Entrevista > Olga Blanco / Soprano (València, 3-marzo-1975)
Olga Blanco es una soprano que pronto sintió la llamada de la lírica. El arte corre por sus venas desde muy niña y por el canto se ha formado, disciplinado y viajado allá donde fuera preciso, desde València a Barcelona y luego a Viena, a fin de poder estar cerca de los mejores.
Sensible como pocas y valiente como aún menos, la artista valenciana charla con AQUÍ Medios de Comunicación en una entrevista que no dejará al lector indiferente.
Te voy a confesar una cosa. La primera vez que fui a la ópera me tuve que salir en el segundo acto. Era ‘Madame Butterfly’, en el Principal de València. Luego vi una adaptación de ‘Cosí fan tutte’ en Moma Teatre y fue una auténtica delicia. ¿Fue un error aproximarme a la ópera ‘a lo grande’?
Siento muchísimo que tu primer contacto con la ópera fuera tan poco positivo. Quiero pensar que fue probablemente debido a una puesta en escena histriónica o a una interpretación a lo mejor sobreactuada.
Considero que no es un error, sino que es indispensable comenzar a escuchar y ver ópera en su estado más puro y en un teatro destinado a tal finalidad. Iniciarse con una ópera clasicista como Mozart sería lo indicado; o también con una comedia belcantística como ‘La Cenerentola’ (Rossini), ‘Il barbiere di Siviglia’ (Rossini) o ‘L’elisir d´amore’ (Donizetti).
¿Es amplio el circuito de ópera en València? ¿Y en la Comunitat en general?
La Comunitat Valenciana no es sólo bandas de música, jolgorio, fallas y fiesta, también es un lugar en el que siempre han nacido y se han desarrollado grandes voces privilegiadas de la lírica, así como artistas de gran importancia internacional.
El problema es que para poder hacerse un nombre, en la mayoría de las ocasiones tienes que salir al extranjero. Es muy triste, porque al no invertir en las voces de ópera valencianas, ni en su formación de calidad, ni en su difusión y permanencia, estamos desamparados por todos los gobiernos.
También, a menudo, muchos de los políticos de estos lares tratan de politizar a los artistas. Los cantantes líricos somos activistas de las emociones humanas, nos debemos a la honorabilidad del arte y no a sus campañas políticas. Estamos destinados a un bien humano superior.
«El ‘Stehplatz’ (billete de pie) permite asistir a la ópera por un precio inferior a veinte euros»
Da la impresión de que el público de ópera es fijo, que cuesta hacerlo crecer. ¿Esto es así?
Aquí no se invierte en abrir el mundo de la lírica a todo el público en general. Es entonces difícil que se expandan campos o que se tiendan puentes a un nuevo público. Son malos tiempos para la lírica, no en su calidad ni en su importancia, sino en su difusión.
La pandemia favoreció también el desastre a nivel cultural. Se cerraron festivales de verano, teatros… Muchos artistas líricos perdieron su vida. Pero el verdadero ‘quid’ de la cuestión es que la ópera y los cantantes líricos no son promocionados.
Estudiamos la mayoría a conciencia historia del arte y de la música, lenguas, solfeo, armonía, estética musical, física referente a la hidráulica de fluidos y a la acústica, así como anatomía y fisiología de la voz, del oído y del lenguaje y técnica vocal, y por supuesto todo el repertorio.
¿Y qué me dices del tópico de que para vivirlo en directo es una “afición para ricos”?
El nacimiento de la ópera y su difusión en los teatros jamás fue para un público rico. Había ricos, pero también personas que no lo eran, que iban continuamente al teatro y disfrutaban de su mensaje.
Los zafios sin escrúpulos, que confunden la cultura del vano entretenimiento con el arte y que sólo son capaces de entender el arte como negocio, han hecho de la lírica un espejismo; un Fata Morgana de mundo exclusivo, rancio, superior y elitista, que como artista y nieta de sindicalista, comprenderás que no comparto en absoluto.
«De mi estancia en Viena aprendí disciplina, seriedad, puntualidad y a fluir como músico»
¿El éxito de público se basa en la programación, las fechas, el repertorio, los precios…?
El éxito del público se basa en poner en escena obras de calidad, con escenografías acordes, que emocionen, que inspiren, con cantantes que den lo mejor de sí. Asimismo, sería muy interesante traer y rescatar obras de magnitud casi olvidadas y ponerlas en la programación.
También apostando por compositores actuales, incluso noveles. Muchas obras y compositores se han quedado en el olvido y al final los teatros programan siempre lo mismo. El público se sorprendería y amaría las maravillas que se han desechado simplemente por costumbre, no por belleza ni por prestigio.
Tú has trabajado en muchos países. ¿Qué fórmulas para atraer al público le parecen exportables?
Hay una fórmula que no existe en España, que es la más típica en Centroeuropa: el ‘Stehplatz’ (o llamado billete de pie). Ofrece la posibilidad de escuchar y ver una ópera apoyado de pie, de manera asequible, por una entrada que oscila entre los nueve y los veinte euros.
La Ópera de Viena cuenta con 435 entradas así. No existe motivo por el que no accedan a la cultura. Es muy emocionante ver que casi los 365 días del año la ópera está abierta y hay función, a las personas que van con sus hijos pequeños; incluso hay familias numerosas o personas con salarios reducidos.
«He escrito ‘New York, 1 East 66th Street’, obra dramático-musical basada en hechos reales»
València es tierra de artistas, de músicos. ¿Crees que se potencia lo suficiente en la base?
