Defensa Especial Contra Aeronaves (DECA) desplazó a la urbe la Batería 571, formada por tres ametralladoras antiaéreas de veinte mm cada una, que situaron en la carretera, al pie de l’Ull del Moro.
Desde allí podían repeler los aviones antes que atacaran sus primeras metas, aunque su escaso alcance -máximo 2.500 metros de altura- las hacía ineficaces contra los Savoia, que volaban a cotas muy superiores. Esa batería pronto fue trasladada para reforzar las defensas del frente.
Refugio Cervantes
El refugio Cervantes, que conocimos in situ, daba cabida a cerca de 1.200 personas, se construyó en unos meses, en 1938, y costó 189.000 pesetas, una suma importantísima en aquellos tiempos.
En su rehabilitación fue clave el papel desarrollado por nuestro interlocutor. Beneito, gran conocedor de la historia de su municipio, se desplazó a Roma para obtener documentación e imágenes de los bombardeos que se exponen en el refugio y elaboró un libro titulado ‘Alcoy, objetivo de guerra’.
Asimismo, redactó la información que aparece en los paneles que explican por qué Alcoy fue bombardeado, las singularidades de cada uno de los refugios, cómo se construyeron, etc.
Sin duda, la información que ofrece el refugio Cervantes, de visita obligada, es impresionante.
El espacio te transporta a ese singular periodo, con música y comentarios de la época, como la célebre ‘Ay, Carmela’ o el aterrador sonido de las sirenas que anunciaban la llegada de los aviones enemigos.
El refugio Cervantes, con una función didáctica, te sitúa en la época con canciones de esos años y el sonido de la sirena
De enorme valor histórico
El valor histórico y cultural del refugio Cervantes es incalculable, al igual que el número de personas que salvó, de difícil apreciación. Sí quise conocer si cayeron algunas bombas y el profesor me comenta que alguna impactó muy cerca, pero no sobre el refugio.
“El refugio tiene la función de recordar la memoria histórica de un modo educativo, te ubica en esos años de guerra, de escasez, de hambre”, opina, y nos recuerda los horrores de la guerra.
Son también incontables las reproducciones de los carteles de guerra que se exhiben en el refugio, tanto nacionalistas como republicanos, e incluso algunos que se editaron en Suecia o Noruega con el fin de recoger dinero y montar un hospital.
La información sobre ese hospital Sueco-Noruego que se creó en Alcoy la localizó en ambos países del norte de Europa. “Ellos, los suecos y los noruegos vinieron aquí, donaron dinero, aportaron material y personal médico e hicieron gran cantidad de publicidad para ayudar a España”, rememora.