Por fin lo había logrado el egocéntrico profesor Henry Higgins, de profesión reconocida: la de fonetista. La florista Eliza Doolittle era capaz de recitar algo más o menos bien pronunciado: ‘La lluvia en Sevilla es una maravilla’ (en inglés, ‘The rain in Spain stays mainly in the plain’, ‘La lluvia en España se queda principalmente en la llanura’). La cancioncilla o estrofa, sobre todo en el original, poseía varios diptongos que requerían un esfuerzo para pronunciarlos.
Bien, un diptongo es una secuencia de dos vocales diferentes que se pronuncian en una sola sílaba, según la RAE, y buena parte de los estudios vocálicos que pueden verse en la película ‘My Fair Lady’ (1964), incluidas las teorías en que se basaban las referencias lluviosas, nacieron entre los siglos XVIII y XIX gracias a uno de los más importantes filólogos y fonetistas: el valenciano Francisco Pascual Orchell y Ferrer (1762-1825).
Cuestión de vocales
Por desgracia, Francisco Orchell está hoy bastante olvidado, y una de sus grandes aportaciones a la ciencia, practicada por el profesor Higgins y creada por George Bernard Shaw (1856-1950), fue el triángulo vocálico u orcheliano. Referencias hay que incluso se lo atribuyen a otros estudiosos en la materia, como el no menos importante, pero igualmente arrinconado por las enciclopedias, el lingüista polaco Jerzy Kuryłowicz (1895-1978).
Lo del triángulo orcheliano tiene su aquel, por cierto. De las cuatro vocales (a, e, i, o, u), a la hora de pronunciar, se escogen tres, al ser estas las que representan las tres posiciones articulatorias o articulemas: la alta, la media y la baja, que corresponderían respectivamente a la ‘i’, la ‘a’ y la ‘u’, o, dado que no hablamos de letras, sino de fonemas (unidad mínima fonológica, de sonido), /i/, /a/ y /u/.
El filólogo está hoy bastante olvidado, pese a sus aportaciones
Útil para la logopedia
Obviamente, este triángulo vocálico permite estudiar todos los sonidos a través de las variaciones (y acercamientos o alejamientos entre ellas) fónicas, de pronunciación, de las tres letras. De hecho, eso proporcionó a lingüistas y fonetistas un arma fundamental tanto para el estudio de las lenguas existentes como de otras, utilizando los sonidos recogidos.
A partir de ahí, se generó toda una parafernalia, operativa y muy útil, de diapasones, gráficos y mucha, mucha paciencia; también en el caso, por ejemplo, de los logopedas, quienes se ocupan de los trastornos del habla y del lenguaje. Aquí, claro, todos los instrumentos creados por estudiosos como Orchell poseen una adecuación aún más inmediata a ojos públicos, aunque se trate de disciplinas interdependientes.
Sus teorías, sumadas a otras, son importantes también para la logopedia
Escaso registro biográfico
¿Y cómo llegó el filólogo valenciano a este y otros importantes descubrimientos en la materia? La verdad es que se sabe hoy poco de Francisco Orchell: cuando la historia decide olvidarse de alguien, lo hace a lo grande. Los registros le plantan una fecha precisa de natalicio, el 25 de septiembre, pero no, por ejemplo, para el deceso. Desconocemos, además, el relato de su infancia y juventud.
En todo caso, sí obtenemos ya registros vitales en el ámbito académico. Se doctoró por la Universidad de Valencia (fundada en 1499) en teología y los dos derechos (romano y canónico) que se impartían por entonces, pero se especializó (eran otros tiempos) en lenguas hebrea y griega en 1782. Iba a ser con estas con las que Francisco Orchell urdió el entramado de sus aportaciones a la posteridad.
Hoy se sabe poco de la biografía del estudioso autóctono
Catedrático en dos ciudades
Ganó la cátedra de ambas materias en 1788, a partir de 1794 en propiedad. Y para 1799 obtenía también la cátedra en los Reales Estudios de San Isidro (conglomerado de instituciones académicas en la madrileña calle de los Estudios, sembrado en 1569, donde actualmente se encuentra el IES San Isidro). A lo largo de su labor en estas instituciones, con sus estudios en hebreo y griego, creó herramientas fonéticas como el referido triángulo.
No obstante, la gran difusión de este en el ámbito académico llegará más tarde, gracias a discípulos suyos como el hebraísta, político y sacerdote Antonio María García Blanco (1800-1889), o el filólogo, también hebraísta, Antonio Puigblanch (también reseñado como Antoni Puig i Blanch, 1775-1840). Uno de sus máximos impulsores, por cierto, intentó previamente modificarlo.
Transmisión de una idea
Efectivamente, el filólogo rodeño (de La Roda, Albacete), Tomás Navarro Tomás (1884-1979), distinguía entre vocales abiertas (a), cerradas (i,u) y relajadas (e,o), y amplió el abanico vocálico, haciendo uso de las variantes registradas gracias al uso del triángulo orcheliano, a nada menos que dieciséis fonemas vocálicos diferentes. Su exilio forzado por la guerra civil lo llevó a Estados Unidos, a la Columbia University y a la Academia Norteamericana de la Lengua Española, de la que fue miembro fundador.
Allí, el triángulo orcheliano y otros estudios de Francisco Orchell, quien todo indica que nació en València y vivió aquí y en Madrid, iban a aumentar definitivamente el número de sellos de lugares visitados en el equipaje. Quizá una maleta parecida como la que usaba el profesor Higgins, el que enseñaba a entonar aquello de lo de la lluvia en Sevilla o en toda España.