No potencia lo suficiente a sus talentos. El problema está latente, es un problema de cambio a mejor de mentalidad. Comenzar a esperar lo positivo y excepcional de todos nosotros y de los demás, motivar y potenciar nuestras cualidades como sociedad.
Por desgracia, en todos los campos se deja de lado a los verdaderos talentos: en la investigación, en los grandes pensadores, los genios y también en el mundo del arte y de la cultura.
Centrémonos en ti. ¿Te resultó duro compaginar tus estudios escolares con las clases de canto? Son muchas horas y tú ibas al Liceo Francés, un colegio muy exigente académicamente. ¿Cómo recuerdas tu adolescencia?
Esa época era exigente, porque si buscas lograr objetivos más allá de cumplir, si tu ideal interior es intentar tratar de acercarte algo a la excelencia, es un camino muy duro, a veces frustrante y difícil.
En el Liceo Francés, por ejemplo, fue indispensable la profesora Madame Thérèse Klein para desarrollarme y conocer que mi mundo era el del canto lírico. Se lo debo todo a ella y le estoy muy agradecida por lo que me enseñó, y por el cariño y fe depositados en mí.
«Mozart, Puccini, Verdi, Korngold, Wagner y Rodrigo tocan profundamente mi alma»
¿El francés que aprendiste del Liceo te resultó de especial ayuda para todo el repertorio lírico en dicho idioma? ¿Ha sido un ‘plus’ respecto a otras compañeras no francesas?
El francés me ha sido indispensable para crecer, para utilizarlo en el día a día, a veces para recurrir a otra mentalidad, para expandir mi universo, para poner en duda mis valores y convicciones, para caerme y reencontrarme con una energía renovada y para ser más tolerante.
En lo que se refiere al repertorio musical, me ayudó sobre todo en lo que respecta a las canciones artísticas, pues casi todos los textos eran poemas que curiosamente habíamos estudiado en clase: Victor Hugo, Guillaume Apollinaire, Charles Baudelaire…
Progresaste en tus estudios superiores en la especialidad de Ópera en el Conservatorio del Gran Teatre del Liceu de Barcelona. ¿Qué aprendiste en aquella etapa?
En aquella etapa aprendí a escuchar al interior, a ser yo misma. Entendí la importancia de no traicionar nuestra esencia como artistas ni por gustos ni por conveniencias. Aprendí a no ceder a la decadencia.
También la importancia de saber esperar, estar en ataraxia, no forzar la voz, ni el cuerpo, ni adelantar el repertorio, y más tratándose mi voz de una tesitura de soprano dramática.
«Los centroeuropeos escudriñan musicalmente más, toman más distancia cuando comienzas a cantar»
Posteriormente marchas a Viena. Austria supuso un cambio en términos profesionales y vitales.
Austria supuso un cambio radical en mi vida. Allí llegó una faceta llena de mayor creatividad, pero también de disciplina, seriedad, puntualidad. Supuso el permitirme fluir como músico, por lo que fue un cambio profundo en mi crecimiento como artista.
¿Por qué decidiste regresar a España?
Volví a España con motivo del coronavirus, por un problema familiar. En ese tiempo terrible de adversidad e incertidumbre cerraron los teatros de Europa y del mundo, con un 95 % de pérdidas para todos los artistas y teatros.
Escribí ‘New York, 1 East 66th Street’, una obra dramático-musical, basada en hechos reales, en cinco actos y un epílogo, que espero llevar en breve a los teatros.
«Liberar mentes, sanar dolores y conectar con las emociones es la hazaña de una soprano»
La nómina de directores con los que has trabajado es amplia. ¿Te pongo en un compromiso si te pido el nombre de uno que te haya marcado?
Siempre he aprendido de cada director algo que me ha ayudado a seguir avanzando. No podemos olvidar a los pianistas correpetidores de los teatros, que te pueden ayudar muchísimo, pues van más allá de pasar el repertorio con ellos, también son instituciones del saber.
¿Hay un compositor para cada momento o hay uno que sea ‘total’?
Cada compositor tiene su embrujo y su momento. Pero hay seis de ellos que me tocan tan profundamente mi alma, que incluso sueño a menudo con ellos, y curiosamente en ese mundo onírico, me dan consejos e ideas: Mozart, Puccini, Verdi, Korngold, Wagner y Rodrigo.
Has actuado en España, Italia, Bélgica, Alemania, Suiza, Francia y Austria. ¿Hay un rasgo común en todos sus públicos? ¿Algo que les diferencia?
Un rasgo en común a todos los públicos es el estrecho lazo que se forma entre música, artistas y público. La música nos libera, nos hace mejores a todos, nos confronta con nuestras emociones más íntimas y nos da nuevas ideas.
Una diferencia entre países es el acercamiento inicial. Los centroeuropeos te escudriñan musicalmente más, toman más distancia cuando comienzas a cantar, porque tienen en general más cultura operística y tardan más en aceptar al artista.
Para acabar, ¿es cierta la leyenda de que una soprano puede hacer estallar una copa de cristal con según qué nota?
Sí que ocurre que se puede emitir con la misma frecuencia sonora que el cristal y que este se rompa. Si se le acerca un sonido periódico que emita a la misma frecuencia, podría llegar a amplificarla, por lo que la copa empezaría a vibrar y cada vez iría a más, hasta romper.
La verdadera hazaña no es romper copas, vasos o ladrillos… El verdadero reto es liberar mentes, sanar dolores y conectar con las emociones más profundas.