Este mes se cumplen 90 años de uno de los momentos más importantes de nuestra historia contemporánea. Por primera vez las mujeres alicantinas pudieron votar, después de décadas en las que la democracia había quedado solo reservada a los hombres.
Para celebrar esta tan trascendental efeméride queremos recordar cómo fue aquel largo y farragoso proceso hasta que las féminas lograron que les reconociera su derecho a participar en política. Una conquista que sin duda habría sido imposible sin la lucha de tantas sufragistas, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Primeras políticas
Las mujeres españolas no pudieron ejercer un cargo político hasta 1924. Fue en plena Dictadura de Primo de Rivera cuando dicho dictador permitió, como novedad, que algunas féminas ocuparan puestos de responsabilidad municipal.
Precisamente la localidad de España que tiene el honor de haber sido la primera donde una mujer sostuvo la vara de mando en su ayuntamiento como alcaldesa… es un pueblo alicantino. Hablamos de Cuatretondeta, donde Matilde Pérez Mollá tomó posesión de la alcaldía el 27 de octubre.
Cabe señalar que dicha señora, si bien totalmente pionera, no fue electa democráticamente para su cargo. El gobernador civil de la provincia fue quien nombró a los diferentes alcaldes alicantinos, y en este caso probablemente la eligió por tratarse de una viuda de clase alta que poseía numerosas tierras en su pueblo.
Además de Matilde, algunas otras mujeres favorables al régimen primoriverista también fueron designadas concejalas. Por ejemplo en el Ayuntamiento de Alicante tomaron posesión tres maestras, acompañando a otros 33 ediles varones en el pleno municipal.
En España la primera alcaldesa fue la de Cuatretondeta en 1924
Primeras electas
Tras caer la dictadura se celebraron elecciones municipales en 1931 bajo sufragio masculino, es decir todavía totalmente cerradas a la participación femenina. Dichos comicios propiciaron la proclamación de la Segunda República el 14 de abril, y se convocaron elecciones generales para el 28 de junio.
En esta ocasión sí se permitió el sufragio pasivo femenino. Es decir, las mujeres podían presentarse… pero no votar. Esto llevó a la irónica situación por la cual las candidatas a diputadas no tenían la capacidad de votarse ni siquiera a sí mismas.
Aún con todo fueron electas Victoria Kent, Margarita Nelken y Clara Campoamor. Tres féminas y 467 varones constituyeron aquel primer Congreso de la nueva República Española.
Las alicantinas votaron por primera vez en las elecciones generales de 1933
Voto femenino aprobado
En dicha cámara se debatió la aprobación de una nueva constitución, y precisamente uno de los puntos más candentes fue el voto femenino. En aquellos momentos las mujeres ya podían votar en Nueva Zelanda, Estados Unidos, Finlandia, Suecia o Noruega. Cada vez eran más países los que se sumaban a esta ola sufragista.
Curiosamente en España de las tres primeras diputadas, dos de ellas se opusieron a la aprobación. Tanto Kent como Nelken defendieron activamente que las mujeres no estaban preparadas aún para votar, y que este derecho debía de esperar al futuro. No obstante Campoamor se posicionó a favor exclamando el que aún hoy está considerado como uno de los discursos más excelentes jamás escuchados en el hemiciclo de nuestro Congreso.
“¿Acaso las mujeres no pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? ¿Y por qué no los hombres?” fueron algunas de sus palabras.
En aquella histórica votación el sufragio activo femenino fue aprobado con 161 votos a favor, 121 en contra y 188 abstenciones. Me van a permitir que presuma de que Jerónimo García Gallego (diputado por Segovia y tío-bisabuelo de quien escribe estas líneas) fue uno de los 161.
Clara Campoamor huyó al exilio por Alicante durante la Guerra Civil
Las primeras elecciones
La primera vez que pudieron votar las mujeres en España fueron en las elecciones municipales celebradas el 23 de abril de 1933. Sin embargo las alicantinas tuvieron que esperar un poco más, dado que estos comicios solo se llevaron a cabo en municipios donde no se había votado en 1931 (ninguno de nuestra provincia).
El 19 de noviembre del mismo año se celebraron comicios generales en todo el país. Fueron unas elecciones ganadas por la derecha tanto en España como en nuestra provincia. Entre los diputados electos por Alicante estuvo el torrevejense Joaquín Chapaprieta, quien en esa misma legislatura llegaría a ser presidente del gobierno por unos meses.
De igual forma las mujeres volverían a participar en las siguientes elecciones generales de febrero de 1936, esta vez con victoria de la izquierda.
Llega la guerra
Por desgracia poco después la democracia española se tomaría un largo paréntesis a raíz del golpe de estado militar ocurrido en julio de 1936 y la consecuente Guerra Civil. La misma Campoamor tuvo que escapar del territorio republicano para salvar su propia vida, ya que muchos izquierdistas la consideraban responsable de la victoria electoral de la derecha en 1933 precisamente por defender el voto femenino.
Al ver como compañeros suyos de su antiguo partido y otros sufragistas estaban siendo encarcelados e incluso ejecutados, Clara huyó de Madrid junto a su madre y sobrina para salir del país. Curiosamente lo hizo a bordo de un barco alemán que partió desde… Alicante. Tras desembarcar en Génova, luego se estableció en Argentina y Suiza para no regresar ya nunca a España. Tremenda ironía que una de las mayores republicanas que ha dado nuestro país tuviera que huir amenazada por los propios republicanos.
Durante la Dictadura de Franco a las mujeres se las permitió ‘votar’ en los dos referéndums que organizó el régimen y en algunas pseudoelecciones en las que solo se podían elegir candidatos franquistas. Así pues los españoles de ambos sexos ya no podrían volver a participar en una auténtica votación hasta la llegada de la Transición.