“Este puesto engancha”, advierte el presidente saliente de Cruz Roja Petrer a su sucesora, Reme Payá. La nueva responsable de la asamblea local para los próximos cuatro años releva en el cargo a Pablo Carrillos, toda una institución tras doce años al frente de la organización humanitaria cuya presencia sigue aún muy viva gracias a su valiosa experiencia.
Con cerca de dos mil socios, Cruz Roja de Petrer es una de las organizaciones más queridas y arraigadas en nuestra localidad y eso se refleja en la labor fundamental que desempeña gracias a sus casi ciento cincuenta voluntarios, que han hecho de la ayuda cercana y directa a los más desfavorecidos una prioridad actuando en áreas de salud, educación, atención a mayores, empleo o medio ambiente.
Reme Payá es una persona muy vinculada a los valores solidarios que, desde su fundación hace 160 años, estableció Cruz Roja, así que se puede afirmar, sin miedo a equivocarse, que la ONG local está en muy buenas manos.
«Nos amoldamos al presupuesto que tenemos, aunque vamos al límite»
¿Qué nivel de responsabilidad supone para ti ocupar el cargo de presidenta de Cruz Roja Petrer y sustituir a alguien tan carismático como Pablo Carrillos?
Pablo es imposible de sustituir porque es como la enciclopedia Larousse (risas). Lo es todo a nivel empresarial, de voluntariado, festero y humanitario. Yo voy a intentar consolidar todas las líneas que él ha abierto y que han dado en estos años un vuelco a la institución. Espero estar a la altura y no bajar el listón.
¿Cuáles son las necesidades actuales de Cruz Roja Petrer?
En el tema económico tenemos un respaldo municipal importante, aunque necesitaríamos un poco más de dotación. Últimamente ha subido todo: los precios, el combustible, la formación de los técnicos y del voluntariado, etc. Recientemente hemos tenido una reunión con el ayuntamiento y les hemos propuesto un incremento en la aportación.
Otra cosa que queremos es incrementar el número de socios porque, por desgracia, los de más edad, que llevan muchos años con nosotros, van muriendo. Por eso tenemos la ilusión de llegar a la gente joven para que se animen a entrar.
¿Cómo anda Petrer en términos de solidaridad?
Estamos en un término medio en comparación con las otras asambleas provinciales de voluntariado. Actualmente tenemos cerca de ciento cincuenta personas voluntarias entre hombres y mujeres, todos muy capacitados, y seguimos incorporando gente que nos da un aire nuevo y consolida todo lo que ya teníamos.
«Siempre he tenido inquietudes por ayudar a los demás»
Me has dicho que os harían falta más recursos económicos, pero, ¿las donaciones económicas que recibís actualmente son suficientes para cubrir todas las necesidades que tenéis?
Nosotros nos amoldamos al presupuesto que tenemos, pero es verdad que vamos al límite. A veces, llamamos a la gente para que se hagan socios o incrementen un poco su aportación y entendemos que esa insistencia les pueda sentir mal y haga parecer que somos un poco pesados, pero lo hacemos con buena intención.
¿Cuáles son los sectores más desfavorecidos en Petrer?
Recibimos a todas aquellas personas que desde servicios sociales no pueden ser atendidas. Por ejemplo, inmigrantes que vienen para que les ayudemos con el idioma, así como a realizar sus gestiones de documentación o a buscar vivienda. Últimamente, sobre todo ucranianos.
Personas que viven solas y que están necesitadas de acompañamiento en sus domicilios para subir y bajar a la calle; niños de familias desfavorecidas, a los que se les dan talleres para que se reinserten a nivel escolar; colectivos de mujeres con problemas de malos tratos; o reclusos a los que se les deriva aquí para que cumplan una serie de trabajos sociales.
También buscamos gente joven que disponga de tiempo libre para dedicárselo a las personas mayores. Que vayan un rato a sus casas, que les acompañen y que hablen con ellos.
Cruz Roja de Petrer cuenta con casi dos mil socios y cerca de ciento cincuenta voluntarios
¿Es complicado convencer a una persona de que su aportación económica es fundamental para poder atender a los más desfavorecidos?
Depende mucho del poder adquisitivo de cada uno, pero sí es complicado porque desgraciadamente la gente no tiene todavía esa mentalidad solidaria con su entorno ni con los demás. Yo he sido maestra en el colegio La Foia y allí siempre nos hemos empeñado en fomentar la solidaridad entre los alumnos para que se ayuden los unos a los otros.
Esto ha cambiado bastante porque ahora los jóvenes tienen el deseo inmediato de tener móviles, tablets y vestir marcas. Por eso, invitamos a venir un día aquí a Cruz Roja a todo el que quiera ver las cosas que hacemos, y se darán cuenta de que, aunque tenemos subvenciones, todo tiene un coste económico.
¿Siempre has tenido esa conciencia social tan necesaria en Cruz Roja? ¿Cómo llegas a la asamblea local?
Desde pequeña, y siempre me lo decían en casa, mi obsesión era ser maestra. He estado prácticamente toda mi vida en La Foia, un centro que ha cambiado mucho desde que yo entré y donde conseguimos dar un vuelco importante a la educación en el pueblo.
Al jubilarme, me planteé seguir haciendo cosas porque siempre he tenido una inquietud por el trabajo social y por dedicarme a las personas. Por ello, pensé enseguida en la Cruz Roja. Aquí entré en el año 2015 en el área de empleo, facilitando que la gente encontrara un trabajo y ayudando en todo lo que podía.
¿Cómo te sentiste al saber que ocuparías el cargo de presidenta?
Cuando el actual presidente cumplió su mandato, me propuso que diera el paso adelante para ocupar su puesto y no supe decirle que no. Le dije que aceptaría si el resto de la asamblea estaba de acuerdo y la verdad es que desde el primer momento me he sentido arropada.