Pertenece mayoritariamente, en realidad, a Benijófar, pero Formentera del Segura también orgullosea la visita a esa noria de agua que inició su labor de girar y girar sobre sí misma hace la intemerata, desde 1659, mediado el XVII. La que hoy puede admirarse, aún activa, vivificando el agro, no es la original, eso sí, sino una reproducción en hierro del XIX. Tendremos ocasión de volver a ella en estos viajes.
Quedémonos ahora en que patentiza la estrecha relación de la zona con el río Segura. A una orilla, hacia el mar, camino a las salinas de Torrevieja, tenemos a la inmediata Benijófar (prácticamente conurbada con Rojales); tras la ribera interior, Formentera del Segura, un municipio vegabajense, sector Huerta de Orihuela, que nació, creció y sigue desarrollándose codo a codo con el río, en su margen izquierda. Aunque ahora los puentes unen ambas orillas, ya no se cruza de una a otra en barca.
Rodeada también por Almoradí (al oeste) o Daya Vieja y San Fulgencio (al norte), el lugar es pura huerta: en 1970, con 1.888 habitantes, la superficie cultivada (de un total de 4,3 km², 430 hectáreas) llegaba al 89,6 por cien; en la actualidad, con 4.446 residentes censados en 2022 y un aumento de la dedicación al sector turístico y otras industrias relacionadas (comercio, construcción, servicios), en los últimos recuentos superan con mucho las 60 hectáreas (más del 15%).
Hortalizas, toñas y música
Cereales, cítricos, frutas, hortalizas: lo ideal para cultivar una gastronomía sabrosa y variada, de ensaladas de lisones (cerraja menuda) con ventresca de bonito; también arroz con conejo, garbanzos con judías, ‘guisao’ de caracoles, sopa de ajo… De postre, pastas caseras (‘almendraos’, almojábenas, ‘mantecaos’, toñas), pan de Calatrava, torrijas… y conservas, jaleas varias, quizá endulzadas por la miel formenterera, de buena fama y apreciado sabor.
Para poder disfrutar de todo ello en el sitio, pongámonos en movimiento, viajemos por la CV-905, que une Torrevieja con la autopista del Mediterráneo (AP-7), heredera, como la CV-904 (vincula Almoradí con Crevillent, cuyos flecos ya enlazan Elche), de una antigua comarcal (C-3321). Crucemos Rojales y dejemos a nuestra izquierda el río y a nuestra derecha lo que, pareciendo físicamente barrio rojalero, es pedanía de Formentera del Segura, Los Palacios, a kilómetro y medio del núcleo urbano seminal, llena de citas musicales para la juventud.
Origen y reconstrucción
Tras unas cuantas huertas, naves industriales, más vegas y pareados y edificios de nuevo cuño (un ramillete de urbanizaciones que no dejan de constituir una siembra más de los campos formentereros), la avenida de la Constitución, que es como se llama aquí el vial que seguíamos, nos deposita en un paisaje urbano nutrido por casas de planta baja o con piso, algunas precedidas de jardín y porche (en otras solo esto), como en aquellas ‘casitas de papel’ para recortar, pegar y montar.
Hay, eso sí, alguna que otra construcción que añade dos y hasta tres pisos, más ático. Destacan, pero no mucho: todo sabe a nuevo o a poseedor solo de una relativa antigüedad. El devastador terremoto del 21 de marzo de 1829 a las seis y cuarto de la tarde literalmente desterronó el lugar, cobrándose de paso más de un centenar de vidas. Con epicentro en Torrevieja (más exactamente, Benejúzar, Rojales y Torrevieja, las coordenadas 38° 5′ N 0° 41′ O), llevó a que hubiese que reconstruirlo todo.
Como otras localidades de la zona, no ha dejado de sufrir mil y un vaivenes, en un ciclo de adquisiciones o donaciones que han ido conformando la Formentera actual. Más que posible alquería muslime que llegó a figurar entre las posesiones de Juan I de Portugal (1357-1433) o las de Joaquín María de Rojas y Canicia de Franchi (1928-1916), señor de Beniàsmet de l’Arcada (hoy partida contestana) y Formentera del Segura, no se la apellidó ‘del Segura’ hasta 1916, puede que para distinguirla de la isla balear. Así, su nombre podría tener el mismo origen etimológico, a partir de la palabra ‘frumentaria’ (del trigo). En todo caso, no será hasta 1731 que pudo segregarse de Orihuela.
Encauzamientos y molinos
Parte de esa intrahistoria asoma tímidamente en detalles como la estatua sobre una pareja de pioneros que habita la plaza del Ayuntamiento. La placa dice: “En honor a nuestros mayores, hombres y mujeres que con su esfuerzo tanto hicieron por este pueblo. Frumentaria 1730 Formentera del Segura 4-mayo-2003”. Al lado del moderno edificio consistorial, la iglesia de estilo fabril, con torre-campanario de ladrillo, se deriva de la reconstrucción de 1840 del templo original, sembrado en 1594, y dedicada desde 1693 al culto de la Inmaculada Concepción, patrona del municipio, festejada en mayo. También hay esculturas de Nuestra Señora del Rosario, San Miguel y San Roque (estos últimos, celebrados en agosto).
Aunque parezca, a un primer vistazo, sobre todo tras asomarse al colindante recorrido del Segura, que Formentera vive a espaldas del río (el paseo urbano que lo acompaña nos devuelve la imagen de una población a más bajo nivel), en realidad el municipio lo tiene infiltrado en el alma, el cauce, y además las relativamente cercanas aguas mediterráneas (algunos nombres de urbanizaciones, de pareados y pisos, evocan elementos océanos: Brisas del Mar, Costa Formentera, las Dunas).
El consistorio se sumó también al paneuropeo Pacto de los Alcaldes, fraguado en 2008 y globalizado desde 2016, por la sostenibilidad (como una de las medidas en lucha contra el cambio climático). Como localidad agrícola, depende de ello, y no son pocas las labores en que se ha embarcado a propósito.
Así, la riada de 1989 motivó unas obras de reencauzamiento del Segura que regalaron a Formentera nuevos espacios naturales, como los Sotos del Río, donde se hallaban los antiguos meandros del cauce. Toca esparcimiento, juegos, ocio, culto (la ermita de San Roque, de 2005, festejado aquí en la primera semana de septiembre)… y divulgación: el molino hidráulico harinero del XVIII (se clausuraba en los sesenta del XX), museabilizado, se complementa con el azud y la noria benijofera con la que abríamos el reportaje. En el fondo, enlazan entre sí y al tiempo entrelazan pasado y presente, aunque sea simbólicamente: metáfora y realidad de vida. De agua.