Entrevista > Joaquín Tornel / Cineasta (Murcia, 17-julio-1944)
Proveniente del mundo de la construcción, afincado en Alicante, pasó del cine ‘amateur’ a convertir su ‘hobby’ en una forma (valga la redundancia) de vivir la vida. Su canal de documentales en YouTube (‘Joaquín Tornel’), donde abundan los vídeos submarinos, posee trabajos que se acercan a las cuatro mil visitas, nada mal para una plataforma que no premia precisamente la divulgación.
Ahora, tras un parón, retorna. Se siente más joven que nunca, pese a que su última aventura, en las Maldivas, no ha sido exitosa: “pillamos un huracán, los peces no estaban donde debían estar, la organización de la empresa contratada brillaba por su ausencia. No hay aprovechable ni minutos. Ahora, ¿crees que me he vuelto frustrado? He estado allí, y ha sido una experiencia alucinante”.
«He vivido una auténtica revolución industrial desde mi infancia»
Siempre pareces disfrutar, pase lo que pase.
La verdad es que echo la vista atrás y pienso que soy un privilegiado incluso en mi infancia, allí en la huerta, en una época de escasez total. ¿Fui desgraciado? Para nada. Y mis Reyes Magos eran, no sé, una naranja, rodeado de ellas todo el año. Pero teníamos una educación. Entonces ibas a la fresquera, que no había neveras, sino esa habitación, a por chocolate, y cogías una onza.
Pensabas en los demás, en que había una familia. Hace años, recuerdo a mi hijo, que adoro, comiéndose una tableta; y le dije “hijo, ¿tú has pensado en el resto de la familia?”. Y, asombrado, me preguntó: “¿es que somos pobres?”.
En cine, cambiaron los recursos técnicos…
Claro. El vídeo, por ejemplo. Hubo una época en que lo mejor era súper-8, que era un caballo de batalla para poder editarlo. Pero cada época… Sigo trabajando, adaptándome, porque pienso que hay que ponerle vida a los días, no días a la vida. Mira, la primera máquina de calcular que tuve era manual, mecánica, y aún la conservo. La verdad es que he vivido una auténtica revolución industrial desde mi infancia.
«Al recordar una época, le sacas el sabor, y es fantástico»
Aparece en pantalla un trofeo; leemos ‘Joaquín Tornel’. Tocaba ver un buen documental, multipremiado. ¿Cómo fue aquella época?
Aquella época (ríe), dices bien. ¿Cómo la recuerdo? Pues una cosa es cómo la vives y otra cómo fue. Al recordarla, le sacas el sabor, y es fantástico. Mira, tengo aquí la placa de un certamen internacional sobre espeleología, para ‘El karst’ (1984). Ganó a la mejor película española, y ahí había hasta una australiana sobre unas cuevas en África. Y me digo: “¡si lo que he presentado me parece ingenuo!”.
Pero la australiana era una gesta. Y el presidente del certamen me dice “este no es un certamen de gestas, es un certamen de cine”. Cine: planteamiento, nudo y desenlace. Y aquellas gestas no llegaban a una conclusión concreta. Yo intenté un hilo conductor, con tres espeleólogos, una chica y dos chicos. Para rodar, les hacía pasar hasta tres veces, era cine.
A pesar de rodarse en formatos como el súper-8, bastantes de ellos circulan en Internet, como documentales profesionales. Así, ‘Salinas de Santa Pola’ (1982), en la propia página de la sociedad Bras del Port.
La verdad es que cuando me lo comentaste lo desconocía, pero me parece muy bien. Es una lástima que el trasvase de súper-8 a vídeo sea hoy técnicamente infame, pero entonces, proyectado… La diferencia más importante entre cine ‘amateur’ y profesional no era otra que el costo. Luego, la calidad va con cada cual, pero la filosofía del cine ‘amateur’ era el presupuesto cero.
Para ‘El karst’, recuerdo que necesitaba baterías y carburo, y le metías el rollo a alguien y tú tenías baterías y carburo. Éramos pedigüeños.
«Lo principal es la idea. Y luego documentación y más documentación»
¿Nos podrías decir cómo se ‘fabrica’ un documental?
Lo principal es la idea. Y luego documentación, documentación y más documentación. Para empezar, del sitio a donde has de ir. Para uno de los documentales recuerdo que incluso estuve en Madrid para asistir a una charla que daba Carlos (‘Karlos’) Simón, uno de los más grandes especialistas de tiburones tigre. Luego, en los lugares donde voy, contrato a una persona en la zona, para que me cubra las espaldas.
El guión se fabrica sobre la marcha, mentalmente. Te vas allí y te encuentras, como con ‘Cenotes’ (2012), que aquello es soso, pero interesante. Creé el hilo conductor con mi guía. Se trataba de buscar algo que le diera vida. Hay que improvisar, la naturaleza es como es.
¿Cómo fue lo de la afición al cine, y en concreto al documental? Hoy tienes un renombre, recogido incluso desde la digital Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, como cineasta documentalista.
De muy jovencito. Mis padres se fueron a trabajar a Alemania y me trajeron una cámara Kodak, y ahí nació mi afición por la fotografía, y de ahí por el cine. Pero estaba allí en la huerta y la cuestión es que siempre lo enfocaba a la naturaleza, a dar testimonio de lo que ocurría a mi alrededor.
Y ahora, con ochenta años, que me encuentro físicamente bien, está Internet; ves que algo que tú haces, interesa a la gente. Así que si alguien pasa aunque sea unos segundos maravillosos con mis trabajos, pues me encanta si lo he hecho feliz con ellos.
Trabajo, trabajo, trabajo
¿Qué debe llevar en la maleta un autor de documentales?
Primero, información del lugar a donde vas, aunque luego puede variar de la idea que tenías. Y una gran curiosidad, además de un gran respeto por la naturaleza, porque es frágil. Jamás estará justificada una buena toma si para ello has tenido que modificar el medio. Si tocas el fango, allí hay elementos vivos que te los vas a cargar. Y trabajo, trabajo y trabajo.