El frío cortaba en aquel seco invierno aspense de 2007. Viajar hasta el Medio Vinalopó, donde se ubica Aspe, cuyo puente de los cinco ojos, resto de un acueducto del dieciocho, soñaba aún en inmortalizarlo el cineasta Roman Polanski, añadía pluses de peligrosidad por las heladas. Pero en la plaza Mayor, frente a basílica y Ayuntamiento, hormigueaba una multitud moviéndose de un lado para otro.
Esperábamos todos, seres humanos y periodistas, a la inauguración del belén municipal, que ese año contaba con las artes de la prestigiosa Asociación de Belenistas de Novelda (municipio contiguo a este), fundada en 1997. Cuando llegaron las “autoridades”, se congratularon por la alegría que derrochamos todos por llegar la Navidad. Pero quién se paraba quieto.
Un belén levantino
Cada lugar tiene sus belenes, y en estos periódicos hay este mes sobradas muestras de ello. Reseñemos, no obstante, que el Levante español (Comunitat Valenciana y Murcia) tiene mucho que decir al respecto. Los nacimientos se gestaban en el Lazio italiano, al montar San Francisco de Asís (1182-1226) en la Nochebuena de 1223 un belén viviente, y luego en la alemana Füssen, en cuyo monasterio se presentaba en 1258 el primero de figuras talladas.
Las gentes napolitanas le aplicaron pincelada costumbrista, y en España se maceró el resultado final cuando en 1760 Carlos III (1716-1788, rey de España pero también de Nápoles y Sicilia) encargaba el llamado ‘Belén del Príncipe’, en el Palacio de Oriente, al imaginero valenciano José Esteve y Bonet (1741-1802), quien lo hará crecer con contribuciones del alicantino José Ginés Marín (1768-1823) y el murciano Francisco Salzillo (1707-1783).
Tres belenistas levantinos modelaron el primer nacimiento español
Instrumentos estruendosos
Pero no son los nacimientos, dioramas costumbristas, con el ejemplo paradigmático del alcoyano ‘Belén de Tirisiti’ (desde 1870), del que ya se ha hablado en otras ocasiones desde estas páginas, las únicas contribuciones del litoral español mediterráneo en general, y de la Comunitat Valenciana en particular, a la Natividad tal y como la conocemos hoy. Incluso le debemos algún dolor de cabeza debido a los instrumentos para críos desatados en plena celebración navideña.
No faltan antropólogos e historiadores que nos atribuyen (también a Asturias: el mal se expande) si no la invención, sí al menos el perfeccionamiento, digámoslo así, de la castigadora matraca, carraca, carraco o ‘carranc’, como se la llama en muchas localidades de la provincia de València. Posible heredero en madera del metálico sistro del Antiguo Egipcio, ¿qué sería de la Navidad sin ese ‘raca-raca-raca-raca’ interminable que tan feliz hará a quienes fabrican calmantes?
Nos atribuyen perfeccionar la carraca, los platillos y la zambomba
Platillos y juguetes
O los platillos, versión autóctona de un instrumento turco que arribó, según referencias, allá por el dieciocho. Para que no faltara nada, también adaptamos la zambomba o pandorga, de inciertos orígenes pero eterna murga: escupitajo a la palma de la mano y, ale, alegría, que esta noche es Nochebuena y mañana Navidad. Que las muñecas de Famosa “se dirigen al portal, para hacer llegar al Niño su cariño y su amistad”.
Bueno, esto es más de Reyes Magos, pero ciclo navideño. Adelantemos que la producción de muñecas la sembraban en 1878 en la alicantina Onil, en el Valle del Juguete (la Foia de Castalla, subcomarca de l’Alcoià), el pintor Ramón Mira Vidal (el tío Ramón Tomata) y su esposa, Petra García, cuyas biografías parecen confundirse hoy con sus creaciones.
Los refrescos de cola comenzaban a comercializarse aquí en 1880
Con buena mesa
Aunque la inventiva de los habitantes de la hoy Comunitat Valenciana, antes País Valencià, Región Valenciana o Reino de Valencia, se ha mostrado muy especialmente sobre las mesas, mientras suenan carracas, platillos y zambombas, claro, y se destripan las primeras oleadas de juguetes, muchos de ellos procedentes de la Comunitat, y no solo del Vall del Joguet (o se juega a la “play”, bonita redundancia).
Un hervidito de verdura (‘bullit’ o ‘bollitori’) para hacer boca, olletas, pescados al horno o ‘all i pebre’ para llenarla. Y buenos caldos de las denominaciones de origen Alicante, Utiel-Requena y València o de la indicación geográfica protegida (IGP) de Castellón. Menos mal que la chavalería no los prueba, que con todo el armamento acústico que manejan… Además, ellos ya tienen sus excitantes bebidas de cola para beber, que por cierto se inventaron antes aquí.
Refrescos y turrones
Según la BBC, si la firma estadounidense arrancaba en 1886, en Aielo de Malferit; en el Vall d’Albaida se comercializaba desde 1880 la bebida alcohólica Nuez de Kola-Cola. Siempre según la cadena inglesa, los representantes de la firma se dejaron olvidadas muestras en una feria en Filadelfia, así, como quien no quiere la cosa, y alguien supuso que aquello, sin alcohol, tendría más mercado. Bueno, al menos nos quedan los dulces, como los turrones de Xixona, en l’Alacantí.
¿Quién no ha probado el turrón duro o de Alicante o, sobre todo, el blando o de Jijona, antiquísimos postres árabes? Lástima que hasta 1996, con el establecimiento de IGPs específicas, aparecieron a ambas orillas del océano engrudos con nombres como “turrón de Alikate” (nunca mejor dicho) o “de Jijosna”. Bueno, el caso es que también nos adaptan, ¿no?