Xolaka / Artista urbano
Su nombre es Ángel Caballero (L’Alcúdia de Crespins, 15-octubre-1982), aunque únicamente los más cercanos lo conocen así. El resto le conoce por Xolaka, apodo de pequeño que se fue convirtiendo con el paso del tiempo en su denominación artística.
Define su trabajo, pinturas urbanas, como sencillo, pero les aseguramos que no lo es, sobre todo los grandes murales que ya tiene distribuidos por medio planeta. En ese sentido, las redes sociales han permitido que le surgieran clientes de Las Vegas, India y media Europa.
Estamos, de hecho, frente a un artista único, autor ya de más de medio millar de composiciones, algunas realmente impresionantes. Reside ahora mismo en Albacete, “por amor”, aunque no olvida sus orígenes valencianos.
¿Cuándo empiezas a dibujar?
Con seis años mis padres me apuntaron a clase de dibujo y pintura en mi localidad natal, cuando lo normal era que hicieras taekwondo o fútbol.
Tiempo más tarde, con diez años, ya pintaba al óleo; y el profesor me dijo que lo tendría tan fácil en Bellas Artes, que me matriculé en esa carrera en València.
Tus obras realmente impresionan.
Especialmente los muros grandes. Pero al final es igual que un cuadro, cambiando las dimensiones.
«Impresionan los muros grandes, pero en el fondo son como un cuadro de mayores dimensiones»
¿Cuál es tu técnica?
Pinto realismo, basándome en una foto. Lo que preciso, por lo tanto, son imágenes con mucha calidad, porque cuantos más detalles tenga, más puedo conseguir.
En interiores empleo proyector, mientras que en la calle hago cuadrículas enormes, de metro por metro. Paso entonces a proporción lo que sería el dibujo a escala. Es una regla de tres, fácil.
¿Es similar a un puzle?
Exacto. O como si jugáramos a ‘Hundir la Flota’, en el que A8, por ejemplo, es un ojo.
Empezaste con pequeñas obras en tu municipio.
Un dibujo del actor Toshiro Mifune, protagonista de la película ‘Los siete samurais’ (1954), aunque realmente debuté, junto a unos amigos, en unas paredes abandonadas de L’Eliana.
Las primeras en las que cobré fueron en una empresa ubicada en el polígono industrial de L’Alcúdia de Crespins. Fue en 2013, y poco a poco me fueron surgiendo nuevos encargos.
¿Trabajas sobre todo por encargos?
Sí, aunque mi línea artística difería. Por ello, me he dedicado sobre todo a hacer retratos o animales, en ocasiones a gran escala y numerosos detalles, como una flor o cierta ornamentación.
«En los últimos años he creado obras en Dinamarca, India, Italia, Grecia, Las Vegas, Puerto Rico…»
Precisamente evolucionas entonces hacia murales más grandes.
Fueron las ganas y el ego de hacer algo cada vez más grande. Mi ilusión es pintar una finca de veinte pisos; he llegado a los treinta metros y no me importaría los cincuenta.
Afortunadamente nunca he tenido vértigo (ríe). Siempre he querido hacer cosas que vea la gente, mejores y grandes.
¿Cómo logras esos detalles?
Es más sencillo que un mural pequeño, en el que estás mucho más limitado. En cambio, cuando hago una pared de diez por diez metros, el ojo quizás ocupa más de un metro y puedo hacer arrugas, por ejemplo.
Lo que más disfruto es cuando pinto a personas ancianas o animales, especialmente la parte de sus pelos.
¿Cuánto tardas en estas de grandes dimensiones?
Menos de lo que la gente piensa. Entre siete y diez días, siendo uno de ellos para la preparación. Otra jornada es el dibujo, mientras que el resto es para pintar y hacer los detalles.
Tus obras recuerdan a las del mexicano Diego Rivera.
Sí, el marido de Frida Kahlo. Realmente nosotros nos nutrimos de él: Diego Rivera es nuestro padre artístico, un genio del muralismo.
¿El público reconoce tu trabajo como obras de arte?
Siempre he tenido muy buenas críticas. El grafiti empezó con letras en las paredes, fueron los pioneros y todo ha derivado en postgraffiti, arte mural o intervenciones urbanas.
Mis obras gustan mucho, a casi todas las edades, y siempre son fáciles de entender.
¿Las redes sociales te han proporcionado nuevos clientes?
Muchísimos más, especialmente fuera de la Comunitat Valenciana, como Asturias, Salamanca o Sevilla, por ejemplo. Le debo mucho a las redes sociales.
¿Tienes contadas las obras que llevas completadas?
No, pero suelen ser unas cuarenta al año, es decir, habré superado ampliamente el medio millar. Cuento proyectos y quizás alguno son siete intervenciones, en siete puertas.
Una de las cosas que más sorprende es la rapidez con la que trabajo, que me ayuda a centrarme luego en los detalles. El jefe de la galería que nos contrata en el extranjero me llama ‘Speedy González’.
¿Hasta dónde ha llegado tu arte?
Realmente nos hemos movido bastante: Grecia, Portugal, Dinamarca, Las Vegas (Estados Unidos), Italia, Puerto Rico, India… También en Mestalla, con dos retratos del Lobo Diarte y Juan Sol.