Además de médico, astrónomo, traductor, teólogo, poeta o alquimista, el que fuera hijo de Pedro de Aragón y Juana de Castilla exploró artes ocultas y esoterismo en el siglo XIV. Fue considerado un mago por la censura y un adelantado a su tiempo por muchos investigadores durante varios siglos después, que dada su condición de noble e intelectual vivió una vida de película.
Durante su vida le persiguió cierto malditismo, que alimentó con hechos públicos contra poderosas instituciones como la Iglesia o la nobleza, lo cual le generó destierro y soledad. Características que dedicó al estudio y la escritura de todo tipo de artes, algunas de las cuales fueron censuradas por rebatir los dogmas de fe y el poder establecido.
Personaje maldito
Hijo de Pedro de Aragón y Juana de Castilla, nació en 1384 en la villa de Torralba, quedando muy pronto huérfano tras la muerte de su padre en la batalla de Aljubarrota en 1385. Aunque era el inmediato sucesor del marquesado de Villena, no llegó a poseer el título, ya que fue incorporado a la Corona de Castilla como reembolso de un crédito que sus padres habían recibido de Enrique II.
Su parentesco con los reyes de Castilla y de Aragón influyó en su breve matrimonio con la terrateniente María de Albornoz, pareja que le duró poco al encapricharse de ella el rey Enrique III. El monarca le presionó para que se declarase impotente y así poder quedarse con su esposa, tras lo cual le nombró Maestre de Calatrava, orden de la que fue expulsado tras la muerte del monarca por considerarlo sus miembros un nombramiento político y no meritorio.
Nunca gobernó el marquesado de Villena; pasó a la Corona de Castilla como reembolso por una deuda de sus padres
Pasión por el ocultismo
Fue un conocido mago al que la historia apodó como ‘El alquimista’, al cual acusaron de practicar la nigromancia, una rama de la magia negra consistente en la adivinación del futuro mediante la invocación de espíritus. Una antigua práctica heredada de la cultura egipcia y la antigua Mesopotamia, donde se utilizan las vísceras de los muertos con fines adivinatorios.
Su agitada y por momentos desaforada vida le llevó a la reclusión en soledad y al estudio de múltiples ramas del conocimiento, tanto de este como de otros mundos. Entre sus obras destacan ‘El libro del ángel Raziel’, “un guardián de los secretos” que ofrece a Adán y Eva poder volver al Paraíso para restaurar “el orden perdido”; o un libro para curar y predecir el mal de ojo.
Su fascinación por el ocultismo le hizo enfrentarse a la Iglesia, siendo condenado por brujería y quemada su biblioteca
Fabricante de lluvia
Según un artículo publicado en la Real Academia de Córdoba, el marqués llegó a Córdoba en 1410 para fabricar una nube que hiciera llover en la ciudad. Junto a una veintena de sabios, se desarrolló un experimento que posteriormente desapareció. Tan sólo se conserva una carta en la que sus colaboradores elogiaban el éxito de la prueba, sin detallar el método empleado.
Emilio Cotarelo y Mori recoge en la biografía ‘Don Enrique de Villena. Su vida y obras’ la citada carta en la que se destaca “cómo hizo enrojecer el sol, como si fuese eclipsado”. Esta misiva recoge palabras de admiración del cónclave en la capital cordobesa, elegida porque en Castilla habría sido acusado de brujo: “nos contaste cosas por venir, que después hemos visto e hiciste tronar y llover en la cámara y condensaste el aire en forma de esfera”.
Cuenta la leyenda que en 1410 fue capaz de producir una nube que provocó un aguacero en Córdoba
Víctima de la censura
Se dedicó a la escritura y suyas son varias de las traducciones de obras imprescindibles como ‘La Eneida’, de Virgilio, o la ‘Divina comedia’, de Dante, labor que compaginó con la creación literaria propia. Libros como el ‘Arte Cisoria’ y ‘Los doce trabajos de Hércules’ fueron enviados a la hoguera por Juan II de Castilla, bajo la influencia del arzobispo Lope de Barrientos por considerarlos heréticos.
El propio Enrique se defendió señalando al clérigo como responsable de su persecución, por contradecirle públicamente en materia de astronomía. Este dominico hizo quemar gran parte de su biblioteca y acusó al marqués de brujería y nigromancia, motivos por los cuales le envió a prisión, donde halló la muerte el 15 de diciembre de 1434 en Madrid.
Una doble muerte
Según cuenta la leyenda, el marqués de Villena pudo predecir de manera exacta el día de su muerte y su deseo de sobrevivir a la parca le hizo aplicar sus conocimientos ocultistas en Toledo. Allí construyó un enorme matraz donde depositar su cuerpo troceado en un líquido mágico que regeneraría poco a poco su forma y le concediera la inmortalidad, utilizando a su mayordomo como cómplice.
Unos meses después, el matraz fue descubierto en la cripta de Toledo por dos caballeros a los que desde el recipiente se les abalanzó una masa deforme de carne y huesos que quería aniquilarles. Una forma humana en plena transformación alquímica, a la que consiguieron abatir con sus espadas antes de que el suelo de la cripta se agrietase y de ella surgiera un carro de fuego, que se llevó para siempre el alma del marqués a lo más profundo de los infiernos.